Los perros aprecian el tiempo que les dedicamos. Dejarlos solos durante horas puede tener consecuencias en su conducta.
Ojo con su cara
Nos morimos de amor al contemplarlo. Nos parece que el conjunto del hocico, boca, ojos y orejas es una obra maestra de la naturaleza, digna de acariciar hasta el cansancio. Pero debemos controlar el instinto, su rostro es un espacio al que le molesta las muestras de amor. Más bien destinemos las caricias al cuello y al pecho. Nos lo agradecerán.
Sigue a Cromos en WhatsAppBonus: los perros odian que los abracen. Suelen tensarse, bajar la mirada y las orejas cuando están atrapados en nuestros brazos.
Decirle “no” a la socialización forzada
Que adore salir no significa que lo haga para entablar amistades. No lo obliguemos a interactuar con otros caninos. Si quiere jugar lo decidirá sin ayuda. Que en el parque se dedique a olisquear en vez de corretear a otros peludos es una determinación respetable. No atentemos contra su autonomía.
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Perfumes y otro demonio
Depende de nosotros que su olfato hiperdesarrollado no sea su talón de Aquiles. Evitemos aplicarle perfumes. No solo les perturba el cambio de su humor natural; puede irritar sus mucosas al punto de enfermarlos.
Los perros también detestan los disfraces. Ponérselos es un exceso al que lamentablemente se pueden acostumbrar. Respetemos su integridad, digamos “no” a camisetas, faldas, trajes, gafas y sombreros.
Lenguaje
Humanizarlos es otro error recurrente. Recordemos que es un animal. No va a entender cuando le pidamos que no se nos tire encima al ponernos el traje y la corbata. Tampoco hará caso a nuestras sofisticadas instrucciones, como que deje de acostarse en el sillón en el que suele dejar montañas de pelo.
Educarlo
El adiestramiento es clave para la convivencia. Un perro sin límites es un cheque en blanco para los regaños y los malentendidos. Las instrucciones son indispensables para reducir la posibilidad de que haya daños involuntarios. Las reglas incluyen horarios para jugar, servir la comida y salir a dar un paseo. La naturaleza rutinaria de los perros ayuda a su desarrollo físico y guían su conducta.
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Para los malgeniados
Los perros captan nuestra energía. Levantarse o acostarse con el pie izquierdo influyen en su comportamiento. Estudios han demostrado que pueden llegar a replicar el malhumor. Verter nuestro enojo en el trato es otro escenario indeseable. Las mascotas nos recuerdan que la vida se resume en dar amor la mayor cantidad de veces posible, sin escatimar.
Salida exprés
Tratemos de que el paseo sea duradero, que no se reduzca a ir al baño. Permitamos que huela, deambule y corra. Una salida es sinónimo de esparcimiento, llevemos una pelota o su juguete favorito para que juegue a sus anchas. El perro es un deportista en potencia. Está cargado de energía y se muere por derrocharla.