
Por: María Angélica Camacho / Fotos: David Schwarz
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Laura González Ospina, la reina que ama los tenis
Hablamos con la Señorita Colombia sobre el tipo de mujer que es hoy, después de varios meses con la corona en sus manos:
Noviembre del 2016, primer encuentro con Laura González (antes de que se llevara la corona)
El año pasado la entrevisté por primera vez. Estábamos en Aruba, en la producción de Minicromos. Se destacó desde el principio. Era amable y se detenía a saludar a todos. Sus respuestas tenían una gracia y una autenticidad que no se veía en muchas de sus contrincantes. Ella era ella, sin máscaras, y eso atraía.
Me contó que nunca se había imaginado en un reinado. Al contrario, no solía confiar en su belleza. Y no intentaba esconder que su mayor reto había sido aprender a andar en tacones (por ella habría desfilado en tenis). Ese día, sentada frente a mí, se mostró segura, extrovertida, satisfecha con ella misma. Se notaba que había superado las inseguridades de su adolescencia. Era una candidata diferente, que no se ajustaba al prototipo de aquellas que las antecedieron. Este habría podido ser un punto en su contra, pero, tal vez, estos tiempos han llegado con transformaciones. Quizá, por fin, la belleza deja de tener moldes tan definidos. Pero es solo un quizá porque, claro, a pesar de las particularidades de Laura, es una mujer despampanante.
Aparte de su frescura, me llamó la atención su carácter. Tenía una voz fuerte y quería que sus mensajes llegaran a cada rincón de Colombia. Su personalidad alegre y recochera nunca la desviaba de su disciplina: haría lo que estuviera en sus manos para llevarse el premio gordo a casa. Después de haber tomado la decisión de pararse frente a todo el país, ya nada la ahuyentaría. Estaba decidida.
Noviembre del 2017, segundo encuentro con Laura González (rumbo a Miss Universo)
Un año después, visito a la señorita Colombia en una suite del hotel Estelar La Fontana. Ya no nos acompaña el calor de la isla feliz, sino el frío de Bogotá. Por estos días parece que el cielo se fuera a caer en pedazos. En medio de un aguacero torrencial, Laura nos recibe con esa calidez tan suya. Y con una sonrisa, por supuesto (ella cree que las personas más bellas son las que saludan con una gran sonrisa, a pesar de las circunstancias, a pesar del frío y de la lluvia).
Después de la charla obligada sobre el clima, entramos en materia. ¿Qué había cambiado en ese año? ¿Cómo era su nueva vida con la corona entre las manos? Hay cosas que nunca serán distintas, como su idea de la belleza: “Es conocerte realmente y estar contento con lo que eres”, explica. Y sabemos que ella es feliz en sus jeans y sus Convers y con esas pasiones que la mueven; no necesita maquillaje, ropa de marca o darse muchos gustos para sentirse hermosa.
Laura dominó los tacones, confiesa que los aprendió a amar y se siente linda cuando está allá arriba. Todo con esfuerzo se logra. Y lo más importante es que ahora se siente cómoda en las alturas: “Si uno se siente cómodo, proyecta belleza”, asegura. En ese sentido, ella considera que no hay medidas perfectas. Que en la diferencia está lo bello.
Aparte de haber superado el vértigo de los zapatos altos, Laura no ha cambiado. Lo único distinto es que lleva más personas en su corazón, ya que les ha hecho campo después de recorrer el país de cabo a rabo. No es de llanto fácil, no se le escapan las lágrimas porque sí, pero esta etapa de la vida ha retado su sensibilidad: ha conocido historias conmovedoras e inspiradoras, como la de Jeison Aristizábal, que hoy lidera una institución dedicada al trabajo con niños y jóvenes de escasos recursos en situación de discapacidad, como él.
En estos siete meses ha dado todo de sí misma y su compromiso con nosotros es más fuerte que nunca. Me asegura que no ha dejado de sonreír ni de repartir abrazos y que piensa más en los otros que en ella. Me cuenta que su misión en la vida es tocar los corazones de las personas que la rodean.
De vuelta al 2016
En nuestro primer encuentro me contó que era actriz. Para relajarse le gustaba hacer teatro y para controlar los nervios recurría a los ejercicios de respiración que aprendió en la academia. El momento más feliz de su vida fue ese en el que entró a la compañía de teatro de la institución en la que estudió.
Regresamos al 2017
Quiere tocar al público con sus personajes. Sigue siendo actriz, más que nada, y considera que todo lo que ha aprendido este año le ha dado más poder como mujer y como profesional. Espera seguir formándose y sueña con viajar por el mundo haciendo teatro. Le gustaría empezar por Los Ángeles, donde se imagina actuando en una de esas comedias románticas que ama. A pesar de todo lo que ha crecido en el concurso, sigue siendo una niña de corazón, dispuesta a repetir una y mil veces Transformers o Shrek.
Camino hacia el 2018
Cuando le pregunto por el certamen, grita emocionada: “¡El 26 es mi coronación! Se me metió en la cabeza que me quiero ganar esto. Lo veo todos los días. Visualizo el momento en el que me ponen la corona, la banda y me anuncian. Lo escucho y me emociono”.
Es una emoción genuina. Quiere llevarse la corona otra vez y se ha preparado mucho, física y mentalmente. Dice que se lo va a gozar de principio a fin. No ve la hora de que empiece el juego para conocer nuevas amigas y la ‘ciudad del pecado’ (Las Vegas, Estados Unidos).
Hace un año se le notaba el cansancio por las largas horas de trabajo; hoy, madrugar y trasnochar hacen parte de su vida y abraza esa oportunidad que le ha permitido crecer en todo sentido. Me pide que no interprete con arrogancia lo que va a decir: “Me siento totalmente preparada y confiada para el concurso”. En ese proceso han sido claves sus papás, quienes conforman su equipo de preparación. Sabe que tiene que tener cuidado porque a veces su corazón y su cabeza van más allá que su cuerpo, pero confía en todo lo que ha trabajado y se siente fuerte para traer la corona a casa.