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La fiebre es un mecanismo de defensa del organismo cuando se manifiestan una infección por virus o bacterias o ciertas enfermedades. En ese momento, el termostato interno, que ajusta la temperatura del cuerpo, la incrementa por arriba del nivel habitual para ayudar a enfrentarlas.
La temperatura es valorada como normal cuando su lectura se ubica y se mantiene alrededor de los 37°C. (36.4 - 37.4°C). Sin embargo, ten presente que puede modificarse por la edad de tu pequeño, su nivel de actividad o según la hora del día; habitualmente es más elevada al caer la tarde y cuando se avecina la noche, y más baja durante las madrugadas y temprano en las mañanas.
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Aunque te cueste creerlo, porque le genera incomodidad y molestias a tu hijo, la fiebre es una señal positiva, pues significa que el organismo está batallando contra alguna infección o enfermedad y fortaleciendo su sistema inmune ante la amenaza que se cierne contra él.
Resfriado, gripa, dolor de garganta, neumonía, meningitis, inflamación del cerebro, enfermedades virales e infecciones de oídos, intestinales, del tracto urinario o de la sangre, son algunas de las alteraciones en la salud que pueden ocasionar con mayor frecuencia fiebre en tu niño.
Es importante que sepas que es probable que cuando tu pequeño tenga fiebre, tanto su respiración como el ritmo cardiaco sean más rápidos de lo habitual, o que le den escalofríos tan pronto la temperatura comience a subir, y sudor cuando la fiebre empiece a ceder.
Si su rango de edad está entre los 6 meses y los 5 años, también es factible que tenga episodios de convulsiones febriles, que suelen durar poco tiempo y pueden generar pérdida de la conciencia, oscurecimiento temporal de la piel, temblores en todo el cuerpo y a veces rigidez. Suena alarmante, pero generalmente no representan gravedad. De cualquier forma, consulta con un pediatra lo más pronto posible, sobre todo si duran más de 15 minutos y hay vómito, somnolencia o dificultad para respirar.
“No todos los casos requieren atención médica, pero debes consultar con el especialista o ir a urgencias si tu hijo tiene fiebre que no mejore con medicamentos (antipirético) y medios físicos en dosis adecuadas, si permanece más de tres días con fiebre sin ninguna causa, y si está asociada con signos de alarma, como alteración de la conciencia, rechazo total de la alimentación o decaimiento marcado”, recalca Natalia Rincón Agudelo, médica cirujana y especialista en pediatría de la Universidad Nacional de Colombia.
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Si la fiebre se acompaña de deshidratación, rigidez en el cuello, dolor al orinar, diarrea frecuente, intenso dolor de cabeza, de oído o de garganta, también es recomendable que te asesores con el pediatra. De igual manera, si es menor de 3 meses y la temperatura llega a 38°C, o si varias veces la lectura sobrepasa los 40°C.
¿Pero dónde ponerle el termómetro para salir de la duda? No es la mejor alternativa comprobar si tu hijo tiene fiebre con solo tocar su piel; es más indicado hacerlo con un termómetro, y mejor si es digital.
Para mayor exactitud en la lectura, la temperatura rectal es la más aconsejable para los niños, pero también puede tomarse en la frente, en la boca (de 4 años en adelante), en el oído (desde los 6 meses de edad) y en la axila, siempre y cuando se haga apropiadamente. Se considera que hay fiebre si la lectura rectal o en el oído es superior a 38°C, si la oral es mayor a 37.8°C, y si la tomada en la axila sobrepasa los 37.2°C.
“La temperatura rectal es la que nos da la idea de la temperatura central; es decir, la que hay en la cabeza y en el tronco, pero tiene dos limitaciones: si se usa un termómetro de mercurio (de vidrio), pueden ocurrir accidentes que provoquen ruptura y laceración rectal o anal. Además, por el lugar de medida, el termómetro debe ser de uso estrictamente personal. Por estos motivos técnicos se prefiere la temperatura axilar, que es muy cercana a la central, y es más fácil higienizar el instrumento de medida”, aclara la doctora Rincón Agudelo.
Como no todos los episodios de fiebre necesitan ser consultados con el pediatra, en casa puedes recurrir a ciertas medidas para tratar de aliviar a tu pequeño:
Ofrécele más líquidos:
La fiebre ocasiona que tu hijo pierda líquidos y corra el riesgo de deshidratarse; por tal motivo, es necesario que le aumentes el consumo de bebidas, y que se las des con regularidad: agua, caldos y gelatinas de sabores son convenientes, pero no las que contienen cafeína, o bebidas gaseosas y deportivas.
Suminístrale medicamentos.
Los más indicados para reducir la fiebre de tu pequeño son los antipiréticos, especialmente el acetaminofén y el ibuprofeno. Lo ideal es que te asesores de un médico, para cerciorarte de darle la dosis apropiada, según su edad y peso.
Ponle ropa adecuada:
No tienes que abrigarlo con franela, camisa, saco y chaqueta, además de sábanas y cobijas; por el contrario, vístelo con ropa ligera y tápalo con una sola manta. El exceso de indumentaria puede incrementar su temperatura corporal.
Mantén fresco el ambiente:
Su habitación debe permanecer con temperatura media y acogedora; no muy cálida, pero tampoco tan fría.
Insístele para que descanse:
Con el fin de que se alivie rápido y adquiera energías renovadas, asegúrate de que repose bien y el tiempo necesario. No lo envíes al centro educativo hasta que se encuentre sin fiebre y recuperado totalmente de la afección o enfermedad.
Permite que se duche:
“El baño corporal es un método para control térmico válido y seguro, pero se debe hacer en un sitio sin corrientes de aire, con agua tibia para que sea agradable y siempre después de administrar el medicamento contra la fiebre, a fin de evitar rebote de la temperatura”, indica la doctora Rincón.