No quiero pasar las fiestas de fin de año con nadie. Me perturba la idea de decidir con quién compartir la nochebuena o año nuevo, de tener que dividirme entre los pocos familiares que me quedan y que, además, viven todos en ciudades distintas. No tengo ganas de complacer a nadie ni de participar en la teatralidad que estas fechas exigen: los guiones que se siguen para evitar conflictos, las conversaciones triviales, las preguntas que, en realidad, se hacen sin interés en la respuesta, y el papel que cada uno interpreta en una versión coreografeada de “familia feliz”.
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Sigue a Cromos en WhatsAppTampoco quiero cocinar, ni pensar en un menú de tres tiempos, ni de dos, ni de uno. No quiero contar uvas, ni comprar buñuelos, ni meter una pierna de cerdo con salsa agridulce al horno, ni mandar a hacer un cojín de lechona para muchos. Este año, no quiero interpretar ningún papel, ni moldearme para encajar en ningún sitio. Pero no es una decisión fácil, sobre todo en un país donde diciembre y familia son casi sinónimos, donde las tradiciones se imponen como la columna vertebral de la identidad cultural, del “deber ser”, de las buenas costumbres.
Parece que este dilema acompleja a muchos. No en vano, los titulares por estos días apuntan todos a lo mismo: Cómo evitar conversaciones incómodas durante las festividades, tituló esta semana el New York Times en español una nota en la que entrevistan a Alison Wood Brooks, una reconocida autora, experta marketing, para enseñarle a las personas a no quedarse sin tema en la mesa navideña y a no tocar temas sensibles. Cómo evitar que la política arruine tus fiestas de fin de año, es el título de otra nota del mismo medio, enfocada en explicarle a los estadounidenses cómo hacer que su familia no se quiebre al hablar en estas fechas sobre los recientes cambios políticos de ese país. Las redes sociales están atestadas de publicaciones “paso a paso” sobre cómo sortear las preguntas invasivas del futuro, la pareja, los hijos y los logros que son tan comunes por estas fechas. Todas resultan un instructivo para “sobrevivir” a esta época y algunas cifras acentúan el significado de esa palabra.
“La navidad me deprime, pero la Pascua me llena de alegría. Un Dios que se hace niño es desalentador. Un pobre hombre que se hace Dios es otra cosa”, dijo Amélie Nothomb, escritora francesa.
Un estudio publicado en 2019 por investigadores del Centro Nacional de Atención Primaria de Emergencia de Noruega reveló que durante Nochebuena las visitas a urgencias aumentan un 80% en comparación con un sábado normal, y en Nochevieja el incremento llega al 243%. Los problemas psicosociales fueron una de las principales causas de estas consultas, solo detrás de lesiones e intoxicaciones.
En Colombia se suma una variable que lo empeora todo. Esa mezcla de familia, tradición y fiesta no siempre trae buenas consecuencias. Según cifras de la Policía Nacional, el 25 de diciembre del año pasado, aunque los homicidios disminuyeron un 33% respecto al año anterior, se reportaron más de 14.000 riñas. De estas, más de 4.000 fueron entre familiares y 1.406 relacionadas con el consumo de alcohol. Las celebraciones, en muchas ocasiones, se convierten en un terreno fértil para que las tensiones acumuladas exploten.
Más allá de las tensiones familiares, las fiestas también son difíciles para quienes enfrentan el llamado “blues de Navidad” o “depresión blanca”. Un fenómeno que la psicóloga Patricia Bermúdez Lozano, profesora de la Universidad Autónoma de México, explicó en 2022; la académica asegura que, al llegar las fiestas de fin de año, algunas personas empiezan a enfrentar episodios de ansiedad, estrés o depresión. La mayoría de ellos -dice la experta- asociados a problemas económicos o la desmotivación que produce no haber cumplido las metas que se propusieron a principio de año.
Por todas estas razones es que hay -conmigo- varias personas que en esta época simplemente esperan sobrevivir al mes. Así sea evitando los encuentros familiares, enfrentando recuerdos dolorosos, o luchando contra una sensación de soledad amplificada por el ruido colectivo.
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