«Yo no entiendo a las mujeres, yo las amo» Sebastián Lelio, director de Gloria
Sebastián Lelio es un hombre bajito que desborda energía y habla con entusiasmo. Acaba de cumplir cuarenta años y se confunde entre los berlineses con su pinta entre niño bien y hipster de barba, y camisa apuntada hasta el cuello. Es el director de cine latinoamericano más nombrado en el último año, desde que Gloria conquistó a la crítica y al público en el Festival de Cine de Berlín de 2013. Lelio vive en Berlín desde 2012, cuando llegó con una beca para terminar esta, su cuarta película. Ya había hecho tres: La sagrada familia, Navidad y El año del tigre.
Nació en Mendoza, Argentina, pero creció en Chile. Tuvo una infancia nómada y nunca pasó más de tres años en la misma ciudad. En un manifiesto que publicó en Internet, dice que empezó a estudiar periodismo para convencer a sus papás de lo importante que era ser cineasta. Lo logró y se graduó de la Escuela de Cine de Chile.
Sigue a Cromos en WhatsAppHoy su nombre hace parte del grupo de nuevos directores de su país como Pablo Larraín (No) y Sebastián Silva (La nana), pero Lelio prefiere que no lo incluyan en movimientos como el del novísimo cine chileno. Más bien, se nutre del legado de directores como Raúl Ruiz, Miguel Littín y el documentalista Patricio Guzmán. «No hay que ir a Dinamarca a buscar Dogma, lo hicimos hace 35 años». Su lista de directores rota de acuerdo con el momento. Por estos días piensa más en John Cassavetes, Pier Paolo Passolini y Roberto Rosselini.
Con Gloria, superó sus propias expectativas. Después de ganar el premio a cine en construcción en el Festival de cine de San Sebastián en 2012, sintió que su película podría ser grande y aún hoy sigue creciendo. La Berlinale fue la gran ventana pues su protagonista, Paulina García, ganó el Oso de plata por su interpretación. Desde entonces no solo ha estado en los encuentros de cine más importantes sino en las listas de los críticos, que la ubicaron dentro de los mejores filmes de 2013 y lamentaron que no entrara a la competencia de los Globo o los Óscar.
El filme se centra en Gloria, una mujer divorciada de 58 años, con dos hijos y un trabajo monótono, que no se resigna a terminar su vida sola. Lelio está a punto de pasar la página de Gloria, pero siempre hay alguien al otro lado del teléfono o en su correo preguntándole por una mujer que va camino al podio de las heroínas de la pantalla grande.
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¿De dónde surgió este personaje del que ha dicho que en el cine no merecería ser protagonista?
Es supermisterioso porque es muy intuitivo y me cuesta encontrar el momento en que surge. Nos preguntamos con mi coguionista, Gonzalo Maza: «¿de qué queremos escribir?». Le dije que me gustaría mucho escribir sobre una mujer de la generación de nuestras madres. Él abrió los ojos y entonces dije: «Ah, aquí vamos a hacer algo».
¿Y cómo fue llegar a la Gloria final?
En el proceso surgió la imagen de una mujer cantando en el auto, algo que viví con mi madre hasta el hastío. Ella siempre ponía casetes en el reproductor reversible con boleros de la Pequeña compañía y pesadillas de ese calibre. Yo le tiraba los casetes por la ventana y ella los recogía, y eso que odié tanto de niño no solo hizo que me sepa todas las baladas sino que me regaló esta película. Creo que hay algo muy humano en una mujer que canta en su auto, habla de la soledad, de esa capacidad femenina de andar con los sueños a cuestas, con los deseos a flor de piel.
¿Cómo se acercó a otras mujeres para escribir el guión?
Las conozco por mi madre y sus amigas. Cuando me tomo una copa con ellas me pongo de su lado porque están viviendo algo muy feroz: un proceso cruel de desaparición, de hacerse invisibles en una sociedad donde la belleza es entendida como una obsesión por la juventud. Nunca sabremos ver la belleza que hay en la vejez en un mundo lleno de historias que miramos de manera condescendiente e infantil, o tendemos a abandonar. La película dice que la madre está viva y puede desear, gozar y amar. Quizás nosotros deberíamos también desearla, gozarla y amarla.
¿Qué le han dicho su mamá y otras mujeres de la película?
A mi madre le encantó, madre es madre. En Chile y otros lugares, muchas mujeres me decían «yo soy Gloria, yo soy esa mujer, ¿cómo pudieron retratarme?». La película ha logrado enlazarse con la fantasía del espectador.
Se esperaría que una mujer escribiera y dirigiera esta película.
Me lo han comentado y me ha puesto en una situación muy especial y es que las mujeres creen que ahora yo las entiendo. Pero yo no entiendo a las mujeres, yo las amo. Y es porque no las entiendo que también hice Gloria.
¿Cómo definiría esta historia que podría haber sido un drama intenso?
El tono de la película se podría definir como tragicómico, agridulce. Así como cantan la bossa nova Aguas de marzo, que es una canción que tiene dolor y tristeza, hay también sensualidad, como que te lleva de la mano y puede decir las cosas más tremendas de la manera más dulce. Eso fue lo que buscamos, la película saca unas carcajadas y al mismo tiempo te da un golpe.
¿Cómo fue su trabajo con la actriz Paulina García?
Mi papel de director es abrir el radar a la co-creación. Paulina tenía la responsabilidad de sostener la película en sus hombros y el peor error que yo hubiera podido cometer era pretender tener la solución de todo. Llegué con miles de preguntas que se juntaron con las miles de ella y en ese preguntarse fuimos armando todo.
También se aborda explícitamente la sexualidad en la edad madura, algo que Latinoamérica no está acostumbrada a ver.
Latinoamérica tiene esas mujeres, yo las conozco, las he visto y he bailado con ellas. La vida se alargó, hoy tener sesenta años no significa ponerse pantuflas y encerrarse a hacer crucigramas. Hay todo un capítulo nuevo de vida que se abre e incluye el erotismo, y era un deber ético mostrar la desnudez adulta de una manera frontal. Si incomoda o toca, es problema de quien ve; yo veo belleza, veo que hay vida.
En la Berlinale de 2013, Gloria compitió con filmes de mujeres en situaciones cotidianas y extremas. ¿Se están volviendo tendencia esos personajes femeninos?
Son sincronías que demuestran que todos vivimos conectados por una membrana invisible y el arte es el gran sismógrafo de aquellos temas o territorios en que debemos adentrarnos como colectividad. Es un síntoma de que hay que traer esos temas adelante y por alguna misteriosa razón tenemos que pensar en la mujer, pero iría más allá, en lo femenino. Yo prefiero pensar en Gloria como una película humanista más que feminista, que ha pasado por el cedazo de las feministas más militantes y ha salido victoriosa.
AFP/EFE Sebastián Lelio y Paulina García
Con el nombre de su película los cinéfilos piensan en la Gloria del director John Cassavetes. ¿Cuál es la conexión?
Tiene relación porque John Cassavetes es el Everest y Gena Rowlands (Gloria en el filme de culto de 1980), el Himalaya. Ella y ese papel lo tuvimos siempre presente para desarrollar el de Paulina García. Hablamos mucho de esas mujeres que son más grandes que la vida y es algo que me gusta ver en el cine, abrazándola con todo lo que ella trae. Tiene un elemento muy libertario y esa capacidad de abrirse al bien y al mal, con una actitud de «venga lo que venga aquí estaré con la mente en alto».
¿Qué historia quiere contar después de Gloria?
Una manera rápida sería decir que es una respuesta masculina a Gloria. Quiero mostrar las emociones de la masculinidad y sobre todo de esa generación que en Chile se hizo adulta cuando comenzó la dictadura. Ellos sintetizan los últimos cuarenta años del proceso histórico social que el país ha vivido. Los que tienen sesenta años hoy han vivido el sueño utópico y la caída de Salvador Allende, y luego la instauración del capitalismo más descarnado de Latinoamérica. Hagan lo que hagan, traen a cuestas esa historia vibrando en la piel.
¿Cómo lo toca el tema de la dictadura?
Crecí en la dictadura. Esa fisura del golpe es el gran fantasma en Chile, como en Colombia la violencia. Lo interesante es hablar oblicuamente de las cosas. Después de los años ochenta ya nadie puede hacer una película histórica. Es como cuando hay que matar el monstruo de siete cabezas pero para hacerlo hay que ver el reflejo en el escudo. Lo que ha pasado con lo que se ha llamado el novísimo cine chileno es que de alguna forma se ha mirado a través del reflejo, del rebote.
¿Qué giro cree que está dando el cine Latinoamericano?
Son como los viñedos. Hay épocas que Argentina da años de buen cine, aparece Colombia con una cepa y da también. Creo que México está haciendo cosas muy potentes con gente como Carlos Reygadas, Fernando Eimbcke, Amat Escalante y Yulene Olaizola. En 2005 en Chile aparecieron las películas de los de la nueva generación pero nadie se sentó a hacer una lista de estética de nuestro cine sino que fue producto del proceso histórico. Llega un momento que el cine de un país necesita aparecer para contar, decir, nombrarse a sí mismo. Después es cuidar la cepa.