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Como forma de realización personal y familiar, muchas parejas planean durante semanas, meses y hasta años, la llegada de un nuevo integrante al hogar. Con amor, esperanza y esmero analizan cada detalle para ofrecerle a su hijo bienestar, prosperidad y lo mejor de lo mejor, en la medida de sus posibilidades.
Sin embargo, con el nacimiento del bebé, el espacio, el tiempo y la dedicación que compartían, y el afecto que se profesaban, ahora también tendrán que exteriorizarlos hacia un tercero que, a decir verdad, es quien más requiere de atención. Su llanto, las horas de alimentación, los cambios frecuentes de pañal, las enfermedades y, por supuesto, su necesidad de amor, precisarán del cuidado de los padres gran parte de cada jornada.
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“Cuando las parejas tienen hijos de manera planeada, se han preparado para ello desde antes del embarazo. Esta preparación la hacen porque consideran que su relación es fuerte y consolidada, y es el momento de darle la bienvenida a un nuevo miembro de la familia. Si la decisión es tomada de manera consciente, pueden manejar los cambios que trae el nacimiento de un hijo”, considera la psicóloga clínica Liliana Machado.
Pero este catálogo de demandas origina diversas transformaciones en cuanto a prioridades, nuevos roles como padres, más agotamiento físico y mental y menos tiempo para la pareja, motivos por los que puede haber descuido de la relación, tensiones en la convivencia, distanciamiento y una ruptura del lazo que antes los unía y los fortalecía.
Si a lo anterior se suma la inexperiencia, la ansiedad ante los nuevos retos y la recarga de responsabilidades relacionadas con el cuidado del bebé en uno de los miembros, mientras que el otro se siente desplazado, es muy probable que los problemas se agudicen.
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Por lo señalado, si te encuentras en una situación similar, es primordial que intentes conservar y mantener firme la relación sentimental, buscando el equilibrio ideal entre el papel de esposos y el rol de padres. Las siguientes recomendaciones te ayudarán en este propósito.
Mantengan buena comunicación.
Propiciada desde antes del nacimiento del bebé pero extensiva durante toda la convivencia, y mediante la cual se expongan con franqueza, respeto y honestidad, expectativas, temores, disgustos, alegrías, frustraciones, y la distribución de los deberes. Es esencial ser sensibles ante las necesidades del otro, ser empáticos, saber escuchar y comprender lo que siente y cómo entiende lo que va sucediendo.
“Hay muchas cosas que deben tener en cuenta: cambios a nivel físico, biológico y psicológico de la madre, que requiere del cuidado y comprensión de su pareja; cambios que se generan en las rutinas de sueño, alimentación y manejo del mundo social: visitas de familiares, amigos, compañeros de trabajo; el cuidado y la protección del bebé”, complementa Liliana Machado, con maestría en Psicología Clínica y de la Familia, de la universidad Santo Tomás.
No se alejen.
Existe la tendencia a relegar a la pareja por prestar más atención al bebé. Pero sin eludir los compromisos adquiridos y los acuerdos a los que han llegado, es posible que realicen y disfruten actividades solos los dos, y otras con el nuevo integrante de la familia. Tendrán que hacer más sacrificios y robarle tiempo a los descansos, pero lograrán una unión más sólida que permitirá que tu hijo crezca y se desarrolle bien física y emocionalmente en un ambiente estable.
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Pongan interés.
La relación es de los dos, por lo tanto las soluciones también. Es vital que cada uno de ustedes ponga de su parte y entregue el mayor esfuerzo y dedicación para que con mucha voluntad mantengan viva la llama del amor, a pesar de los reproches, las quejas, los malos momentos o las desavenencias, que al fin y al cabo forman parte de toda unión sentimental.
Planifiquen.
El trabajo en equipo es fundamental para que con mucha responsabilidad puedan organizarse adecuadamente, repartir bien las tareas de cada uno y acostumbrarse, sin perder la tranquilidad y el buen sentido del humor, a las rutinas y al nuevo ritmo de vida que impone el nacimiento de un bebé: lactancia, baño, desvelos, cuchicheo, cambio de pañales…
“Cuando la pareja está unida, tranquila y los dos se respaldan mutuamente, construyen un ambiente seguro para el bebé. Por eso es importante fortalecer los vínculos entre los dos y entender que la construcción del hogar depende de la unidad”, resalta Liliana Machado.
Asignen responsabilidades.
“Yo le cambio el pañal, tú lo duermes”, “hoy lo llevo al colegio, tú al médico”; baño, cumpleaños, actividades extracurriculares, ayudarlo con las tareas, arreglo de su cuarto... La distribución de compromisos debe ser equitativa, dialogada y acordada entre tú y tu pareja, pues son muchos y desgastantes, sobre todo si en su mayoría recaen en una sola persona. Ten presente que las obligaciones y responsabilidades no son exclusivas de los primeros meses o años de vida.
Interactúen con otras parejas.
Es normal que en cursos psicoprofilácticos, de estimulación temprana, en guarderías, etc. exista contacto con otros matrimonios que hayan pasado o estén pasando por algo similar, situación que puede ser aprovechada para intercambiar experiencias, compartir opiniones, sensaciones, recomendaciones o, incluso, pedir ayuda para que tu unión funcione bien. Las parejas de las familias también pueden aportar ideas valiosas.
Mímense.
Además de mamá o papá, también son seres humanos. Por lo tanto, conserven las frases, los detalles y las actividades que permitieron que se enamoraran: arreglos florales, chocolates, un “te quiero”, abrazos, caricias, cartas sentidas, idas al parque, a cine o a tomarse un café, paseos, etc. Además, no descuiden su aspecto personal y, mucho menos, el espiritual.
Valórense.
Con sus defectos y virtudes, triunfos y fracasos, cada uno es importante y necesario para el otro. Reconózcanse mutuamente y a menudo sus valores y destaquen lo positivo sobre lo negativo que cada quien tiene.
No descuiden la intimidad.
La pasión y atracción no deben morir; por tal razón, es primordial que aflore la creatividad en el encuentro erótico, y que a través de este se transmitan afecto y amor por medio de besos, caricias y palabras cariñosas, entre otras alternativas.