Guillermo Garrido, un papá para 560 jóvenes
El hogar para jóvenes con sida que dirige Guillermo Garrido está rodeado de luz. Se trata de una casa enorme en el barrio Pance, en Cali, donde los rayos del sol se cuelan por lado y lado desde el patio central y desde el jardín. Sin embargo, a la hora de grabar las entrevistas para Titanes Caracol, los jóvenes nos pidieron que lo hiciéramos en el lugar más oscuro de la casa. No iba a ser una tarea fácil. Garrido diseñó este hogar hace más de veinte años para que fuera un espacio iluminado, cálido, fresco y alegre. Para que sus jardines con sus ancestrales árboles y sus coloridas heliconias representaran la esperanza y la vida. Pero el mundo detrás de la puerta de la Fundación Fundamor no es así. La discriminación contra los enfermos con sida sigue vigente y los jóvenes que entrevistamos tienen miedo de ser excluidos de los círculos sociales donde su condición es desconocida.
Lo que no sabían estos jóvenes es que, a veces, para que un rostro se vea oscuro en televisión, es necesario rodearlo de una luz intensa. Es decir, el rostro no recibe luz directamente, sino que esta, sobrexpuesta en la cámara, lo envuelve sin tocarlo: metáfora de la realidad que los muchachos viven en el exterior de la fundación. Su enfermedad ha de permanecer en la oscuridad, en un mundo de luz. La experiencia fue impactante para quienes estaban frente a la cámara como para quienes estábamos detrás de ella. No había otra salida que contar de frente sus historias, las cuales están íntimamente ligadas a la de Guillermo Garrido.
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Se trata de tres historias similares. Dos niños y una niña que fueron abandonados casi recién nacidos por sus padres cuando se enteraron de que les habían pasado el virus. Garrido sospecha que los padres de estos tres jóvenes ya murieron. Él los recibió de meses y hoy andan entre los 18 y los 20 años de edad. Sus padres no regresaron jamás. Al igual que otros 560 niños, niñas y adolescentes, este es el único hogar que conocen. Guillermo y su esposa Virginia son lo más parecido que han tenido a un padre y una madre. Los Garrido comenzaron su obra social con hogares donde acompañaban a morir dignamente a indigentes con sida en Cali. A medida que avanzaba la ciencia, la enfermedad dejó de ser una sentencia de muerte y se convirtió en una condición con la que se puede vivir. Por eso, redefinieron su misión y ahora se encargan de criar y de preparar para una vida adulta e independiente a estos jóvenes que un día fueron abandonados por sus padres, mas no por la humanidad.
Uno de los entrevistados quiere ser futbolista profesional; el otro estudia para ser joyero y la jovencita está en la universidad y estudia Comunicación social. A diferencia de sus padres, ellos se atreven a soñar y no es solo porque diariamente se tomen un coctel de medicinas para mantener controlado el virus, sino porque Guillermo Garrido les dio alas para volar.
Mientras tanto, Guillermo quisiera que estos muchachos no se escondieran. Que dijeran sin temor frente a una cámara que tienen sida y que no por eso hay que tenerles miedo o sentir rechazo. Pero aún no ha llegado ese momento. Cuando terminamos las entrevistas, los jóvenes quisieron ver la grabación para confirmar que sus rostros fueran siluetas oscuras imposibles de reconocer. Les mostramos las imágenes sin reproche y sin saber a ciencia cierta por qué escondieron su identidad. Será que no están listos para ser señalados como personas que viven con sida; o será que el mundo detrás de estas paredes no está preparado para enfrentar sus propios temores ante esta enfermedad que puede ser sinónimo de luz y vida.