El camino hacia el karate empezó hace mucho tiempo con Leonardo Vargas, su esposo, quien, por su afición a las películas de Jackie Chan empezó a practicarlo, heredándoles a sus hijos Manuel y Ana Victoria esta importante influencia. Johanna es la madre detrás de la “familia karateca”, como suelen llamarlos, y aunque no practica el deporte, es la “más” del equipo, ya que dentro de sus muchas responsabilidades se mantiene al tanto de las inscripciones a las competencias, además de organizar los karategis de la manera adecuada, siendo su papel más importante: alentar.
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Sigue a Cromos en WhatsApp“Cuando están en una competencia, el sensei nos dice que no podemos gritar, que no los llamemos, pero a uno se le sale esa mamá que lleva por dentro, no me quedo callada, soy la que más grita”, aseguró.
Responsabilidad, carisma y respeto son las palabras con las que esta madre de 39 años describe al karate, valores derivados de la práctica de esta disciplina, íntimamente ligados también a la labor de una mamá. Para Johanna, la maternidad es un constante aprendizaje, una oportunidad para crecer junto a sus hijos, aprender de ellos y enseñarles con amor y mucha ternura.
“A nosotras no nos dan un cuaderno bajo el brazo para decirnos que estos son los pasos para ser mamá, nosotras aprendemos, y es maravilloso ese aprendizaje, porque si te equivocas puedes solucionar; los niños te enseñan y te enseñan mucho”, afirmó Johana.
Al hablar de la educación de los hijos, esta madre que, además, es docente de básica primaria, también enfatiza sobre la importancia de estar presente, de vivir el momento sin preocuparse demasiado por el futuro. Comprende que lo más importante es la familia y el tiempo de calidad que puede brindarles. Para ella, “el aquí y el ahora” es lo que cuenta, no el pasado. Por esta razón, ve y disfruta el proceso que ha tenido su familia con el karate, declarándose la madre más orgullosa al ver cada uno de sus grandes logros.
El dojo no es el único escenario donde los Vargas Tafur están bien parados; ellos saben que en la vida no hay golpes de suerte, sino que cada movimiento los prepara para el futuro. “El acompañamiento a los chicos comienza desde que se levantan hasta que se acuestan”, asegura Johanna.
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“Y el deporte es algo que les brinda a ellos seguridad, confianza y la motivación para hacer cosas que realmente le sirven para un futuro, no es dejarlos solos, abandonados, o permitirles un espacio de ocio tan grande, sino un espacio de ocio controlado que a ellos realmente les encante”, añadió.
Desde hace 2 años, el esposo de Johanna junto con sus dos hijos participa en la escuela de karate de Compensar, donde también se preparan integralmente a través de la práctica de diferentes actividades. “Los profesores muestran un amor y una dedicación excepcionales hacia los niños, creando un espacio seguro y acogedor para su desarrollo” afirma Johanna.
Pese al ritmo agitado de la vida, esta madre sensei saca tiempo para todo, especialmente para acompañar a sus hijos en todas sus actividades, reconociendo que el deporte une a las familias al proporcionarles un objetivo común y momentos compartidos de superación y alegría.
La historia de Johanna y su familia karateka destaca la fuerza de la unión por una misma pasión. Más allá de practicar este deporte en conjunto, ellos encarnan la firmeza del espíritu y la solidaridad, teniendo como la mejor defensa personal el vínculo indestructible del amor, que les da la fuerza suficiente para cumplir cualquier meta.