Daniel Sancho, el joven español de 29 años que confesó ser el asesino y autor del desmembramiento del cirujano colombiano Edwin Arrieta, espera actualmente el juicio en la cárcel de Koh Samui, en el sur de Tailandia, desde este lunes.
El joven se declaró culpable de los cargos de asesinato con premeditación y ocultación de pruebas y se encuentra en prisión provisional por el dictamen de un juez del tribunal provincial local.
Sigue a Cromos en WhatsAppCuando se habla de premeditación, se sabe que Sancho el martes 1 de agosto compra un cuchillo, guantes, una esponja, una almohadilla de limpieza, bolsas de basura y productos de limpieza como cloro. Esa misma noche, alrededor de las 9:00 PM, fue a una tienda en una playa cercana para comprar un kayak, donde ofreció hasta 1.000 euros. Más adelante apareció, por partes, el cuerpo desmembrado del médico, que se dice, era su amante.
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El caso, como siempre que se sabe de un macabro caso de homicidio ha despertado un alto interés mediático y miles de hipótesis en redes sociales sobre el crimen. Muy similar al que generó en su momento el asesinato del peluquero Mauricio Leal por cuenta de su hermano Johnier Leal, quien también asesinó a su madre. Este caso estremeció a más de uno: Mauricio Leal era un hombre querido por muchos, al igual que Edwin Arrieta. En el caso de Leal, su hermano alcanzó a declararse inocente, bajo lo que muchos percibieron como una gran indiferencia.
Los psicópatas desean el poder, suelen ser narcisistas, carismáticos, manipuladores y totalmente carentes de empatía.
A raíz de estos casos, recordamos la pregunta que hicimos a dos expertos que nos respondieron: ¿por qué algunas personas cometen crímenes atroces y violentos? Comprender lo que sucede en la mente de un asesino no es fácil, y para averiguarlo están psicólogos forenses y quienes se dedican al perfilamiento criminal (series de ficción como Criminal Minds, The OA o Mindhunter dan una idea).
¿Qué hay en la mente de un asesino?
Según Edwin Olaya, psicólogo especialista en criminología y psicología forense aplicada, hay un problema fondo y es creer que quien comete un delito necesariamente presenta una enfermedad mental y que términos como delincuente, psicópata o sociópata son fácilmente intercambiables. Pero no todo psicópata o sociópata es un delincuente (aunque este último a menudo lo es) y la psicopatía o la sociopatía no son los únicos factores que influyen.
Según Edwin Olaya el psicópata presenta una limitación en su cognición social y en la empatía, ambos fundamentales para el adecuado funcionamiento en sociedad.
Según Olaya, en la psicopatía existe un componente biológico determinante, específicamente neurológico, que hace que “el individuo no pueda conectar emocionalmente con los demás”. Por su parte, Belisario Valbuena, psicólogo forense, especialista en investigación y perfilación criminal, lo duda y considera que los estudios biológicos no son concluyentes, pero sí confirma, al igual que Olaya, que el entorno determina gran parte del desarrollo del comportamiento de un individuo como psicópata. Para Valbuena la falta de límites, las carencias afectivas y las situaciones de abandono son el factor clave.
Lo cierto es que los dos expertos concuerdan en que el elemento principal que diferencia a un criminal común de un psicópata es la sangre fría y la falta de empatía y remordimiento. Según Valbuena, el perverso, llámese psicópata, narcisista o maquiavélico, se siente a gusto con hacer daño, y explotar a otros. Burlarse y salirse con la suya son asuntos que le generan placer.
En su momento, el experto decía que el diagnóstico de Johnier Leal quedaría en manos de los investigadores al mando, pero Valbuena comentaba que en este caso se vio lo que llaman “violencia expresiva”, es decir, un ensañamiento con la víctima: pequeñas torturas, o uso excesivo de arma blanca, un número de puñaladas o agresiones físicas superiores a las “necesarias” para quitarle la vida a la víctima, etc. Que parece ser el mismo caso del asesinato del médico en Tailandia, totalmente desmembrado.
En los crímenes cometidos por psicópatas se puede evidenciar que hay mucha evidencia conductual, hay intención, premeditación y violencia expresiva, según Orlando Valbuena.
Mientras tanto, para Olaya, el sociópata se caracteriza porque en él juegan un rol fundamental el componente social y cultural, los traumas infantiles, y la exposición directa o indirecta a situaciones violentas que “favorecen la interiorización de esa violencia y hacen más probable que la persona crea que por medio de la agresión y del dominio del otro puede obtener lo que necesita”. A la pregunta de si hay formas de saber si alguien va a cometer un crimen de esa naturaleza o no, Olaya contesta: “La realidad es más compleja y, quizás, abrumadora. Habrá casos en los que sí se pueda observar un comportamiento violento y este se convierte a su vez en un predictor de una violencia mayor, un ejemplo sería la violencia de pareja (física, psicológica, económica, sexual)”. Sin embargo, muchas veces puede tomar por sorpresa.
Edwin Arrieta Arteaga, médico colombiano asesinado en Tailandia.
Olaya dice que no hay un tratamiento para “erradicar” la psicopatía, pero puede haber avances. Valbuena insiste en que el cambio es improbable, por la sencilla razón de que, al no sentir remordimiento, el individuo no cree que debe cambiar su comportamiento, pero que en general, puede darse mejor en pacientes jóvenes. Afirma que el psicópata tiene un ego sintónico, es decir, que aquello que hace lo percibe como propio y en sintonía con su identidad, a diferencia de quien tiene un ego distónico, que siente algo parecido a: “esto no es mío, me incomoda y debo cambiarlo”. La relación entre el diagnóstico y la rebaja de penas carcelarias, como opina Olaya, es muchas veces independiente pues esto último solo depende del cumplimiento de ciertas normas que, alguien con psicopatía (o sin ella) buscará cumplir si le beneficia.
Ante la pregunta de cuál es el caso más impactante que conoce, Olaya tiene razón en concluir que todos son impactantes, pero que hay una violencia que puede pasar desapercibida y es igualmente grave: en la familia, en el transporte público, en el trabajo, etc., pues “esos pequeños actos violentos son el preámbulo de una violencia mayor de la que si somos afortunados no seremos las víctimas, pero de la que sin duda hemos sido gestores”.
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