Mi fascinación por la psicología empezó en la adolescencia. Fue en esa etapa de debates internos en la que comenzó mi curiosidad por el misterio de la psique humana. Reflexionaba sobre mis experiencias, escuchaba e intentaba entender las de la gente a mi alrededor y me preguntaba cómo era posible que nuestros comportamientos algunas veces fueran tan distantes a lo que decíamos querer o tan contradictorios a lo que deberían ser. Sin darme cuenta me acercaba a una de las cualidades más misteriosas del ser humano: las contradicciones.
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Sigue a Cromos en WhatsAppRecuerdo el momento liberador que tuve en una clase de psicología en la universidad, en el que descubrí que eso de experimentar diferentes emociones, deseos e impulsos hacia una misma situación son parte de un proceso psíquico y que cómo abordamos estas contradicciones es parte de nuestro proceso de desarrollo psicológico. Fue uno de esos momentos “ajá”, que no solo validó mi experiencia, sino que también abrió una importante puerta para comprender que diferentes experiencias pueden coexistir en relación con una misma situación. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, argumenta que uno de los indicadores del desarrollo psíquico es la capacidad que tenemos de tolerar las contradicciones en nosotros mismos y las contradicciones en otros.
La contradicción que habita en las personas: entre la aceptación y el rechazo
Aquella capacidad de aceptar que diferentes e incluso opuestas reacciones internas pueden coexistir como parte de una misma experiencia es una de las tareas que idealmente logramos como parte de la madurez psicológica. Seguramente alguna vez has sentido la confusión o angustia de tener sentimientos encontrados frente a una misma situación. De repente te encuentras en la confusa experiencia de querer y no querer, o de apreciar y resentir al mismo tiempo, o de amar y odiar, o de tener ganas y miedo al mismo tiempo. Este tipo de experiencias tienden a generarnos conflictos internos y en algunos casos a traducirse en comportamientos confusos e incongruentes. En nuestra vida podemos afrontar cientos de experiencias contradictorias, a veces en relaciones con personas cercanas, en relación con nuestro trabajo, vocación o carrera, enrelación con nuestro estilo de vida o en relación con nuestros sueños y anhelos.
Se viene a mi mente una de mis pacientes, quien se debatía entre las ganas de perseguir sus sueños y el miedo a perseguirlos. Durante sus primeras consultas consumía una gran energía emocional tratando de decidir de qué lado estar. Algunas veces trataba de deshacerse del miedo a perseguir sus sueños y otras veces trataba de deshacerse de sus sueños. Este proceso de “selección” se había convertido en una fuente de angustia y una pérdida de energía psíquica de la que necesitaba recuperarse constantemente.
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Al parecer su estrategia para desenredar el conflicto interno de sus sentimientos encontrados era elegir entre las ganas y el miedo. Me di la tarea de ayudarla a descubrir la posibilidad de abrir espacio para las dos experiencias y le presenté las siguientes preguntas: ¿Y qué tal si no tuvieras que escoger entre las ganas y el miedo? ¿Qué tal si hubiera espacio para las dos experiencias en tu vida? ¿Y qué tal si las dos experiencias cumplieran un rol importante en el proceso?
El descanso en su rostro fue como si le hubiera echado un bálsamo al alma. A partir de ese momento su lucha interna por deshacerse de la contradicción se convertiría en una herramienta de autoconocimiento y crecimiento en el que las ganas y el miedo, el quiero y no quiero, aprendieron a coexistir.
Autora del texto: Carolina Barreto (info@emotionlab.com.au).