Santiago Rivas posa en el centro de Bogotá/Foto: David Schwarz
Es un hombre sacado de los cuentos de los Hermanos Grimm. Su barba al sol luce rojiza, los pelos del pecho se le salen por el cuello de la camisa y quien no lo haya visto nunca en televisión podría confundirlo con un ciudadano alemán que anda amañado en Bogotá. Por eso parece salido de un cuento de los Hermanos Grimm.
Sin embargo, abre la boca y sus coordenadas son tan perceptibles, que resulta difícil imaginarse a otra persona presentando Los puros criollos, el programa que aborda con humor y profundidad la colombianidad. Tan de nosotros es el sombrero vueltiao, el Chocoramo, el rebusque, el tejo y el trompo como los colmillos afilados que en diciembre mostró Juan Pablo Bieri (el gerente de RTVC) a ese hombre de voz aterciopelada y boca ruisueña que disfrutábamos ver todas las semanas, envuelto en un blazer o en una chaqueta oscura, moviendo las manos como un hipnotizador.
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Por oponerse a la Ley Mintic, que amenaza los recursos y la independencia de la televisión pública, Bieri censuró a Santiago Rivas y a sus Puros criollos. Después de cinco temporadas, el programa que rendía homenaje a la cultura popular llegó a su inesperado final. Pero de entrada no nos pongamos tristes, trágicos e hiperrealistas, y conformémonos con que por lo menos Bieri ya renunció, luego de que se filtrara un video en el que se evidencia su persecución a Rivas.
Volvamos a Los puros criollos, la marca que perdurará en la memoria de la teleaudiencia. Para este texto, a propósito de las multas excesivas por comprar comida en la calle, voy a revivir el capítulo número nueve de la segunda temporada, que coincidencialmente se llama ‘La empanada’. Los 800 mil pesos que puede costar comerse una en la calle es motivo suficiente para retomar una de las tantas piezas ingeniosas que presentó el protagonista de esta nota:
“Hoy vamos a conmemorar el hecho de que los españoles no solo nos trajeron el sarampión y las ratas, sino también cosas muy sabrosas, a menos que ellos hayan querido iniciar el exterminio de nuestros aborígenes a punta de colesterol. Hoy les vengo a hablar de un alimento popular que se consume en todo el mundo. Todo colombiano dirá que la mejor es la que se hace aquí. Estoy seguro de que apenas terminemos este capítulo usted va a salir corriendo a comer una crocante, frita, grasosa, apetitosa y 'mamonúa' empanada, que es nuestro símbolo de hoy al que le queremos hacer un homenaje, así que bienvenidos. Mi nombre es Santiago Rivas y esto es Los puros criollos”.
P: Ahora que el programa llegó de sopetón a su última temporada, ¿qué va a extrañar de él?
R: Al equipo, a la gente con la que grabamos, a Alejandro Vargas, Eduardo Muñoz, Carlos Cantor, al director Néstor Oliveros y a los productores que ha tenido. Voy a extrañar a Señal Colombia, me hace falta ir al canal más a menudo, es triste porque cada que iba me encontraba con amigos. Trabajé un año en comunicación digital y tengo todavía una muy buena relación con la mayoría de la gente.
P: ¿Se peleó con la marca Señal Colombia o es cuestión de que pase el tiempo para que se reconcilie?
R: Es cuestión de tiempo. Sé que la gente no se siente en la verdadera Señal Colombia. Sé que sus trabajadores están siendo monitoreados y vigilados, sé que los tienen presionados para que no opinen nada que vaya en contra de la institución. Ese no es el espíritu del canal. Hay que esperar, ojalá todo salga mejor, las instituciones son más grandes que las personas.
P: ¿Cuál es el secreto de Los puros criollos para que no pierda vigencia, sobre todo en la actualidad, en donde hay una saturación de contenidos?
R: Una de las características que busca Señal Colombia es que los programas sean atemporales. Ese era uno de los riesgos que yo tenía a la hora de opinar de política. A grandes rasgos, las cosas en el país no han cambiado tanto. Mi aspiración es hacer de una columna como las de Lucas Caballero Calderón (Klim), que corresponden a la coyuntura de su año, pero son muy lúcidas a futuro.
P: ¿Quiénes los inspiraron a dedicarse a la televisión?
R: Suena como un gran cliché: Jaime Garzón, Santiago Moure y Martín de Francisco. La tele era una putería de programa, Carlos Vives termina siendo el que financia toda esta idea maravillosa. Vives es un genio, gracias a él están Martín y Santiago. Eduardo Arias es un ídolo, un referente, uno nunca deja de inspirarse con él. Bebo de los que vi en la adolescencia y de los de ahora, como John Oliver y Tina Fey.
Titular del diario El Espectador del 15 de febrero: “La empanada más cara: a joven lo multaron con $834.000 por comprar una en la calle”. A continuación se lee en el primer párrafo del texto: “En Bogotá, una empanada le puede costar desde $1.000 hasta $4.000, pero un hombre que compró un ejemplar de este codiciado pasabocas en un puesto ambulante tendrá que pagar $834.000, luego de que varios uniformados lo multaran a él, a tres clientes más y a la vendedora, justificando una infracción al Código de Policía”.
P: Voy a sonar a manual de autoayuda, pero no me importa. ¿Todo lo que termina mal puede abrir las puertas para un mejor comienzo?
R: Enero es el final del año lunar. Si uno cree en la astrología china, estábamos viviendo el año del perro, que es un periodo muy hijueputa. En febrero arranca el del cerdo, que es menos jodido. Todos los años tienen un grado de hijueputez adjudicado a cada uno por porcentaje y a cada signo le toca distinto. El del cerdo es más leve, más próspero, entonces posiblemente Los puros criollos significa el final de algo. Seguramente para mayo no nos vamos a acordar de muchas vainas, lastimosamente bastaron quince días para que la gente se olvidara de Néstor Humberto Martínez.
P: ¿Quedó vetado de por vida en la televisión pública?
R: Por tres años y medio no voy a estar en la radio ni en la televisión pública. Todo lo que pasó con la pelea de la Ley MinTic, que ahí sigue, nos convirtió, a los que estábamos dando la pelea, en enemigos hasta de la televisión privada. Este es un buen momento para repensar qué más puedo hacer, quiero regresar a mi naturaleza rebuscadora de artista plástico. Llegué a Los puros criollos, porque me la rebuscaba trabajando en lo que fuera.
P: ¿Cree que el Gobierno le seguirá mostrando los dientes?
R: Juan Pablo Bieri mandó quejas a muchos medios, con el propósito de salvar su nombre. Hizo unas acusaciones de corrupción en un montón de lados en donde yo no creo que la haya. La primera prueba para mí es que Diana Díaz radicó una carta en la Procuraduría en donde se puso a disposición de la autoridad. CityTv sacó una nota llena de imprecisiones y de mentiras. En redes se vuelve muy mamón: ahora ya vamos en que mi esposa y yo armamos un tumbado para bajarnos 700 millones de pesos de una temporada de Los puros Criollos. Si yo me los hubiera robado no habríamos podido hacer ni un capítulo.
P: ¿Tiene temor? ¿Espera otra sorpresa?
R: No sé si alguien me quiere hacer daño real o jurídico, en diciembre me robaron el computador y me aconsejaron sospechar. Me lo robaron el 18 de diciembre, saliendo de un plantón a la Ley MinTic. Fue un tipo que vino detrás de mí al Teatro La Candelaria, me hizo un cambiazo y se llevó la maleta. El computador no les sirve de nada, es una maquinota, trabajé para tenerla y me da piedra que me lo hayan robado. Es harto vivir con sospechas.
P: ¿Duerme tranquilo?
R: No me trasnocho, pero tampoco lo dejo atrás. De hecho, el primer daño que le hacen a uno es hacerle sentir miedo. Desde que inició este problema no me ha tocado alguien en la calle que me diga lo que en Twitter me dicen. La gente me apoya, está pendiente de mí, ha sido solidaria... De pronto es la gente que me ha tocado porque Facebook me organizó el algoritmo de la ciudad para que solo me encuentre a los que están de acuerdo conmigo.
Capítulo nueve, temporada dos de Los puros criollos: “La empanada no ha sido oficialmente declarada por nuestra Constitución como un símbolo de la identidad nacional y nadie ha dado una notaría para que esa circunstancia cambie. Los hijos de ningún presidente ni expresidente han creado un negocio llamado ‘Engordarte’ y el gremio empanadero no paga paramilitares ni desplaza gente en ninguna parte del país. Pero nada nos convoca tanto como ella, que puede ser una medialuna o puede ser un bollito, como le dicen en la costa a las mujeres bonitas, relleno de lo que se nos ha dado la gana, porque la empanada es versátil, rompe todas las barreras que pueden existir en nuestro país: las de región, religión, género, raza, estrato social e incluso las políticas. Porque este país, más que tener ideas brillantes, tiene jetas brillantes”.
P: Algún ‘pero’ debe tener el programa. Yo no se lo veo, quizás usted sí.
R: Algunos dicen que es demasiado centralista. Yo digo que, más allá de si es light o no, más allá de si es o no riguroso, es simpático y tiende a caer bien por eso. Entiendo que haya gente a la que no le guste; hay otra, en las escuelas de Comunicación, Antropología y Politología, que ponen Los puros criollos en sus clases. Se hicieron una serie de libros digitales en el Instituto Caro y Cuervo para enseñar español a partir del programa. Eso es un honor, trato de no faltar a una cita universitaria o de colegio porque lo más importante en ese sentido es permear, es un honor que los chinos hablen de este espacio.
P: ¿Algún tema le faltó por grabar? Repasando la lista, están casi todos los elementos que singularizan a Colombia: el Jabón Rey, la arepa, el machete, el chance, los perros criollos…
R: Me faltó grabar la cumbia. Es un exabrupto que con el equipo no hayamos podido. No lo hicimos porque los derechos son difíciles de conseguir. Habría hecho uno sobre Miami, porque es una ciudad muy criolla, la ‘gente bien’ se iba para allá porque se estaba mejor. La diáspora de unos pocos abrió la puerta para que también se fuera la gente de clase media y los traquetos. El chontaduro y el plátano son fundamentales. Otro capítulo que yo amaría hacer es el del barroco criollo, que es sobre la decoración de las casas de las tías. Alguien va a Nueva York y le trae una taza, un plato, un imán, una bailarina y empiezan a acumular cositas. Es el barroco de las personas que no viajaron o que viajaron poco.
¿Se imagina haciendo la sexta temporada?
R: Si vuelve a haber una temporada, una vez haya cambio de Gobierno, si viene una administración que sea más afín con la libertad de expresión, muy posiblemente la pueda hacer.
¿Qué le debe a estos años consagrado a retratar, a su manera, el patrimonio nacional?
R: Gracias a Los puros criollos tuve distintos empleos, ese era el verdadero pago del programa. Me trajo oportunidades. Desde que la gente lo vio en el 2012, no he parado de tener ofertas.
Con las siguientes palabras, Santiago Rivas finaliza uno de los tantos episodios del programa que lo va a acompañar para toda la vida. Haga lo que haga, vaya a donde vaya, siempre será un puro criollo: “La empanada es una de las mejores cosas que tenemos como país. Esa masa crujiente no solo envuelve recetas, envuelve tradiciones enteras, la identidad de muchos hogares y de muchas regiones, porque cocinera que se respete, no revela la receta ni siquiera ante amenaza de tortura, ni siquiera si la amenazan con presentarle al doctor Pachito Santos. Porque la empanada es una cosa que viene desde la casa, de la entraña, que ha servido de sustento a muchas familias. Si yo fracaso en mi carrera como presentador de televisión pública, seguro me pongo a hacer empanadas. Ningún alimento se consume tanto en el país y por eso hoy la empanada es un símbolo en el país de los puros criollos”.
Producción general: María Angélica Camacho García.
Asistentes de fotografía: Daniel Álvarez y Juan Camilo Yepes.
Agradecimientos: Pasaje Rivas, Fernando Gutiérrez Mora, Policía Nacional, Secretaría de Gobierno, Plaza de la Concordia, Restaurante La puerta de la catedral y Mauricio Gil.