Dejarse llevar por las luces y el deseo, dijo Joaquín Sabina, el cantautor y poeta español, el mismo que repitió que los hombres engañan más que las mujeres, pero las mujeres lo hacen mejor. La infidelidad vista del otro lado de la prohibición, la infidelidad como la gran crisis del deseo, el rompimiento de la rutina. Lo anterior, si usted lo lee, puede estar encaminado a una definición más que romántica del ser infiel, de lo que suele ser una atracción que se vuelve adictiva y que, en muchos casos, se sale de control.
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Sigue a Cromos en WhatsAppSin embargo, apelando a la racionalidad, se puede hablar de los momentos de la infidelidad y lo que suele pasar por la cabeza de alguien antes, durante y después. Tres instantes, al menos así los ha calificado el psicólogo español Raúl López Astra, famoso en la península ibérica para tocar un tema que parece sencillo, que está supeditado al convencionalismo social y que puede interponerse en lo que ya está construÍdo.
Los videos de López Astra –no dude en buscarlos y escucharlos detenidamente– parten del principio de una baja autoestima de quien comete o está a punto de cometer una infidelidad y de una necesidad no satisfecha, aunque a veces no se es consciente de ello. Un estudio de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México reveló, tras un trabajo riguroso, las principales razones por las que hombres y mujeres se ven tentados a ser infieles.
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En el caso de las mujeres –y luego de varias encuestas–, una de las principales razones es una vida sexual poco activa en el núcleo marital y, por ende, el impulso de buscar experiencias de este tipo que satisfagan la urgencia corporal y rompan con la monotonía –así lo dice el estudio–. Todo esto basado en la intimidad emocional que les brinda una relación alterna y que lleva a mayor atención.
En el caso de los hombres, aunque lo primero que aparece es el gran impulso sexual por los altos niveles de testosterona, en el fondo se trata de un asunto de autoestima. Y esto, recalca la investigación, es la razón por la que las mujeres suelen terminar este tipo de relaciones subrepticias de un tajo, porque les cuesta menos desligarse, mientras que a los hombres se les hace más difícil romper el vínculo en una muestra clara de debilidad.
¿Qué pasa en el cerebro de una persona infiel?
Todo lo anterior, por supuesto, se complementa con una explicación química. Según el portal Medical Daily, la primera etapa, es decir, la previa al acto de infidelidad, se conoce como la obsesión, una especie de capricho. En estos instantes, el cerebro de quien está abierto a una infidelidad se llena de dopamina o molécula de la felicidad. “Hay emoción, nervios, pero un impulso tremendo para seguir adelante. Claro, hay personas que tienen niveles de dopamina más altos, aunque sería arriesgado decir que esto las hace más proclives a ser infieles”, dice López Astra en uno de sus videos.
Entonces, para resumir el cuento, antes de ser infieles, hay una enorme carga de adrenalina y los pensamientos que pasan por la mente –más allá de analizar la situación con detenimiento– son, simplemente, reacciones generadas por el exceso de químicos que aumentan el placer. De ahí que se diga que quien está muy cerca de ser infiel no piensa con la cabeza, sino con el sentir.
Entre más prolongada sea la infidelidad, más químicos produce el cerebro y, como resalta López Astra, queda menos espacio para la racionalidad. Acá hemos llegado a la segunda fase –si es que esto puede ir por fases–: el durante. El durante, mejor conocido como el falso enamoramiento, que en ciertos casos puede pasar a ser real, pero esa ya es otra historia, es el cerebro produciendo, en cantidades industriales, oxitocina o molécula del amor.
“Viene el apego, la confusión de sentimientos y la sensación de que todo es posible”, continúa López Astra. Acá también hay algo, que quizá puede llamarse como un balance involuntario y es que mientras se mantiene esa “relación” en secreto el cerebro baja de revoluciones y esto ayuda bastante.
“Hablemos de egos y de control. En esta fase la persona infiel necesita el control e ir llevando todo a su ritmo. Esto nos quiere decir que de fondo hay un problema de hipercontrol, de narcisismo, algo tan humano y tan natural. Todos queremos gobernar las cosas y sentirnos en posesión del control”, añade López Astra, quien además hace una afirmación que parece obvia, pero que muchas veces se olvida: “la persona a la que le están siendo infiel no tiene nada que ver con el acto, es decir, no es por su culpa que la pareja busca a alguien más. Suena obvio, pero muchos de mis pacientes lo sienten así”.
Claro, lo anterior discreparía con la versión romántica de la infidelidad y con palabras como las de García Márquez: “hay que ser infiel, pero nunca desleal”.
Volviendo a las etapas, llega el tercer momento: la post infidelidad, lo que sucede cuando todo se descubre ya sea por una confesión, porque alguien ató cabos, incluso por un tercero.
Según el portal Terapify, que brinda servicios de psicólogos para terapias online, hay un periodo entre el shock del descubrimiento, el enfado y el dolor (dolor físico, literalmente hablando). Y, por supuesto, el sentimiento de culpabilidad de quien fue infiel con tanta carga hormonal que lleva a acciones como la victimización para lograr lástima, el llanto, la autocompasión, y de una manera sutil, la justificación.
“La cabeza da vueltas, muchas, al punto de reflejarse en la corporalidad: no duermen bien, se les escapa el apetito, las ganas de hacer las cosas que más les gustan”, apunta López Astra en otro de sus videos sobre recuperar la confianza tras una infidelidad. Hay algo importante acá: en 2016 la revista Nature Neuroscience hizo un estudio en el que comprobaron que, tras ser infiel una vez, el cerebro se acostumbra a engañar más fácil, por lo que recaer se vuelve recurrente, incluso con menos culpabilidad.
En resumen, y con este artículo, tratamos de explicar, desde la teoría –si es que esto puede ser comprobable en su totalidad– lo que pasa por la cabeza de una persona infiel. No se pretende juzgar, mucho menos determinar un actuar, ni condicionarlo a las investigaciones de expertos. Las conclusiones, así como las decisiones y las percepciones, ya van en cada uno de los y las lectoras y en la manera en la que tengan consensos y definiciones de libertades y acuerdos.
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