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Seguramente todavía no podrá arreglar un computador, ni diseñar una casa o comprender términos técnicos de alguna especialidad profesional. Pero tu hijo sí tiene facultades para realizar solo diversos trabajos y desempeñar labores acordes con su edad.
Pero si con frecuencia se rehúsa a ejecutar tareas que todo niño con su nivel de desarrollo está en capacidad de hacer, o permanentemente te pide a ti o a otras personas ayuda, colaboración o acompañamiento, es factible que esté exteriorizando un problema de autoconfianza.
Sigue a Cromos en WhatsAppEs probable que la inseguridad que transmiten muchos niños tenga relación con problemas psicológicos por ansiedad, temor, estrés o exagerada intranquilidad, que nacen como respuesta a vivencias y sucesos experimentados en el hogar o en otros espacios sociales, entre ellos: proceso de formación basado en el autoritarismo o en la sobreprotección, ausencia de amor y de afecto, rivalidad con hermanos u otros miembros de la familia o dificultad de adaptación al centro educativo.
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Si bien es cierto que hay inseguridades y miedos temporales, comunes en el proceso de desarrollo integral de todo niño, también hay otros que perduran en el tiempo, e incluso persisten hasta la adolescencia y más allá, provocando diversas dificultades en la edad adulta, tanto a nivel personal y profesional, como emocional.
“No puedo hacerlo mami”, “acompáñame, por favor”, “voy a intentarlo, pero no voy a poder”, son frases que en voz de un pequeño indican falta de confianza e inseguridad para descubrir y fortalecer sus propias destrezas y cualidades.
Lo anterior, imposibilita o reduce sus posibilidades de tener amigos y entablar relaciones con otras personas, pero también de resistir fracasos y aprender de ellos, pues se siente inferior a los demás y presenta una personalidad introvertida, con temores, timidez y retraimiento.
Si tu hijo presenta estas características, es fundamental que desde ya hagas tu mayor esfuerzo para fortalecer su autoestima, con el fin de que pueda crecer y madurar física y mentalmente, con seguridad para enfrentar retos y responsabilidades, siempre en un ambiente acogedor.
“El niño requiere de espacios y entornos protegidos, en los que esté y se sienta aceptado por su familia, y por las personas allegadas, con sus propias características, con sus defectos y con sus virtudes; en pocas palabras, tal y como es. También necesita que escuchen sus alegrías y sus tristezas”, comenta Cecilia Buitrago, psicóloga especialista en educación.
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Tu hijo no trae bajo sus brazos un manual sobre seguridad y confianza; son cualidades que adquiere como respuesta a un proceso educativo y formativo que se implementa desde su nacimiento, sustentado en el afecto, el apoyo, el respeto y la comprensión de sus fortalezas y debilidades.
Y dicha autoconfianza comienza a afianzarse y a enriquecerse desde muy temprana edad con pequeños y grandes logros, reconocidos por ti y tu pareja, como cuando comienza a gatear y después a caminar, al pronunciar su primera sílaba hasta formar una palabra, o al leer un párrafo completo sin titubear y luego finalizar un libro, por ejemplo.
De esta manera, tendrás la oportunidad de formar un niño que desee establecer relaciones óptimas con familiares y otros infantes; preparado para expresar con claridad sus opiniones, sentimientos y emociones; ávido por afrontar nuevas experiencias y desafíos; insistente para alcanzar objetivos, a pesar de las decepciones; feliz con su forma de ser y de actuar y preparado para tomar decisiones.
Son características de un niño seguro de sí mismo y con confianza. Y si quieres afianzarlas aún más, ten presente las siguientes sugerencias:
Permítele “volar”.
Es fundamental que le des libertad para desarrollar labores que ya esté en capacidad de hacer, por ejemplo, tender su cama, ordenar los juguetes o servir la mesa. De esta manera, entenderá que puede asumir retos y se animará a enfrentarlos y sacarlos adelante.
Exáltalo.
Por más minúsculos o insignificantes que parezcan, pondera sus avances y demuéstrale tus emociones y sensaciones frente a los logros que obtiene día a día.
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No lo reproches.
Especialmente cuando están con otras personas; si tienes que corregirlo por un mal comportamiento o sugerirle algo, espera a que estén solos, pero hazlo siempre con respeto, sin burlarse de él ni ofendiéndolo.
Tenlo en cuenta.
Trata de prestarle atención y de escucharlo siempre cuando tenga algo que contarte. Que sepa que confías en él y que cuenta contigo para disfrutar de sus conquistas y apoyarlo en sus fracasos.
No lo presiones.
“Al exigirle tareas que no está en edad de sortear positivamente, además de no hacerlas, no le pondrá ningún interés. Cada infante tiene su propio ritmo de desarrollo y, por lo tanto, hay que darle el tiempo suficiente para que realice las labores, teniendo en cuenta sus capacidades y sin intimidarlo”, explica Cecilia Buitrago.
Deja de compararlo.
Con sus virtudes y defectos es único e irrepetible; por tal motivo, evita confrontarlo con hermanos o amigos. Frases como: “Por qué Juan lo puede hacer y tú no” o “es que Valentina, a diferencia tuya, si sabe comportarse”, no son prudentes y lo harán sentir mal.
Aliéntalo.
Es importante que ser sincero con él cuando no realiza adecuadamente sus tareas o no cumple con sus deberes, con el fin de que sepa que tiene que esforzarse más. Sin embargo, motívalo para que continúe adelante tratando de perfeccionar sus destrezas y experimentar con nuevas.