La edad del no, la primera adolescencia
Pataletas, rebeldía y confusión han hecho que esta etapa llame la atención de los formadores y padres.
Por El Espectador
31 de octubre de 2013
¿Cómo descubriste quién eres? ¿Cómo supiste qué te gusta? Ya no lo recuerdas, sabes lo que quieres, qué te gusta comer, cuáles son tus sueños y para dónde vas. Al menos eso crees, pero hubo un tiempo en el que no sabías nada, todo estaba por descubrir, todo era interesante, desafiante y te provocaba conquistar esa cima lejana y prometedora.
Mientras tanto ahí estaban tus padres, mirando y haciendo todo por evitar que treparas por las sillas en busca del punto más alto de la cómoda corriendo el riesgo de caerte y llevarte por delante lámparas, portarretratos y demás. ¿Por qué no entienden que yo quiero ver qué hay allá? ¡Quiero estar allá arriba!
Tratar de meterse por un instante en la psique de tu hijo de dos años (o año y medio), quien está aprendiendo a manejar el movimiento (la principal llave hacia la independencia) es una gran ayuda a la hora de sobrellevar con calma y cordura esta difícil etapa. Se trata de ese período entre los 18 meses y los tres años que los anglosajones han definido como “terribles dos”, y que no es otra cosa que la etapa en la que el niño aprende a ser él mismo, distinto de sus padres y esto lo logra por negación del otro, por eso en este período la palabra preferida es “no”. Luego vendrán otras expresiones como “mío” y “yo solo”, pero cada día trae su afán.
Al respecto, la psicóloga española Rosa Jové (autora de varios libros) explica en el ensayo publicado en la página sermama.es:
“¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el ‘no’ y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él ‘no es’ porque aún no sabe realmente lo que ‘es’ ".
Pero ojalá el tema se redujera a la eterna contradicción y a las ansias de independencia. Junto con este nuevo pequeño deportista extremo viene un dispositivo invisible que convierte en monstrico a nuestro, hasta hace poco, angelito. Así, de un momento a otro los alaridos y los golpes toman posesión de él o ella (pues el monstruo no hace distinción de género) y nos enfrentamos a un pequeño Godzilla furibundo y fuera de control. Las pataletas son unas de las circunstancias para las que los papás y las mamás no estamos preparados.
Además suceden en el momento menos oportuno y más inesperado: en pleno supermercado o cuando estás por cruzar una calle llena de tráfico. Es precisamente ahí cuando la crisis revienta, y ante la negativa para hacer algo que es claramente peligroso o indebido, su frustración y confusión los lleva a explotar como una bomba. Jové explica claramente que las rabietas son “una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos”, entenderlo así quita la sensación de ansiedad de los padres de tener que imponerse.
Por qué más bien no tomar aire, esperar un poco que el volcán termine la erupción y armarse de valor para explicarle que tu amor es infinito, que lo amas a pesar de no estar de acuerdo con su actitud y que pueden hacer algo más juntos. Olvida los consejos que anuncian “no más pataletas”, eso es imposible, sin embargo, se puede llegar a disminuir el número de ellas y a ayudar a que desaparezcan con el tiempo. En la medida en la que el cerebro del niño se termina de formar y que su desarrollo lingüístico le permite expresarse mejor, las rabietas se irán espaciando hasta desaparecer.
Consejos del libro La superniñera,de Jo Frost
Entienda que las pataletas no son contra usted ni son estrategias de manipulación, en principio. Todos los niños entre los 2 y los 4 años las viven. No obstante, no se puede rendir ante una de ellas pues eso garantiza que se convertirán en estrategia.
En medio de una pataleta asegúrese de que el niño o niña no pueda hacerse daño físicamente a sí mismo o a otra persona.
Mantenga la calma y si no lo logra, salga de la habitación pues la peor idea es que usted reaccione igual que el bebé.
No busque razonar ni negociar, no tiene caso, no lo oyen. Algunos niños se calman si los sostienen, para otros es peor. Experimente y ese puede ser un buen método.
Si es un niño más grande (cercano a los 4 años) quitarle la atención puede ser la mejor solución, así que dejarlo solo en el cuarto puede ser una opción.
Aprenda a anticipar las pataletas. Cuando vea que una crisis va a llegar, ponga la atención del niño en otra cosa, buscar que se distraiga y se olvide de sí mismo.
No le dé opciones para escoger pues no siempre a esa edad saben lo que quieren. Ya se encuentran en situación de ambigüedad por sí mismos así que no la incremente. Dígale claramente lo que espera de él o ella.
Recuerde que...
A esta edad el niño todavía no comprende plenamente los conceptos de norma y aviso. Es por esto que repite las conductas y hay que decirle una y otra vez lo que se espera de él. Solo con el tiempo esto se convertirá en una norma, siempre que la reacción de los adultos sea coherente cada vez.
Aunque empieza a ser grande sigue inmaduro. No imparta normas imposibles de cumplir.
Los estímulos positivos son más eficientes. Los castigos funcionan, pero recuerde que golpear al niño refleja solo su falta de control.
Es indispensable ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace. Es decir, siempre que usted advierta debe cumplir su ‘promesa’.
También es necesario ser consecuente, en otras palabras que exista una relación entre conducta y castigo. Si es una falta menor, no puede castigarlo severamente.
Aunque repetir sea aburrido, es la única manera de que un niño de 18 meses a 3 años logra incorporar ciertas normas. No se desanime, puede encontrar maneras divertidas de recordarle los límites.
No limite su relación a ‘resolver’ su mal comportamiento. En la medida en que usted se involucre en sus juegos puede enseñarle desde el ejemplo cómo hacer lo que se espera de él.