Si así visualizáramos la salud, podríamos relacionarla con una pirámide triangular de cuatro caras, una figura conocida como tetraedro, en la que cada cara es un aspecto esencial para mantenerla.
La base serían el sueño y el descanso, donde en cada noche se favorecen innumerables procesos de desintoxicación a todo nivel, reparación de cada uno de los tejidos corporales, renovación y activación inmune, consolidación de la memoria, descanso cardiorrespiratorio, liberación de conflictos, desarrollo de la creatividad para estar en la siguiente jornada con capacidad, alegría y bienestar.
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Una de sus caras laterales es la de las actividades que hacemos hacia el exterior, sean las físicas (deporte), las mentales, laborales, entre otras. Aquí el movimiento hacia el exterior es la característica común. La otra, que por ser una figura de cuatro caras siempre están conectadas, es lo que recibimos del exterior: la nutrición con los mejores alimentos posibles es esencial, junto con lo que aprendemos, estudiamos y llevamos a nuestro interior vía los sentidos.
La última cara es la de las relaciones, que son condiciones que cuando son favorables nos despiertan alegría, satisfacción y sentido o, por el contrario, nos alteran el ánimo, perdemos energía y, por ende, bienestar y salud.
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Es crucial resaltar que la más valiosa relación es con uno mismo en cada momento. En la interior queda el ser, nuestra identidad que se cobija por las tres caras superiores y se soporta cada día en un sueño reparador.
Este esquema nos puede favorecer para ver cuán importante es cada “cara” de nuestra salud, lo que, al reconocer su influencia y capacidad, le damos la atención y corrección que se merece, para así disfrutar la vida en cada uno de sus años.