Jorge Enrique Mora, un general incomprendido
Mucha tinta corrió por las redacciones de los medios de comunicación cuando su nombre apareció como integrante del equipo negociador del Gobierno. Sentar, frente a frente con los jefes de las FARC, a uno de los militares que durante 42 años los combatió desde las trincheras y desde los micrófonos, era un hecho sin precedentes. Pero no se trataba de cualquier uniformado. Era un general que encarnaba la línea más dura del Ejército, un tropero reconocido por ser ejemplo de firmeza y disciplina, un hombre que no transigía sus principios, a tal punto que después de liderar la lucha contraguerrilla en medio país fue el llamado a levantarle la moral a la tropa y comandar el Ejército (1998-2002), tras los golpes más fuertes de la guerrilla contra las Fuerzas Armadas. Y fue él quien alzó la voz para denunciar los excesos de las FARC en la zona de distensión: fue él quien recibió el encargo, durante el primer gobierno de Uribe, de comandar las Fuerzas Militares, continuar el proceso de modernización y aumento de pie de fuerza, y diseñar el Plan Patriota, el mayor despliegue operacional contra la guerrilla en la historia reciente.
Quizás el presidente Juan Manuel Santos quería enviar un mensaje de tranquilidad a los militares, que querían alejar este proceso del fantasma perverso del Caguán. Pero fueron muchas las críticas que recibió desde sus propias tropas (uniformadas y de civil), que no entendían cómo uno de sus héroes más aclamados podía hablar con «terroristas». Aun así, el general guardó silencio frente a las agresiones y se acercó a las asociaciones de retirados, fue a las escuelas, visitó guarnicione, conversó en los casinos de oficiales; mantuvo su honor en alto. Dos años después la balanza se equilibró y logró que lo rodearan. Este cucuteño no solo se ganó el respeto de quienes intentaron destruirlo desde la institucionalidad, sino de quienes lo combatieron desde las filas guerrilleras.
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Hoy el general representa a los miles de soldados que desde el campo de batalla miran con sospecha la mesa de La Habana y a los más de 3000 con procesos penales y que esperan un trato justo en el posconflicto. Su trabajo, incomprendido por la mayoría de los colombianos, deja un balance positivo este 2014: acuerdos parciales en tres de los seis puntos de la agenda; la instalación de tres subcomisiones: la de terminación del conflicto, la comisión histórica, y la de género; audiencia con 120 víctimas de diversos actores del conflicto; y la superación de la más dura crisis, la del secuestro del general Rubén Darío Alzate, con la sensación de que este proceso no tiene reversa.