El otro día se me cayó un guante negro de caucho, de esos de hacer aseo, detrás de la lavadora. Intenté sacarlo de varias formas posibles. Me subí en todas partes, hice una estructura con un gancho de ropa para jalarlo e intenté con el palo de la escoba, sin éxito. En ese instante renegué por estar viviendo sola de nuevo y extrañé al ser largo y flaco con el que solía vivir, porque hubiera podido sacar ese guante en minutos. Así es como me di cuenta de que ahora era soltera de nuevo, en lo práctico de la cotidianidad.
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Sigue a Cromos en WhatsAppCon mi hermana solemos recordar con risa nerviosa que cuando apenas estábamos llegando a la adolescencia, en esas visitas familiares de sala, algunas tías nos preguntaban: “¿Y el novio?”. La conversación no trascendía más allá de una sonrisa incómoda y un movimiento de “no” con la cabeza, pues a esa edad no entendíamos mucho de qué se trataba todo eso. Cuando fui creciendo entendí con el tiempo que somos una sociedad que le tiene pánico a la soltería y que está obsesionada con buscarnos pareja casi que desde que nacemos. ¿Y esto es malo? No es malo ni es bueno. Veamos.
A lo largo de mis 39 años he tenido la oportunidad de estar varias veces en pareja y varias veces soltera, y puedo decir que he probado lo mejor y lo peor de ambos mundos, porque nada es blanco o negro, siempre va a depender de variables y matices. ¿Qué puede ser mejor que explorar por nosotros mismos aquellos mandatos sociales para poder tener una opinión propia y genuina?
Las palabras de Jennifer Aniston sobre la soltería: "Las mujeres estamos completas con o sin pareja, con o sin un hijo. No necesitamos estar casadas o ser madres para estar completas”.
Al convertirme en soltera de nuevo, he estado reflexionando al respecto. La vida en pareja siempre me ha parecido profundamente enriquecedora. Si ambas personas son conscientes de su individualidad y conviven para apoyarse en sus proyectos personales y propósitos de vida, el resultado puede ser extraordinario. Al final, el otro no existe solo para tener citas románticas y compartir en la intimidad, sino para ayudarnos a aprender y evolucionar como personas. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos. Si la persona no es la adecuada, la película del supuesto amor romántico puede convertirse en una carga muy pesada de llevar.
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Así, si estar en pareja no es lo que esperamos o no encontramos alguien que se ajuste a lo que queremos, la soltería, bien gestionada, puede ser mucho más divertida que estar en una relación, “porque es lo que se espera de nosotros”. Estar soltera significa tomar decisiones muy rápido, porque no necesitas consultar con nadie: irte de viaje de un día para otro, aceptar un trabajo en otro lugar, no pararte de la cama un día sin tener que dar explicaciones, entre otras cosas.
La soltería es también muy tranquila: no tienes que negociar veintiún veces en dónde pasar Navidad, no tienes un calendario lleno de actividades de la familia política y no te sientes obligado a cumplir con compromisos a regañadientes. Dicen algunos que esa paz que se encuentra en no tener pareja puede ser adictiva. ¿Es mejor entonces estar soltero o en pareja? Depende.
Mis tías del sofá que mencioné son claramente de la generación de los Baby Boomers, una que, si bien se caracterizó por su compromiso y estabilidad con el trabajo y la familia, también tuvo la tendencia a ver el matrimonio –o en efecto, la convivencia en pareja– como la única opción para vivir bien, y eso fue lo que además aprendieron de sus padres y las generaciones pasadas. Pero como ya sabemos, esto viene de un largo trasfondo social y económico, en donde las mujeres por muchos años, literalmente, dependíamos de los hombres para ganar dinero, participar en las elecciones populares, comprar un inmueble, entre otra gran cantidad de cosas. Aunque como sociedad todavía tenemos oportunidades en términos de derechos más igualitarios, ya este tema de la dependencia no debería ser una preocupación. ¿Esto qué quiere decir? Que podemos elegir.
Lo que observo en mi generación es que, aunque ahora no tenemos que depender de otra persona para estudiar, trabajar y tomar decisiones, nos hemos quedado con aquella concepción de que en pareja todo es mejor, y la verdad es que esto no aplica para todos los casos. Conozco a varias personas cercanas que se emparejaron porque creyeron que “les tocaba”, que “era el paso a seguir” o porque “así me enseñaron mis papás”, y ahora se encuentran atrapadas en relaciones de las que quisieran salir, o peor, ya se resignaron a vivir una vida triste al lado de alguien más porque creen que no hay otra opción.
Tengo una amiga que estuvo 17 años con su pareja, y solo cuando se separó se dio cuenta de que en realidad nunca le gustó el café, pero que lo tomaba por la otra persona. Un compañero de trabajo se dio cuenta, solo cuando se divorció, de que su verdadera pasión en la vida era la cocina, pero nunca quiso aceptarlo porque le daba pena con su pareja que lo veía como un gran ejecutivo financiero. Mi vecina pudo cumplir su sueño de crear empresa solo cuando volvió a ser soltera y ya no tenía que escuchar a su esposo diciéndole que la única vía era ser empleada.
Más allá del deber ser y el mandato social, mi invitación es a hacernos las preguntas que importan: ¿por qué me gustaría vivir en pareja? ¿Qué es valioso para mí? ¿Qué busco en el otro y por qué? Creo que por estar siguiendo tradiciones impuestas nos olvidamos un poco de buscar lo más esencial: nuestro bienestar. ¿Qué nos hace bien? ¿Cómo podemos vivir mejor? No todos somos iguales ni vamos a necesitar lo mismo. Así, el foco debería estar en qué es lo mejor para nosotros y en qué situación somos nuestra mejor versión. Ya no estamos en la época en la que necesitamos a otro para vivir y por eso podemos elegir con mucha más conciencia, priorizando nuestro bienestar, honrando quiénes somos, qué queremos y qué nos hace bien. En esa exploración tal vez encontremos que sea en la soltería o en pareja, siempre y cuando le demos prioridad a la relación con la persona que va a estar con nosotros para toda la vida: nosotros mismos.
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Al día siguiente, con más paciencia y menos afán, pude sacar el guante negro del hueco de la lavadora. Aunque en mi caso sé que no necesito a una pareja para vivir bien, siempre estaré abierta a tenerla por elección y disfrute. Y tener esa claridad es para mí lo más importante. ¿Qué es importante para ti?
Frases sueltas de la autora que tienen que ver con la soledad y la soltería
- “Más allá de la decisión de estar o no en pareja, aprendamos a normalizar el compartir, viajar e incluso convivir con amigos y amigas. En un mundo cambiante como el de hoy, se vuelve cada vez más importante crear y fortalecer una tribu que comparta gustos, pasatiempos y disfrute de cosas similares”.
- “La vida existe más allá de una relación sentimental, y puede ser muy divertida”.
- “Antes de tomar decisiones es importante haber dedicado un tiempo a conocernos a nosotros mismos y cuestionar si de verdad queremos eso que creemos, o estamos condicionados para querer quererlo. Es decir, estar o no en pareja debe venir de un deseo genuino de construir con otro en conciencia, de acuerdo con lo que necesitamos como individuos. Compartir con ese otro cuando nos conocemos y sabemos lo que necesitamos puede convertirse en algo maravilloso”.
*Texto escrito por María Juliana Pacheco Blel, autora del libro Un lugar en el mundo.