Cortázar estuvo en Colombia como invitado especial de la Gala Volar Más Alto, que realizó la Universidad Jorge Tadeo Lozano para recaudar fondos para cerca de 2.000 estudiantes, a quienes la institución apoya con becas y subsidios de alimentación, transporte y materiales. / Jaime Rubiano
Una habitación blanca y cálida con vista al mar. De espaldas a la ventana, un hombre sentado en una hamaca. Tiene el cabello corto con visos dorados, una pantaloneta y tenis negros. Sonríe y habla con dos personas que están sentadas en una cama delante de él. Son su papá y su amiga Teita, a quienes no ve hace meses, así que trata de sacarle el jugo a cada segundo. El hombre es el diseñador de moda Esteban Cortázar y esa escena se ha repetido por años.
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Sigue a Cromos en WhatsAppLa casa es blanca, colonial y está justo al frente de las murallas de Cartagena. En la terraza, que tiene una vista maravillosa, hay una mesa de madera y sillas acolchadas que adornan el espacio. Son las cuatro de la tarde pasadas y Cortázar se devuelve al pasado en medio de un calor sofocante.
—Siempre viví en un ambiente artístico y muy bohemio. Desde chiquito quería expresarme de una manera artística y lo que más quería era entrar a Misi. Empecé a saber de María Isabel Murillo porque mi mamá me llevaba a los shows, cuando eran pequeñas jugaban juntas. Las familias se conocían. Con Misi, a quien recuerdo mucho, aprendí de disciplina y profesionalismo.
Cortázar estuvo en Misi desde los 4 hasta los 10 años. Además de actuar y bailar, se metía al cuarto de vestuario con Josefina Samper, la madre de Misi y quien hacía los atuendos. A Esteban le gustaba tocar las telas y sentir las texturas.
—Después de muchos años hice vestuarios para la compañía infantil de Misi porque ella siempre quería involucrar a sus antiguos talentos de otras maneras.
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Esteban Cortázar nació en 1984, en Bogotá. Es hijo de Valentino Cortázar, un artista bogotano, y Dominique Vaughan, excantante de jazz y profesora espiritual inglesa.
– Siempre tuve el apoyo de mis padres. Me dejaron ser. Recuerdo que me encantaba jugar con la ropa de mi mamá o vestirme con sus prendas. Decirle qué ponerse. Jugar con sus perfumes y maquillaje. Tenía una colección de sombreros increíbles. De ahí nació mi interés por la moda.
— Esteban nació en un ambiente muy artístico y siempre se le empujó a hacer lo que quería –recuerda su madre–. Cuando yo me vestía para cantar, él siempre tenía algo para decir. Por ejemplo, que esos zapatos no quedaban. Vivía fascinado con los vestidos y todo lo que tuviera que ver con la moda.
Tras su separación, Valentino se mudó a Estados Unidos, y Dominique se quedó en Bogotá con Esteban. A los 10 años, el pequeño manifestó su deseo de mudarse a Miami con su padre.
—Pienso que son cosas de la vida. Desde chiquito siempre quise ser cantante, actor o bailarín, pero la moda me empezó a llamar más la atención. Especialmente, cuando llegué a Miami, a comienzos de los noventa. En la época de Gianni Versace, yo vivía con mi papá a tres cuadras de él. Estaban fotógrafos como Patrick Demarchelier o Herb Ritts, y supermodelos, como Campbell, Schiffer o Kate Moss. Estaba Madonna. Grandes personas de todas las industrias artísticas que iban a trabajar o a pasarla bien. Me empecé a involucrar desde temprana edad con ese ambiente y me inspiró mucho estar en la moda. Veía los desfiles y la moda como una manera de contar una historia.
— Vivíamos arriba de un restaurante, que se llamaba News Cafe, en Ocean Drive, –cuenta su padre–. No teníamos televisión, estaba la creatividad máxima. Leíamos revistas, libros, íbamos a cine y alquilábamos películas. Le fascinaba ver películas de moda y los desfiles de Versace, Balenciaga, entre otros. Repetía y repetía. Estaba bien enrollado con la moda.
El primer desfile de Esteban fue a los 13 años y estaba en sexto grado. En el colegio anunciaron un show de talentos y él decidió hacer un desfile de moda. Se juntó con tres compañeras de clase: una cubana, una americana y una jamaiquina. Las ‘entrenó’. Les dijo cómo debían modelar, porque sabía imitar a Naomi Campbell y a Cindy Crawford, las top models de la época.
—Ese fue el primer desfile. Decidí imitar los ambientes que estaba viendo a mi alrededor y lo que me inspiraba en la calle donde vivía. Me enrollé sin saber lo que estaba haciendo. Fue muy espontáneo. Muy puro.
—¿Sus compañeros lo criticaron?
—Mis papás siempre me apoyaron en todo lo que quería hacer. Siempre me hicieron sentir seguro. Nunca me importó lo que decía la gente. Siempre estaba rodeado de gente mayor. Nunca me interesó lo que pensaban.
En 1997, con 13 años, fue invitado por el diseñador Todd Oldham a su pasarela en la Semana de la Moda de Nueva York. Se apasionó, se sintió libre, pleno. Ahí decidió dedicar su vida a la moda.
Luego, Valentino Cortázar se fue a vivir a la casa colonial de Cartagena y Dominique Vaughan se mudó a Miami para estar con Esteban, quien terminaba sus estudios en el Design and Architecture High School (Dash). Ahí aprendió de patronaje, corte, diseño e ilustración. Poco después, a los 15 años, se fue a Nueva York para empezar oficialmente su carrera en la industria de la moda.
—Cuando tenía 17, iba a presentar mi primera colección en la Semana de la Moda de Nueva York, pero ocurrió lo del 9/11. La mostré en Miami y en el 2002 la presenté en Nueva York. Fui el diseñador más joven de la historia en presentar una colección en la gran manzana.
Desde ese momento, el mundo lo conoció como el ‘niño prodigio de la moda’. Ese sueño, en el que jugaba a ser el actor de su obra, se hizo real. Lo que vino después, la prensa lo contó y el mundo de la moda lo sabe: que Cindy Crawford y Naomi Campbelle desfilaron sus diseños; que le ha pedido consejos a la editora de Vogue e ícono de la industria, Anna Wintour; que salió en el show de Oprah; que es gay; que hace parte del Consejo de Diseñadores de Moda de América; que le hizo el vestido de matrimonio a Carolina Guerra; que estuvo dos años en la casa de moda parisina Ungaro, y que salió porque no negoció sus convicciones.
— A París llegué, en el 2007, para una entrevista. En el 2008 tomé las riendas de la casa francesa Emanuel Ungaro, como director creativo. Fue una gran época que cambió mi vida. Sin embargo, en el 2010 tenían una estrategia como marca que no iba con mi visión. Fue difícil, pero decidí renunciar.
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Las historias de los íconos se construyen tras bambalinas: cuando son ellos los que se emocionan y suspiran con sus propios ídolos.
—La noche que conoció a Madonna, estábamos en la casa pintando –cuenta con emoción su padre, un cachaco sonriente, elegante y de pelo blanco–. Esteban tenía una amiga y me dijo “Me gustaría invitarla a comer a un buen restaurante”. Salieron caminando, porque el lugar quedaba a tres cuadras de la casa. Como a la hora llega afanado y me dice: “Vengo por mis diseños, Madonna los quiere ver”. Al volver del encuentro, Esteban le contó a su padre que la dueña y amiga del restaurante lo tomó del brazo y le dijo que alguien lo quería conocer. Lo llevó a un cuarto privado y se la presentó. Ella sabía quién era el joven. Él le regaló un sombrero de vaquero que llevaba puesto.
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Hay datos que no son tan importantes a los ojos de muchos, pero que revelan la personalidad de la gente. ¿Cuál es su comida favorita?, ¿Qué serie repite hasta el cansancio? Lo de Esteban es simple: le encanta la comida japonesa, le gusta la fiesta y la vida nocturna, sus oídos aprecian desde el techno hasta la ópera, la serie que ve en este momento y lo tiene enganchado es Euphoria, y repite una y otra vez Sex and the city. Es soltero, pero se quiere enamorar. Es muy familiar.
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El estilo de Esteban es un popurrí influenciado por los lugares en los que ha vivido: diez años en Colombia, ocho en Miami, cuatro en Nueva York y doce en París.
— Defina esos lugares.
— Colombia es mi familia, la mejor naturaleza, mis raíces. Miami es calor, mis inicios como diseñador, una nostalgia de un tiempo en la moda que ya no existe, que fueron los años noventa. Es un lugar que siempre me va a inspirar y será una referencia. Nueva York es disciplina, trabajo, ritmo, comercio, oportunidades y la idea del sueño americano. Y París es sofisticación, la cuna de la moda, el nivel más alto en arte y creatividad. Allí aprendí de qué se trataba lo que quería hacer como diseñador, mi manera de hacer las cosas, la parte artesanal de mi trabajo.
— ¿En quién se inspira?
— He tenido un gran grupo de amigas. Han sido siempre mis musas. Vienen de todas partes del mundo, se visten distinto, tienen su propio estilo. Eso me inspira. Me gusta mantener un ambiente de amor, de amabilidad con las personas, de calidez. La industria de la moda y el mundo te atrapan y se te van las cosas a la cabeza. Siempre trato de mantener los pies en la tierra.
— Siempre ha sido muy buen hijo –dice su madre–. Muy tierno y noble. Desde chiquito sabía lo que quería y tenía mucho tesón, que creo que lo heredó de mi papá. Esteban tiene esa determinación de mi familia. También lleva una parte artística, porque estuve en la música y en el arte. Siempre sobrellevó los obstáculos que se le presentaron y tuvo que resolver.
— Esteban es un gran amigo, un amigo chiquito, pero sabio –cuenta Teita Villegas, quien lo conoce desde que él tenía 5 años. Es una gran inspiración en todo sentido, es el ser más humano, adorado, trabajador, disciplinado. Me gustaría que tuviera más tiempo.
—Es mi gran inspiración –dice su papá–. Mi motor de vida. Me pone a pintar el doble. Tenemos en común la creatividad. Es mi colega. Vi su despertar por el diseño. Él toca una tela y la siente y puede leer y embellecer a una mujer. La moda es su teatro.
Valentino quiere que sea feliz, que se enamore y poder disfrutarlo. También quiere darle un álbum que le hizo su abuelita, su fiel seguidora, quien guardó todas las revistas y notas en las que él salía. Tenía una montaña y un día decidió recortar nota por nota para hacerle un recuerdo, unas memorias.
Dice que las dificultades siempre están ahí. Que todo el tiempo hay que reinventarse y rodearse de las personas correctas para que funcione. Que no hay fórmula para el éxito, sino temporadas.
En el 2010 hizo una colaboración para el Éxito. Se llamó ‘Esteban Cortázar con Éxito’. E inauguró la edición de Colombiamoda de ese año.
— Para un país como Colombia es muy necesaria la democratización de la moda. En ese momento me estaba yendo bien en el exterior y decidí hacer algo para Colombia. No me interesaba hacerlo solo para el 1% del país. Quería llegarle a la gente que también me seguía, me admiraba y veía lo que estaba haciendo en el exterior. Fue increíble, porque vi en la cara de las personas que podían formar parte de mi historia.
— Esteban Cortázar es uno de los diseñadores colombianos que más ha trascendido. Es reconocido mundialmente y destacado en las principales capitales de la moda –dice Carlos Eduardo Botero, presidente de Inexmoda–. Sus diseños no son ajenos a su herencia colombiana y reflejan constantemente nuestras raíces, poniendo en alto el nombre del país, a través de su fuerte poder creativo y talento natural.
—Esteban es original y auténtico –agrega la periodista Pilar Castaño, quien se define como su hada madrina–. Siempre ha sido osado y ha mezclado las texturas. Siempre ha sido fuera de lo común. Él tiene la destreza del gran maestro y la ternura de la juventud.
En el 2012, relanzó su marca homónima en la web, con una colección cápsula para el gigante del lujo online Net-a-Porter y con la ayuda de quien fundó la página, Natalia Massenet.
—Con la marca de lujo francesa Colette hice una colaboración en el 2017. Se trataba de celebrar a Colombia a través de mis ojos. Quería celebrar la cultura de los pueblos, los dichos como “Parcero”, “Bacán”, “Juemichica”. La idiosincrasia. Miramos mucho lo que pasa afuera para validar lo que tenemos adentro como cultura.
Ha pensado en volver a la actuación. Dice que con una buena oportunidad o con algún proyecto interesante, lo consideraría.
Cortázar estaba en Cartagena porque fue invitado a participar en un conversatorio en la segunda edición del Latin America Fashion Summit.
—Me encanta el renacimiento creativo que tenemos en el país, se están abriendo posibilidades. La gente quiere venir y disfrutar. Me encanta ver que los jóvenes quieran mostrar su talento. Diseñadores, marcas y compradores nos juntamos a hablar de temas con los que tenemos relación. Es un paso grande para la industria.
También estuvo en la Gala Volar más Alto, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, de Bogotá, que busca recolectar fondos para apoyar a los estudiantes con dificultades económicas. Se exhibieron nueve prendas del diseñador y se subastaron cuatro. También ofreció un conversatorio sobre su historia para inspirar a los jóvenes.
—Creo que los mejores días de Esteban están por venir –asegura Pilar Castaño–. Él tiene un estilo ecléctico, de cortes irregulares, que tiene esencia. En la moda es importante que tengas un sello personal, es lo que te diferencia. Él siempre ha tenido ese hilo conductor, ha evolucionado con los años, pero mantiene la coherencia.
Para el 2020 lo invitaron a diseñar el vestuario para los 30 años del Miami City Ballet y a una colaboración con Nike para el equipo de fútbol París Saint-Germain. Con su marca espera implementar la sostenibilidad. En Colombia hará una nueva colección con el Éxito.
—Es un proyecto con un mensaje muy lindo, que va más allá de la moda y la estética. Tiene un sentido profundo y humano. Me tiene emocionado, porque estaré mucho más en Colombia. Los estoy retando para hacerlo lo más sostenible posible.
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—¿Qué le diría al niño de que se presentó en Nueva York?
— Que tome las cosas con calma, que no vaya tan rápido, porque eso tiene su doble filo, y que siga soñando. Soy un soñador y tengo mucha suerte de haber tenido mucho amor y apoyo. No era un niño prodigio. Se trataba de expresarme y de vivir el arte en mí. De tener esa libertad.
—¿Cómo se imagina su vejez?
—No me la imagino. No pienso en eso.
Esteban dice que no tiene un ritual antes de presentar una pasarela, pero sí habla con las modelos, les da confianza y apoyo, así como al resto del equipo. Dice que no mete en una caja a sus clientas porque son de todas partes del mundo y con diversas características físicas. Dice que quiere que su plataforma trascienda. Dice que quiere vestir a Jennifer López.
—Cuando presenta una colección, la adrenalina se le sube, pero él está acostumbrado a manejar eso desde chiquito. Siempre están los nervios normales, pero su mejor momento es cuando sale después de las modelos –dice su mamá.
Cortázar ha dicho que la moda es una religión y una obra de teatro, en la que justo antes de que se baje el telón o que se esconda la última modelo, sale él con una sonrisa arrolladora, correteando, brincando con picardía.