Francesca Miranda, una empresaria de la moda
A mano, ella pinta sobre los forros de sus vestidos de novia. Y a la par que va delineando su trazo, desbarata los tejidos de los encajes y experimenta con nuevas texturas: “tu ropa parece de azúcar” le dicen con frecuencia. Respira serena y se toma un break. Y con la misma concentración y jovialidad con que pintaba, pasa ahora a coordinar por teléfono uno de sus nuevos proyectos en Barranquilla. Así es Francesca Miranda: una mujer ciento por ciento visual, que además tiene una virtud que no muchos diseñadores pueden esgrimir: tiene el negocio de la moda en la cabeza.
La palabra diseño ha acompañado sus días desde la infancia. Se tratara de los trajes de su padre diplomático, o de los vestidos de su madre bailadora de ballet. O bien del diseño interior de sus moradas en Nueva York, El Salvador, España o Barranquilla, el diseño fue una cuestión natural a su familia.
Sigue a Cromos en WhatsAppLos inicios los marcó el estilo de su padre. Las combinaciones y texturas de los trajes que él encargaba a la sastrería Sulka de París, fueron el primer signo que orientaría su vida: “En los setenta él era un hombre avant-garde, combinaba el color negro con el gris y el morado, una mezcla que incluso hoy día los hombres no se ponen”. Y de la misma manera como quedaba perpleja con los vestidos de su padre, así mismo dedicaba sus tardes después del High school -en Estados Unidos- a intervenir las prendas que tomaba prestadas del closet de sus hermanas.
El diseño de vestuario pronto dejó de ser un hobby, para convertirse en su espacio vital. Estudió Mercadeo de Moda en Estados Unidos. Pero como le sucede a todo diseñador incipiente, mucho va de la obtención del diploma a la consolidación de una carrera. El azar y sus encuentros pusieron en su camino a Francisco Jassir, un joven barranquillero que después de un largo noviazgo se convertiría en su esposo, y sería el encargado de abrir nuevos horizontes a su carrera como diseñadora.
A su lado, conoció los primeros tejemanejes del negocio de la confección a gran escala, para luego aventurarse a diseñar su primera colección, en 1997. Tenía 27 años. “Desde el principio me sentí empresaria. Yo me aventé y abrí mi propio almacén. Empecé con dos máquinas de coser y las posibilidades me las fue creando el negocio. Me fue súper bien desde el principio”.
A la vez que arriesgaba sus primeros diseños y gradualmente los iba presentando en las pasarelas de Milán, París, República Dominicana y Miami, concretaba sus modelos de negocio: “Me gusta tomar riesgos. Si vendo 10, invierto 10. Si tú quieres crecer tienes que invertir con toda”. Atenta al detalle, Miranda se forjó a sí misma como una empresaria de cabo a rabo: le gustan los números, revisa sus cuentas, es organizada y exigente. Al punto que en ocasiones su equipo de trabajo se ve en apuros para seguir sus estándares: “si algo no es perfecto, no lo quiero”.
Ella define su estilo como atemporal: “tengo clientes que tienen mi ropa desde hace 15 años”. Su sello son las siluetas y las trasparencias. Y aunque algunos piensan que sus propuestas se ubican en un ala conservadora, Miranda sostiene que sí toma riesgos: “a la mujer colombiana le gusta sentir su ropa ajustada su cuerpo, a mí, por el contrario, me gusta diseñar ropa holgada”.
Su apuesta ha surtido sus efectos en Colombia y en el mundo. Para seguir creciendo, no obstante, ella está convencida de las bondades de entablar alianzas. Así lo hizo con la fragancia Trust, en trabajo conjunto con FEDCO. Así, también, con “Atrapa tus sueños” la nueva línea de lencería que lanzó con almacenes Éxito. Y así, finalmente, lo hará con una escuela de diseño que inaugurará pronto en Barranquilla, en asocio con un holding español. El énfasis en negocios de moda sostenibles, será su legado.