Adaptar una obra monumental como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez al formato audiovisual es un desafío inmenso. Entre los aspectos creativos clave, el diseño de vestuario destaca por su papel esencial en dar vida al universo de Macondo, ese lugar imaginario que encarna la esencia del Caribe colombiano y el realismo mágico. Catherine Rodríguez, diseñadora de vestuario colombiana, asumió esta tarea con una trayectoria sólida y una pasión única por la narrativa visual.
“El diseño de vestuario no es moda; es una rama con un espíritu narrativo propio,” aclara Rodríguez. “Nosotros vestimos personajes, no personas”. Este enfoque fue esencial en la adaptación de Netflix, donde cada prenda no solo cubre a un actor, sino que narra una historia, evoca una época y refleja el alma del Caribe colombiano.
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Úrsula en la serie Cien años de soledad
Así nació la inspiración para crear el vestuario de ‘Cien años de soledad’
Para esta adaptación, Rodríguez recurrió a una investigación rigurosa basada en fuentes históricas como las acuarelas de la Comisión Corográfica, el diccionario de técnicas de Artesanías de Colombia, textos de viajeros, entre otras. Estas referencias fueron fundamentales para recrear las siluetas, textiles y colores que definieron las épocas plasmadas en la obra.
Sin embargo, Macondo no es solo un retrato histórico. Es un espacio ficticio que combina influencias culturales y económicas, profundamente conectado con la identidad colombiana. Rodríguez y su equipo tradujeron esta complejidad en vestuarios que fusionan precisión histórica con elementos narrativos. “El chaleco de Melquíades, por ejemplo, está hecho con una técnica en terciopelo que crea pequeños huecos. Refleja tanto la magia como el paso del tiempo”, detalla Rodríguez.
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Las paletas de colores utilizadas en la serie no solo narran la evolución de Macondo, sino que también evocan emociones y momentos históricos específicos. Por ejemplo, los tonos dorados y ocres predominan en las etapas de esplendor, mientras que los verdes y grises matizan las épocas de decadencia. “Queríamos reflejar cómo los colores comunican tanto la riqueza emocional como los ciclos del tiempo en el Caribe”, añade.
Las técnicas artesanales tradicionales desempeñaron un papel crucial en esta producción, como las capas de paja elaboradas a partir de una palma que tiene sus orígenes en los Llanos Orientales llamada ‘moriche’ y los intrincados bordados manuales. Estos detalles no solo otorgaron autenticidad al vestuario, sino que también resaltaron el valor del trabajo artesanal que caracteriza a las comunidades colombianas. Así, se destacó cómo las labores manuales y las tradiciones locales pueden integrarse en producciones audiovisuales para enriquecer el relato cultural del país.
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Los retos para narrar a través del color y los detalles
Uno de los mayores logros del equipo fue usar el vestuario para reflejar estados de ánimo, jerarquías sociales y transiciones de los personajes. Las paletas de colores, seleccionadas cuidadosamente, transmiten las bonanzas y crisis de Macondo. “Los tonos azules y beige predominan porque queríamos evocar la bonanza del añil en Colombia entre 1830 y 1870”, explica.
Otro reto fue adaptar las tendencias de la época al contexto del Caribe. “Las mujeres en Macondo no usaban corsés o polizones como dictaba la moda europea. Tropicalizamos las siluetas para reflejar cómo las personas se adaptaban a su entorno”, narra Rodríguez.
“La serie busca retratar lo real más que lo mágico. Está enfocada en las vivencias cotidianas del Caribe colombiano, donde muchas veces la realidad supera la ficción. No es fantasía como El Señor de los Anillos, sino un relato cotidiano y real”, indica la vestuarista. “En los personajes se nota este enfoque: sudan, se ensucian. Son detalles clave en la narrativa visual”.
Realismo mágico y sostenibilidad
Aunque la serie enfatiza el realismo sobre lo mágico, el vestuario juega un papel clave en equilibrar estos elementos. “Los gitanos, por ejemplo, llevan tejidos y detalles que no solo los distinguen, sino que aluden a su historia en Colombia”, menciona. En casos como el sacerdote que levita, el objetivo fue reflejar su autenticidad histórica sin exagerar lo fantástico. “Lo mágico en Cien años de soledad está tan integrado en la realidad que queríamos que el vestuario reflejara esa sutileza”.
La sostenibilidad también fue fundamental en esta producción. El equipo trabajó con artesanos colombianos y utilizó materiales locales para confeccionar piezas auténticas y responsables. “Incorporamos técnicas tradicionales como el tejido en palma de moriche, usamos tinturas naturales y aprovechamos cada centímetro de tela”, especifica Rodríguez. Además, sostienen una alianza con Green Proyections, para que se certifique la producción como una producción verde.
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Para Catherine Rodríguez, vestir a Macondo fue una experiencia reveladora. “Descubrí cuán rico y diverso está documentado el pasado de Colombia, pero también cuán desconocido es para muchos”, reflexiona. Su trabajo no solo dio vida a un clásico literario, sino que también conectó a la audiencia con la historia y las tradiciones de un país lleno de complejidades.
“Pensar que desconocemos tanto sobre nuestro pasado me impacta y me motiva a seguir explorando desde el diseño”, concluye Rodríguez.