Los 76 millones de dólares que le dio a Corinna harían parte del supuesto pago que recibió de la monarquía de Arabia Saudita para favorecer la adjudicación de la construcción de un tren de alta velocidad en ese país.
Al rey emérito Juan Carlos I se le vino el mundo encima. Los ojos de la justicia suiza están sobre él por haber recibido supuestos pagos irregulares que le entregó la monarquía saudita, a cambio de la adjudicación de un contrato para construir la línea de tren de alta velocidad que une La Meca con Medina. El Tribunal Supremo de España tiene otra investigación en su contra, por supuesto fraude fiscal y blanqueo de capitales.
A raíz de todas estas acusaciones Juan Carlos de Borbón abandonó España, según dijo para no seguir exponiendo a su familia y se refugio en Emiratos Árabes. Pero ni estando lejos de su ciudad natal se libró le escándalo. Esta vez por cuenta de su examante, la empresaria Corinna Larsen. La mujer entregó varias revelaciones en una entrevista a la BBC.
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Larsen aseguró que los 76 millones de dólares que recibió del monarca fue un regalo en reconocimiento por “cuánto signifiqué para él” y que, a pesar de parecerle un regalo enormemente generoso, Juan Carlos I le había manifestado su deseo de gestionar su testamento en vida, ya que seguramente su familia no permitiría la manutención de ella y de sus hijos cuando él faltara.
“Era gratitud por haberle cuidado durante sus peores momentos”, afirmó e insistió en que el rey no intentaba lavar el dinero al dárselo a ella a pesar de que en 2014 le había pedido el dinero de vuelta.
En 2014, hizo intentos desesperados para que volviera con él”, dice en otra de sus declaraciones. “En cierto momento se dio cuenta de que no iba a volver y se puso completamente furioso. Pidió que le devolviera todo. Creo que fue solamente un berrinche. Él confirmó en la investigación suiza que en realidad nunca pidió que se le devolviera el dinero y que yo nunca tuve el dinero en su nombre”.
Después del regalo millonario, dice Corinna, que el Centro Nacional de Inteligencia, CNI, de España, empezó a instigarla. En 2012, recibió una visita en Londres del entonces jefe de la inteligencia española, Félix Sanz Roldán. “Dijo que lo enviaba el rey”, afirmó. “La primera advertencia era que no hablara con la prensa. Dijo que, si no seguía las instrucciones, no podía garantizar mi seguridad física ni la de mis hijos”.
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