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Paola Turbay: reina, madre y hechicera

Al momento de pensar en una colombiana inspiradora, su nombre aparece de primero en la lista, sobre todo en esta revista, donde fue portada por primera vez en 1991, cuando fue Señorita Bogotá. Aunque parece que ya todo está escrito sobre ella, regresamos a su vida sin temor a repetirnos, con la idea de seguirla descubriendo a sus 47 años. 

Por Laura Galindo M. / @LauraGalindoM
24 de noviembre de 2018
Paola Turbay: reina, madre y hechicera
Fotos: David Schwarz.

Fotos: David Schwarz.

Arde la inquisición española en 1610. Las llamas se levantan a los pies de Antonia Gavilán de Logroño y se crispan más altas cuando arrecia el viento. ¡Inferiorum! Los vampiros ahora van de sotana, con cruces en el pecho y mitras de obispos. Facere homo scelestus, animal ex mors. La que ahora es la Iglesia Católica condena a las brujas y más si se han atrevido a manipular la muerte. Si como Antonia, se han hecho nigromantes para arrancarle víctimas a la Gran Peste. Flamma velle capere tuus. El sol aclara el día con sus primeros rayos y la bruja de Logroño se retuerce en la hoguera. "¡Admodum spiritus!", grita con fuerza. Un coro escondido repite tras ella y los vampiros, encapuchados como sacerdotes, caminan hacia la plaza poseídos por el magnetismo del conjuro. "¡Spiritus!", sentencia por última vez. Las llamas se tragan sus gritos y los vampiros se incendian a la luz del sol. 

Antonia Gavilán es una de las hechiceras más poderosas de True Blood, la serie de HBO creada por Adam Ball, que se convirtió en un fenómeno mundial durante el 2008.

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Paola Turbay interpreta a Antonia Gavilán.

¿Actriz, psicóloga, reina o empresaria?
Definitivamente actriz. Yo no sé por qué la gente dice que soy empresaria. Estudié psicología en la Universidad de los Andes, pero nunca ejercí, solo en mis prácticas. De hecho, casi que no me gradúo. Interrumpí la carrera dos años, en cuarto semestre, para hacer televisión. Después estuve a punto de dejarla tirada porque había un análisis cuantitativo que no me daba. Por esa época también nació mi hija Sofía y dije "bueno, esto ya se quedó así". Pero, al cumplir un mes, no me aguanté el desespero, me puse a trabajar y saqué adelante la tesis. No soy de dejar las cosas a medias.

¿O sea que es actriz autodidacta?
No, para nada. Yo necesito la presión, la fecha, el informe, el profesor. Estudié en el conservatorio del Acting Studio de Hollywood, Florida. La verdad es que me encanta la sensación de estar inmersa en el mundo académico. De hecho, quiero volver a estudiar. He pensado en cosas relacionadas con biología, bioquímica, entomología. 

¿Por qué no estudiar actuación desde el principio?
Porque eran los años 80 y en esa época uno no hacía lo que le daba la gana. Salía de su casa solo si se casaba. Siempre me gustó el teatro musical, soñaba con irme a Nueva York y estudiar artes integrales: baile, canto, actuación. 

Decirle a mis papás “Quiero ser artista” era complicado. Vengo de una familia en la que todos son PHDs. Mi papá es matemático y mi mamá es psicóloga y fonoaudióloga, ambos con posgrados y más posgrados. Lo que yo quería no resultaba serio sin antes pasar por una universidad. Aquí en Colombia no existía un programa formal. Por otro lado, a mí tampoco me parecía correcto hacerlo sin haberme preparado. Como yo ya había sido reina y presentadora, me ofrecían cualquier cantidad de papeles porque daba rating. Pero para mí era un tema de respeto. Había gente más juiciosa que estaba haciendo fila. Por eso, hasta que no estudié, no acepté mi primer rol. 

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¿Cuál fue? 
Isabel Vega, en Cane, una serie de la cadena CBS, sobre una familia azucarera del sur de Florida. Aunque, bueno, a mitad de la carrera en el conservatorio me llamaron para hacer Noticias Calientes, una comedia con Ernesto Benjumea y Diego León Hoyos. 

¿Y Antonia en True Blood?
Ese fue en el 2008. Isabel, en Cane, fue un año antes. Estamos hablando de mis 35 años -ahora tengo 47-. Yo estaba estudiando en Florida y Santiago Díaz, un amigo productor de la película Paraíso Travel, me dijo “véngase para Los Ángeles que aquí están encaprichados con las latinas”. En esa época el estereotipo estaba cambiando y ya no eran empleadas del servicio, mulas y ladronas, sino empresarias y mujeres de familias con plata. El único requisito era no tener acento y yo lo cumplía, nací en Houston y el inglés fue mi primera lengua. Le hice caso a Santiago. En las audiciones me sacaban tapete rojo. ¡Claro! Iba con las portadas de revistas, las cifras, los ratings. Ellos hacían el paralelo y pensaban que yo era algo así como Jennifer Aniston o Julia Roberts. 

Le fue bien, entonces…
Sí, pero tampoco estuvo fácil. Aquí me ofrecían los papeles por ser yo. Allá me tocaba ganármelos en franca lid. En el casting de True Blood, por ejemplo, me tocó la escena de la fogata y me dieron el papel. Era un personaje para tres capítulos y después del primer día de filmación me dijeron: “la queremos para toda la temporada”. Luego estuve en Royal Pains y The Secret Life on the American Tennager.

Estaba viviendo en Los Ángeles, tenía una carrera como actriz y aparecía en tres de los shows más vistos de ese momento en Estados Unidos. ¿Por qué volver a Colombia?
Por que mis hijos nunca habían vivido en su país y sentía que se lo estaban perdiendo por culpa de mi carrera. Que nunca iban a tener raíces ni iban a ser colombianos. Algo tan sencillo como que ellos no bailaran salsa era un fracaso para mí. Aquí tenían su familia, sus primos, sus abuelos. Yo quería que tuvieran una casa a la cual volver en Navidad. Yo los traje al mundo sin que ellos me lo pidieran, lo mejor que podía hacer era ser, primero, la mejor mamá y luego la mejor actriz. 

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***
El 15 de septiembre de 1994, a las 8:00 de la noche, los colombianos vieron el primer matrimonio televisado de su historia. Paola Turbay y su novio, Alejandro Estrada, se casaron frente a las cámaras de RCN. 

¿Ha sido el día más feliz de su vida?
Fue puro estrés y corredera, peleas por todas partes y mi papá diciéndome “yo no la voy a entregar, que la entregue su abuelo”. Mi suegra invitó a más personas de las que acordamos, me tocó saludar a todo el mundo, no vi a mi marido en toda la noche… ¿Sigo? Mi mamá me dio una botella de champaña y, al llegar al hotel, nos estaban esperando los amigos de Alejandro. Nos la quitaron. A mi esposo me lo tuvieron ahí hasta la madrugada, me subí sola al cuarto y el botones terminó quitándome el vestido porque yo no podía sola. ¡Ese qué va a ser el día más feliz en la vida de alguien!

¿Y cuando Alejandro le propuso matrimonio?
Ese fue el peor. Yo estaba enferma, tenía una gripa mortal y se le metió en la cabeza que tenía que ser ese día porque era su cumpleaños. Me invitó a cenar y quedó en pasar por mí a las 8 :00 p.m. Como eran las 10:00 p.m. y no aparecía -claro, se demoró mostrándole el anillo al amigo y ensayando la entregada- me puse la pijama y me acosté a dormir.  Llegó a mi casa, me hizo levantar y me llevó a un sitió francés que quedaba al lado del Gimnasio Moderno. ¡Un huesazo de restaurante, con una luz inmunda! 

Pero al final todo salió bien, supongo…
Todo salió mal. Para ayudar, Alejandro me dijo 'descansa 15 minutos, vas a ver que eso funciona y te recuperas'. Me quedé dormida sobre la mesa y, al despertarme, tenía la cajita del anillo al frente. 

¿Cuándo nacieron sus hijos?
El día que nació Sofía, mi hija mayor, yo la miraba y decía: 'pucha, yo no siento amor'. Buscando entender, le pregunté a mi mamá: '¿tú me quisiste desde que nací?'. '¡Pues claro!', me respondió. '¡Si ese fue el día más feliz de mi vida!'. Luego, una amiga me confesó que le pasaba lo mismo, pero que no era capaz de decirlo. Dejé de pensar que yo era la típica madre esquizofrénica.. 

¿Nunca se ha arrepentido de algo que haya dicho en una entrevista?
No, nunca. ¿Por qué? ¿He dicho algo de lo que debería arrepentirme?

Una vez dijo que si fuera presidente su gobierno sería una dictadura…
¿Yo dije eso? Ok, sí. Es algo que yo diría. Pero esas cosas no han generado polémica. Primero porque la gente me conoce y sabe que las razones que hay detrás son buenas, que en realidad hablo de ponerle orden a la casa y cerrar ciertos escenarios que facilitan la corrupción. Y, segundo, porque yo no hago política y cualquier declaración mía se vuelve la opinión de un ciudadano. Aunque, ¿sabes qué más creo que pasa? Que la gente ve lo que quiere ver y entra en estado de negación. Una vez me consultaron si había fumado marihuana y dije 'sí, cuando entregué la corona, Alejandro me estaba esperando con un cacho'. 

¿Cuál ha sido el día más feliz de su vida?
Cuando bebí ayahuasca por primera vez. 

***
"¿Qué haría si fuera elegida presidente de la República?", le preguntó en 1991 un periodista a Paola Turbay, entonces Señorita Bogotá. "Lo mismo que el presidente si fuera elegido reina. ¡El ridículo!", respondió ella.
Al día siguiente, la respuesta estaba en todos los periódicos del país. Poncho Rentería le dedicó aplausos desde su columna de El Tiempo y la gente celebró la ocurrencia de la antirreina. La misma que para los expertos resultaba muy bajita, muy liberal, muy gringa y con la voz muy chillona. Un año más tarde, el jurado de Miss Universo le repetía la misma pregunta en Bangkok. “No me puede estar pasando a mí”, pensó Turbay. Habló de orientar a los jóvenes, de caminar hacia la paz, de mostrarle a la gente que la vida es maravillosa. Una respuesta vacía a una pregunta cliché, pero que al lado de la pista de atletismo que construiría Miss India si fuera presidente, brilló por  su sensatez y le dio el segundo puesto. 

¿Se van a acabar los reinados?
Eso depende de sus concursantes. Ellas son las que dan las entrevistas, las que ponen la voz y se convierten en la imagen. Si las candidatas no son 'niñas' con un mensaje que vaya en sincronía con las mujeres de hoy, no van a generar empatía. La gente se conecta con los reinados por las fiestas y las celebraciones populares, pero también porque las reinas son un modelo aspiracional y es necesario asumir esa posición. Hoy en día el reinado compite con muchas plataformas y tiene muchos detractores.

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En el feminismo, por ejemplo. 
Claro, pero si las candidatas son capaces de usarlo para el beneficio común, si lo entienden como un medio y no como un fin, se pueden hacer muchas cosas. Con la corona viajé a los lugares más olvidados y, según supe después, alcancé a recaudar un millón de dólares mal contados. Entonces, si uno es una figura positiva, que sabe valerse del título para reconstruir tejido social y enaltecer temas de mujer, va tener el apoyo de todos, incluidas las feministas. 

¿Usted es feminista?
No, yo no soy feminista. Soy humanista. Defiendo los derechos de los seres humanos, hombres y mujeres. Ahora, celebro las olas del feminismo porque son las que nos han puesto cerca de la equidad, pero no a ese feminismo exagerado que se lleva al extremo. El que hay que apoyar es el que busca simplemente que tengamos los mismos derechos.

¿Eso no es lo que busca todo el feminismo?
No. Hay uno al que se le va la mano. Hay feministas que ofenden al feminismo. Es más un tema de discurso que de posición. Por supuesto, yo soy promujer, pero me parece que para mantener el equilibrio hay que pensar en todo el mundo. Un feminismo exagerado puede desbalancear la ecuación. Estamos muy cerca de tener todo parejo: los mismos derechos, los mismos salarios… ¿en qué más estaremos en desventaja?

Según la ONU, la brecha salarial entre hombres y mujeres en el mundo es del 23%; y según Sisma Mujer, cada 28 minutos una mujer es víctima de violencia de género en Colombia. 
No, pero violencia hay contra hombres y mujeres. Es un tema más complicado que no tiene que ver con el género. Es una injusticia contra los seres humanos y no siento que se deba asumir desde un punto de vista feminista, sino social. 

Pero la violencia contra la mujer es un delito tipificado en Colombia desde el 2008. Las 17.700 víctimas reportadas por Medicina Legal este año fueron atacadas por el hecho de ser mujeres. 
Yo estoy a favor del respeto y de castigar cualquier cosa que atente contra la igualdad, en general. La de los hombres, la de las mujeres y la de los niños. Esas posiciones tan de género, de equipo o de partido van alimentando cierta violencia y cierta agresividad. Si todos abogáramos por el bien común, por el ser humano, en general, avanzaríamos como raza.

¿Preferiría vivir una vida llena de pasión o de serenidad?
¡Que oso! La peor pregunta del mundo. Me la hicieron en Miss Universo en la primera ronda de jurados. ¿Qué fue lo que contesté ahí? ¿De pasión?

De serenidad porque de los pensamientos serenos también surge la pasión.
¡O sea del mismo modo en el sentido contrario! ¡No! ¡Me arrepiento! No era yo en ese momento. Lo que pasa  es que bajo tanta presión el cerebro se congela. La responsabilidad es enorme porque uno lleva la bandera de su país y se vuelve Colombia en esos espacios. Además, para mí ganar era importantísimo. Quería ese título para hacer cambios sociales y derribar prejuicios. Tenía muchas opiniones en contra que decían que era más antirreina que reina, pero en realidad yo era la típica mujer de los 90, que dejaba de ser princesa y se volvía profesional, empresaria y líder. Yo quería ganar para defender lo que éramos y alcancé a pensar  "si no clasifico, que ni me esperen en Colombia". 

Producción general: María Angélica Camacho García.
Maquillaje: @yosoyenriquetrujillo. 
Asistente de fotografía: Natalia Pedraza Bravo y Alejandro Gómez Niño.
Vestuario: María Elena Villamil.
Touché.

Por Laura Galindo M. / @LauraGalindoM

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