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Cada vez es más frecuente el porcentaje de parejas separadas o divorciadas, y muchas veces quienes pagan los platos rotos y sufren las consecuencias son los hijos, a quienes les cuesta trabajo aceptar su nueva realidad y adaptarse a los cambios que surgen en sus vidas.
Trastornos emocionales como depresión o ansiedad, problemas de conducta y de interacción social, dificultades para el aprendizaje o bajo rendimiento académico, desmotivación, e incluso enfermedades como cáncer, asma, obesidad, hipertensión y coronarias, entre otras, son algunas de las secuelas que podrían experimentar algunos niños por la separación de sus padres.
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Y aunque no todos los niños sufren de la misma manera ni presentan las mismas características porque cada caso es único, y el divorcio no necesariamente les impide ser felices, un estudio reciente ha planteado la posibilidad de que aumente el riego de que sufran problemas de salud física y mental.
Así lo determinó el trabajo publicado en Child Development y realizado por el Instituto de Investigación y Educación para el Avance de la Salud Infantil (REACH, por sus siglas en inglés) de la Universidad Estatal de Arizona, en Estados Unidos. La conclusión a la que se llegó indica que los niños sienten miedo de ser abandonados si sus padres divorciados o separados tienen conflictos entre sí, situación que también puede ocasionarles problemas de salud mental.
“El conflicto es un factor de estrés importante para los niños, y la relación entre la exposición al conflicto interparental y los problemas de salud mental en los niños está bien establecida en todos los tipos de familia: casados, convivientes, separados y divorciados”, anotó Karey 0′Hara, profesora asistente de investigación de psicología en la Universidad Estatal de Arizona (ASU) y primera autora del artículo.
Según O’Hara, los inconvenientes surgidos entre los padres divorciados o separados apuntaron a que los niños sintieran temor a ser abandonados por uno o los dos padres, y dicho sentimiento se relacionó con futuros problemas de salud mental, principalmente en aquellos hijos que tenían relaciones muy cercanas y estrechas con sus padres.
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Por estudios desarrollados anteriormente que involucraban niños integrantes de familias con padres casados o que vivían juntos, los investigadores conocían que los pequeños percibían las desavenencias entre sus padres como una amenaza, y por esta razón se interrogan frecuentemente sobre si sus padres se van a divorciar.
Con el fin de comprender cómo los hijos de padres divorciados o separados interpretaban los conflictos entre sus padres, los investigadores encuestaron a 559 niños, entre los 9 y los 18 años, que intervenían en el programa New Beginnings (diseñado para promover una crianza eficaz después del divorcio o separación), relacionada con su exposición a los conflictos.
Las preguntas de dicha encuesta estaban encaminadas a saber si los padres peleaban en su presencia, si hablaban mal de la expareja o si les pedían que llevaran mensajes al otro padre, entre otras temáticas. Se determinó que los niños que estaban expuestos a los conflictos de sus progenitores manifestaron un miedo persistente a ser abandonados por uno o ambos padres.
Como se conoce que las relaciones entre padres e hijos que mantienen un nivel de calidad protegen a los niños contra el estrés, los investigadores pensaban que los menores que sostenían relaciones firmes con sus progenitores tendrían menos temor al abandono y problemas de salud mental. Sin embargo, los integrantes del equipo no hallaron un efecto que lo demostrara.
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“Una relación sólida entre padre e hijo tenía un costo cuando el conflicto entre padres era alto. Tener una relación de crianza de alta calidad protege, pero es posible que la crianza de calidad por sí sola no sea suficiente en el contexto de altos niveles de conflicto entre padres divorciados”, señaló O’Hara.
El objetivo del Instituto REACH de la Universidad Estatal de Arizona es poner en práctica el estudio realizado y promover el bienestar de los niños. Para ello, el equipo de investigadores trabaja actualmente en el diseño de un tratamiento para ayudar a los niños a saber enfrentar los conflictos de sus padres después de la separación o el divorcio.