La princesa Diana dejó este mundo para convertirse en una leyenda. Desafió los protocolos, derribó esquemas y habló de lo prohibido. Todo lo tuvo, incluida la soledad. Tal vez por eso se la jugó por lo que creía. Eso la hizo transparente y se ganó el corazón de su pueblo. A 19 años de su muerte la figura de Diana De Gales sigue más viva que nunca, y por eso recordamos la portada y algunas de las páginas que CROMOS le dedicó días después de su trágica muerte.
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El principio
Hija de Earl Spencer visconde de Althorp y octavo heredero de la familia Spencer, y de Lady Frances Roche, vizcondesa, Lady Diana Spencer nació el 1 de julio de 1961 en la misma habitación de Park House donde también su madre vio la primera luz de la vida. Tenía dos hermanas mayores. Tres años después de su nacimiento, llegó Carlos, el varón que tanto deseaban los Spencer.
Las biografías de Diana mencionan el divorcio de sus padres, en 1969, como uno de los sucesos que marcaron su vida, quizás porque la madre al poco tiempo se casó de nuevo, y ella y sus hermanas no solo tuvieron que lidiar con su ausencia, sino con un largo y doloroso proceso por la custodia, que finalmente quedó a nombre del padre, un hombre difícil y autoritario.
El 1977 conoció al príncipe de Gales en Althorp, a donde Earl Spencer lo había invitado a una cacería. Pero fue solo unos años más tarde cuando el cotizadísimo soltero se fijó en ella. Tres invitaciones reales fueron suficientes para que sus 19 años de privacidad terminaran convertidos en una racha loca de titulares de prensa que desde entonces le arrebataron su intimidad.
Los años felices
El 29 de julio de 1981, Lady Diana Spencer y el príncipe Carlos de Inglaterra unieron sus vidas en un matrimonio que la gente difícilmente olvidará. La boda que la BBC de Londres transmitió a través de los principales canales de televisión fue vista por 250 millones de espectadores en el mundo entero. Y como era de esperarse, el mundo enteró se apropió de la pareja, y se sintió con el derecho a saber que sucedía en sus intimidades reales.
Los primeros años de matrimonio los pasaron en la mansión de Highgrove que le costó al príncipe 800.000 libras esterlinas en agosto de 1980. Pero Diana no se sintió a gusto, de modo que se mudaron al Palacio de Kensington que tenía 25 habitaciones principales y muchas otras subsidiarias. Y como la pareja pasaba por sus mejores momentos, Diana se esmeró en la decoración del cuarto principal, que mide 45 metros cuadrados, donde se destaca la cama de columnas favorita del príncipe.
Diana quedó embarazada muy pronto. Al poco tiempo hizo sus primeras presentaciones en público y la gente empezó a reconocerla por su carisma y por su consideración. Se dice que no podría evitar tocar a sus admiradores cuando se le acercaban.
El nacimiento del llamado Bebé de Gales tuvo lugar el lunes 21 de junio de 1982 a las 9:03 de la noche y pesó 3,459 kilos.
La familia real, con todo y reina incluida, se mudó a su apartamento en el Palacio de Kensington para disfrutar de la llegada del recién nacido, futuro rey de Inglaterra. El príncipe de Gales le regaló a Diana un espectacular collar de diamantes, con un corazón como pieza central, para demostrarle que el nacimiento del príncipe William era una ocasión histórica. Como era de esperarse, la pareja fue feliz los meses venideros.
Solo dos años después, el 15 de septiembre de 1984, nació el príncipe Henry, a las 4:29 de la tarde de un sábado. Carlos redujo sus compromisos sociales para asumir su papel de padre ejemplar.
Pero al poco tiempo empezaron los problemas: Diana tenía ideas diferentes acerca de la educación de sus hijos y mientras él consideraba que debía ser estricto con la disciplina, ella les permitía crecer con mayor libertad.
Pero los conflictos en torno a la crianza de los príncipes era solo la punta del iceberg que escondía diferencias de edad, carácter y educación.
Y si bien resultó cierto que los unía el buen sentido del humor, como lo afirmaron a la prensa antes de casarse, la verdad es que no fue suficiente para mantener la estabilidad de la relación.
El divorcio
En julio de 1996, tres semanas antes de su decimoquinto aniversario de bodas, la pareja real anunció de manera formal el fin de su conflictivo y tristemente famoso matrimonio. Para entonces la unión se había desintegrado en las noticias de los tabloides donde príncipe y princesa, cada uno por su lado, admitían públicamente el adulterio.
En agosto de 1992, el periódico The Sun, transcribió una conversación telefónica en la que Diana hablaba en términos muy cariñosos con un hombre que la llamaba Squidgy y en la que describía su matrimonio como una “tortura”.
Poco tiempo después el observador real Andrew Morton publicó su libro: La verdadera historia de Diana, donde hablaba de las depresiones de la princesa, sus ataques de anorexia y bulimia e incluso de un posible intento de suicidio. Se dijo que la edición había sido autorizada por su protagonista.
Cuando el primer ministro, John Mayor, anunció la separación oficial de la pareja, la princesa concedió una entrevista a la BBC en la que confesó su infidelidad con su instructor de equitación, el capital James Hewitt, alegando que se había producido solamente después de saber que su marido sostenía una vieja relación con Camila Parker Bowles.
Las reacciones no se hicieron esperar y la reina Isabel, indignada, le exigió a su hijo que terminara de inmediato con su matrimonio.
“Diferencias irreconciliables”, fue la frase usada en la petición de divorcio que llevó la fantasía a su final. Sin embargo, nadie daba por terminada la guerra entre los Windsors: después de todo, Diana era la madre del príncipe heredero y de cualquier manera cuando él se convirtiera en rey, iba a ejercer influencia sobre las decisiones reales.
En las negociaciones del divorcio que se dieron en términos punzantes, Diana desistió de su derecho a ser reina de Inglaterra y a ser llamada “Su alteza real”, pero a cambio recibió más de 20 millones de dólares en efectivo, otros 600.000 anuales para mantener so oficina privada y acceso equitativo a sus hijos. Lo que no le devolvieron a la princesa fue una vida privada que ella pudiera manejar a su antojo.
La obra
Más que una princesa, esta mujer a los 36 años, esbelta, elegante y con una distinción tan real como la de su familia política, era el símbolo de la buena voluntad y de la solidaridad. Nunca tuvo el menos inconveniente en asistir no solo a las acartonadas obras sociales, sino que con la naturalidad de la que siempre hizo gala, tomó de la mano a un enfermo de sida en un hospital de Río de Janeiro. Este gesto desconcertó al Palacio de Buckingham que, al parecer, lo habría calificado de insólito.
No dudó tampoco en mostrar su mejor sonrisa cuando les sirvió la comida a los habitantes de Zimbawe.
Su carisma lo iba exteriorizando por el mundo y siempre para ayudar y para que su visita llenara de regocijo a quien lo necesitara.
Estuvo en Japón en un centro especializado para niños con retraso mental y esto, por supuesto, también fue noticia. Igualmente visitó los campos minados en Angola y converso con quienes habían perdido parte de su cuerpo por culpa de estos aparatos explosivos. Su lucha contra las minas antipersonales le ocasionó más de un enfrentamiento con el gobierno inglés John Mayor.
Ella sabía que su presencia en tantos sitios y con tanta gente disgustaba a la realeza. “Por eso causó irritación –dijo en su entrevista al diario francés Le Monde- porque estoy más cerca de la gente que está en el fondo, que de la gente que está en la cima, y eso no me lo perdonan”.
El final
El romance entre Dodi Al Fayed, heredero de una gran fortuna y reconocido playboy internacional, y Diana, la mujer más famosa y popular de Inglaterra, sorprendió y fascinó al mundo entero. Tenía todos los ingredientes para que así fuera. De un lado, Diana no solo era la más querida, sino que el pueblo inglés había desarrollado hacia ella una mezcla de admiración y solidaridad, después de conocer los sufrimientos al lado del príncipe Carlos. En pocas palabras, la adoraban y siempre pensaron que su princesa merecía mejor suerte. Por eso, cuando se enteraron de que estaba enamorada y era feliz, compartieron su dicha.
Pero Dodi era hijo de Mohamed Al Fayed, un hombre riquísimo, a quien la corona siempre le negó la ciudadanía británica por el presunto origen dudoso de su fortuna proveniente, al parecer, del tráfico de armas.
Además, la propia familia real miraba con cierto escepticismo esta relación justamente por la fama de playboy de Dodi y por las dudas sobre su padre, dueño del Hotel Ritz de París y de la famosa tienda Harrods, entre otras cosas.
Los paparazzi encontraron en Dodi y Diana la mejor excusa para tomar sus atrevidas fotografías que efectivamente le dieron la vuelta al mundo.
Dodi estaba precedido de una fama de conquistador profesional y de derrochador a manos llenas cuando se trataba de complacer a su novia de turno, convirtiéndolas en verdaderas protagonistas de un cuento de hadas. La lista es larga: Brooke Shields, Ali Mac Graw, Winona Ryder, Charlotte Lewis, Tina Sinatra (la hija de Frank Sinatra), y Suzanne4 Greggard, una ex modelo inglesa quien logró llevarlo al altar, pero ocho meses después anunciaron su separación.
Maravillado por Hollywood y sus estrellas, el heredero logró que su padre invirtiera en una productora de cine independiente llamada Allied Stars Inc., para ganarse el respeto del medio. Nunca lo consiguió a pesar de haber participado en la realización de películas como Carros de fuego, La letra escarlata, According to Garpy Hook.
Aunque el nombre de Dodi aparece en los créditos de estas producciones, sus amigos recuerdan que muy pocas veces se le vio en el set de grabación. Otros también aseguraron que durante sus últimas semanas de vida, Dodi había manifestado su creciente preocupación porque la monarquía inglesa se interpusiera en su romance con Diana.
Aparte de la fama que Dodi había ganado en los últimos meses gracias a su relación con la princesa, también consiguió protagonizar un sonado caso con la modelo Kelly Fischer con quien se habría comprometido en matrimonio. Fischer apareció acongojada ante las cámaras de televisión y en las páginas de revistas y periódicos de todo el mundo, cuando se enteró del romance de Dodi y Diana. Anunció una demanda contra el egipcio por haber incumplido su promesa. Y a los pocos minutos de enterarse de su muerte dijo: “¿Por qué no nos quedamos juntos? Si no me hubiera dejado, nada de esto hubiera pasado”.
Tomado de la edición de CROMOS número 4.154, Septiembre 8 de 1997.