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Con su movilización hasta el cementerio Campos de Paz, los 120 mil antioqueños que acompañaron el cuerpo de Andrés Escobar Saldarriaga, rindieron tributo no sólo al ciudadano, deportista y amigo, sino que de paso testimoniaron su admiración por la elegancia, la caballerosidad y la distinción que tenían en el zaguero colombiano a su mejor exponente.
Aunque era un futbolista joven -27 años de edad- Andrés tenía la suficiente experiencia y toda la confianza de Francisco Maturarna y Hernán Darío “Bolillo" Gómez para ser pieza indispensable en el engranaje de la Selección Colombia. Su elegancia y suficiencia para manejar el balón lo convirtieron en figura reconocida del proceso reciente que vive el fútbol colombiano. En él se reflejaba, en gran medida, la dimensión profesional que ha adquirido el jugador colombiano para afrontar retos, obligaciones y compromisos. Es ejemplo de la identidad y la personalidad actuales del balompié patrio, con todo y el resultado de USA 94.
Su fútbol era tranquilo y técnico. La acentuada utilización de la pierna izquierda, los 1.84 metros de estatura que tenía y el liderazgo que ejercía en el sector central de la defensa, lo dejaron ante la retina del espectador como un buen jugador que ante todo desempeñaba una marca estricta, sin rudezas, y que era capaz de salir con el balón dominado y comenzar, desde atrás, el ataque de su escuadra. Criado en un ambiente familiar de clase media era, en concepto de Francisco Maturana, "el tipo de jugador ideal para cualquier equipo, no sólo porque técnica y tácticamente es apto, sino porque su condición humana es inigualable. Porque dentro y fuera de la cancha su imagen se proyecta con personalidad, porque tiene don de gentes, en sintesis, porque es un señor".
Andrés Escobar tenía suficientes atributos como para no dejar de incluir en este trabajo lo que sentía y pensaba sobre el fútbol y la vida urbana, en el caso de su ciudad, Medellín, la misma que lo vio partir una madrugada por obra de quienes no aceptaban que el fútbol fuera juego y si un infalible negocio.
"En el fútbol no matan a nadie"
Yo diría que el barrio ha influido en mi forma de jugar el fútbol, porque en él uno aprende muchas cosas. Aparte de la educación que a uno le brindan en la casa, educación que a uno le brindan en la casa, aprende a relacionarse, a escoger los amigos, la gente con la que va a pasear, con la que va a ir a un cine, con la que va a ir a un baile, con la gente que va a permanecer en las vacaciones para estar jugando, para realizar alguna actividad y en medio de eso uno se desenvuelve.Es donde aprende uno inclinarse por un deporte o por una afición. En el caso mío es el Fútbol y a mí siempre me gustaba jugar en el barrio, en la arenilla, en el pavimento donde uno se raspaba y llegaba con las rodillas y los codos todos pelados a la casa y donde uno aprendía a hacer sus primeras jugadas.
Para mí, jugar en la calle me dio las condiciones innatas porque nunca tuve una persona ni una escuela de fútbol donde me enseñaran a cabecear, donde me enseñaran a pegarle con el pie izquierdo, a pararla. Yo eso lo aprendí siempre en la calle; lógicamente cuando ya llegué al colegio y tuve mi primer entrenador, a uno lo tratan de perfeccionar un poquito, pero no le dedicaban todo el tiempo a eso.
En cambio uno en la calle cogía un balón y empezaba a “tecniquiar”, empezaba a darle de cabeza, que le quería dar de media bolea y todo eso lo aprendía uno jugando, jugando en las recochas (picados) como se dice popularmente. Además, en el colegio siempre se apoyó mucho el deporte. El Calazans fue un colegio en donde el basquetbol, el voleibol y el fútbol eran deportes que siempre los apoyaban y yo veía al hermano mío que ya estaba jugando; el mayor tambien jugaba y en el barrio todo mundo estaba para el fútbol. Teníamos las canchas a dos cuadras de mi casa y entonces uno llegaba y armaba la recocha y jugaba los partidos, los torneitos para jugar en vacaciones o así en día de colegio. Entonces yo siempre pensé en ser un futbolista profesional que quería vivir del fútbol y para el fútbol.
En el colegio Calasanz, estudié prácticamente casi toda mi vida hasta quinto bachillerato. Y ahí fue donde más o menos me inicié, aparte de que uno jugaba siempre en su barrio con los jugadorés, con los compañeros del colegio, con los amigos del barrio y de ahi ya llegué a la categoría de menores del colegio Calasanz, para luego pasar a la Selección Antioquia Juvenil. Yo diria que en las recochitas está esa diversión, esa genialidad si se puede llamar así, la inventiva que tiene que tener uno como jugador. Uno inventa jugadas, trata de hacer cosas distintas a las que de pronto uno normalmente en una cancha sabe que no puede hacer, porque tiene que cumplir una función determinada, tiene que hacer movimientos organizados, tiene que pararse bien tácticamente, tiene que hacer esto, no se puede poner uno a molestar como en una recocha, a arriesgar. Uno en la cancha se saca a otro o hace un túnel y se muere de la risa y se goza al otro. Uno jugando ya a nivel profesional sabe que no puede hacer eso, sabe que tiene que respetar a los rivales y uno mismo como jugador tiene que ser serio dentro de una cancha.
Su ídolo está en casa
Bueno, pero en todo este proceso influye mucho la familia. Todos ellos, desde el principio siempre me han colaborado y me siguen apoyando. Saben que tengo que brindar siempre un rendimiento bueno, esto los primeros lugares. Ellos están atentos a todo lo que me pase, a lo bueno, a lo malo; si es en las buenas, pues van a estar celebrando y gozando con los triunfos míos, pero si es en la malas me van a apoyar, van a estar cercayvan a tener esa confianza hacia mí. Yo de pronto no he sido la persona que haya tenido idolos. Idolo para mí es la persona que tiene el carisma, que tiene una imagen, que es el ejemplo para niños y grandes, que es la persona que siempre crea las expectativas mayores. He tenido sí una persona que ha sido fundamental en la vida mía y que es mi papá.
Por otra parte, lo mío con el fútbol no es más por profesión que por diversión, por que si fuera por profesión...
Yo le pongo un ejemplo claro: en Suiza yo me ganaba más plata que la que recibo en Colombia. Sin embargo prefiero ganarme menos plata aquí en el país, pero jugando con alegría, estando contento, y yo creo que eso es lo más importante. Mientras uno sale a una cancha y sabe que se va a divertir y va a estar en un estadio completamente lleno y que va a gozar con el fútbol del Nacional, porque uno lo vive y uno lo siente, que Nacional representa mucho para toda la gente en Colombia, no solamente en Medellín y de pronto en el exterior, por esa imagen tan grande que tiene. Entonces, yo juego porque e su área. me gusta mucho, el día que no me nazca jugar fútbol y que no juegue con alegría, mejor no juego más.
Todavía siento alegría por jugar porque me gusta entrenar, me gusta trabajar, me gusta divertirme, en los entrenamientos río y no me dedico solamente a trabajar. A veces me río y molesto con mis compañeros. Y ya en el partido, ese trabajo que uno hace en la semana se convierte en diversión. ¿Cómo me divierto? Tocando el balón, haciendo lo que nos gusta, no pegando patadas, porque nunca ha sido una característica del Nacional ni de nosotros, sino tocando y divirtiendo a la gente, que la gente goce con el fútbol espectáculo que tiene Nacional. Nosotros muchas veces en el Nacional hemos ganado partidos y hemos jugado mal, y ganamos y somos en el camerino, mejor dicho, todos con la cabeza en el suelo. Somos aburridos comentando “no, es que jugamos muy mal”; “es que no nos divertimos, no tocamos el balón, no hicimos una pared, no jugamos bien". O muchas veces perdemos y jugamos tan bien que nosotros decimos: "es que por qué nos va a dar tristeza si entregamos lo mejor, jugamos bien, no ganamos porque a veces no se puede ganar. Uno pierde, gana o empata pero tiene que estar satisfecho". Entonces cuando uno gana y no juega bien, ni se divierte, nadie puede estar contento.
La vida es un juego
El fútbol me acerca al mundo. Yo creo que me acerca porque el fútbol como espectáculo, como afición, como juego va a estar siempre rodeado de muchas personas que trabajan en muchas cosas, que viven de otras cosas. Entonces, uno va a tener mucha relación, no solamente con la gente que es un deportista, sino que uno siempre tiene relación con mucha gente en este campo. Por eso me gusta más jugar con gente, porque uno tiene más estímulo, porque el fútbol es un deporte que es de multitudes, el fútbol no es para jugarlo a puerta cerrada ni sin ruidos, ni sin bulla. La gente grita, ríe, aplaude, celebra, es toda una pasión y uno sabe que se van a olvidar de todos los problemas. O sea, de todo lo malo que les pasa o lo bueno que tienen, en el fútbol de pronto van a estar concentrados y atentos a un partido y se olvidan de todo, y van a estar felices, y nosotros también viendo que hay gente que está haciendo fuerza por nosotros, que nos está animando, que nos está alentando siempre.
Yo diría que con el fútbol queda demostrada la estrecha relación existente entre la vida y el juego. Y en el caso personal es cierta esa afirmación de que como uno vive juega. Si Vos tenés una vida desorganizada, yo digo que en la cancha sos un desorden, sos un desastre y esa frase yo la sacaría y la tengo muy presente, porque alguna vez nos la dijo el profesor Maturana, y es verdad: Uno entre mejor coma, mejor duerma, entre mejor se vista, entre mejor hable, entre mejor relación con la gente tenga, mejor vas a jugar y más figura vas a ser. No por eso se va a agrandar uno o va a pensar que cogió el cielo con las manos, no; pero yo creo que eso es una realidad y es verdad. La experiencia que tuve en Europa me permitió también establecer la relación entre las condiciones de vida de la gente y la manera de jugar y sentir el fútbol.
En Suiza, sus los habitantes son fríos, de la misma manera como viven así juegan. Suiza es un país donde hay mucho frío me tocó la época de invierno; la primavera también es una época fría y así son los estadios, en donde van 8 o 10 mil personas a ver un partido y la gente medio grita un gol. Pero no animando como aquí que la gente está saltando y brincando, o como en Argentina con tambores, pitos y maracas y haciendo bulla. Allá son tranquilos, calmados, cada uno vive su vida y no le importa la de las otras personas. En el caso personal, mi temperamento tranquilo se refleja para bien, para brindarle esa tranquilidad a mis compañeros. Por eso te decía ahora que uno juega como vive y yo soy tranquilo.
Voy a jugar tranquilo entonces voy a tener confianza para manejar el balón, para estar ubicado con mis compañeros porque estoy en una posición donde tengo que estar hablanda mucho, organizando y ubicando a los demás jugadores. Entonces les voy a brindar esa tranquilidad, esa seguridad atrás que uno va a transmitir para sacar el equipo adelante.
Pero hablando de tranquilidad, no hay que olvidar tampoco las situaciones en las cuales nos ha correspondido jugar en medio de situaciones delicadas, de violencia, de asesinatos. Por ejemplo, a nosotros nos sorprendió en Brasil, en la Copa América del 89, el asesinato del gobernador Antonio Roldán Betancur. Al otro día nos tocaba jugar contra Paraguay fue un golpe muy fuerte para nosotros porque era bastante amigo de todos. Fue una persona que estuvo en el Nacional y que estaba atenta a lo que nosotros hacíamos y todo eso repercute bastante. Así uno no quiera, de pronto de una manera indirecta porque uno sale a la cancha y está pensando en su balón. Pero antes del partido o días antes uno está pensando en la cantidad de problemas que vienen pasando en la ciudad; en las bombas, en los atentados, en las muertes, que mataron a tal persona; uno está preocupado y pensando en eso y eso no lo puede alejar uno de su mente. O sea, no lo puede olvidar tan fácil, sino que uno piensa en eso.
Entonces uno sabe que si va a salir va a una cancha es a dar lo mejor de sí para que esa gente que, por lo menos ejem stará allí durante 90 minutos, se aleje por un momento de eso que ha pasado en esos instantes. Ahora, yo creo que eso no significa sentirse utilizado porque es algo que ya está preparado como un espectáculo.
Entonces aqui han pasado muchas un cosas, inclusive cuando nosotros estábamos también a las puertas de ba jugar el primer partido de la eliminatoria en el 89, contra Ecuador, se presentó la muerte de Luis Carlos Galán y eso repercutió muchísimo, inclusive él iba a ir ese día a ver el partido, iba a ir al hotel a saludarlo, estuvo a punto de acabarse el partido, y uno como jugador sabe que tiene que jugar y que eso ya no se puede dañar porque ya han pasado muchas cosas y de pronto la gente a lo mejor se acostumbra como a eso.
En el caso del Nacional, el verde de su uniforme es el de la esperanza de un pueblo, como dice por ahí una propaganda la esperanza es verde es mucha la gente que espera mucho de nosotros. Para todos es superimportante por eso hablaba ahora de la responsabilidad que uno tiene porque la gente espera mucho de nosotros, porque tiene es la esperanza, entonces lo relaciono con la esperanza verde. Y ese verde nos remite a Antioquia, a su gente. Los jugadores antioqueños somos “verracos”, no nos gusta perder y somos ganadores.
El fútbol no es para matar.
Así como es la magia, así de dificil es para contestar, sobre todo si se relaciona con el fútbol. La magia es una mentira o un engaño. No sé, algo que uno ve y no ve al mismo tiempo. La magia es algo pasajero, algo como muy efimero. El fútbol tiene magia, atracción, y todos en mayor o menor medida, estamos impregnados del fútbol. La magia tiene un secreto, tiene como un estilo, un orden, tiene como algo y es como esa alegría que hay para jugar, esa diversión, el hecho de estar corriendo, de luchar por una camiseta, de entregarse, ellos mismos quieren salir adelante, hacer que la gente vaya al espectáculo porque es bueno, porque es alegría. En el fútbol, a diferencia de lo que ocurre en el toreo, no matan toros.
En el fútbol jugando no matan a nadie. Es más de alegría, de diversión y mientras exista esto va a estar contenta y ahí está el credo. Y el secreto está en que por ejemplo cuando en un fin de semana ganan los equipos locales, y eso está demostrado, la gente en los trabajos, en el estudio, en cualquier actividad va a llegar contenta; y cuando pierde, llega con ganas de no hacer nada. Entre mis compañeros, yo escogería uno que llamaría un mago del fútbol: Alexis García. Porque él coge ese balón y lo voltea como quiere, lo vuelve un corozo.
El primer técnico me aportó mucho, porque siempre le empieza a enseñar a uno que no solamente puede llegar a formarse como un jugador o como un deportista; que uno se quiere inclinar hacia eso, pero que primero se tiene que formar como persona y en la medida que uno sea más persona, mejor se va a desempeñar en otras actividades. Entonces yo debo destacar la educación que se me brindó en el colegio; el entrenador que tuve que nos ayudaba, que nos colaboraba, y que siempre por encima de jugar mal o bien al fútbol siempre nos decía que uno tenía que estudiar, que uno se tenía que preparar y tratar de ser una persona educada.
Ya no es como se dice antes, o como se veía antes que era una separación grande del técnico con los jugadores, sino que él tiene que ser un amigo, tiene que ser la persona de confianza, con quien está conversando, charlando, dialogando y a quien muchas veces uno le cuenta los problemas, las cosas buenas y las malas que le ocurren. El le va a entender a uno en determinado momento cuando tiene una situación no buena, porque uno de pronto tiene su bajón o tiene su partido malo, entonces el técnico va a conversar con uno. Uno le dice que no se sintió bien, que tuvo algún problema, aparte de lo que pudo haber sido un entrenamiento, un problema de la vida cotidiana de uno.
Un agüero: el pie derecho
Yo creo que sí existe una relación entre la religión y el fútbol. Cada uno tiene una religión y cree en Dios, o al menos en el caso mío yo creo en Dios. Entonces, uno sabe que es lo más grande que hay, que uno siempre se va a acordar de él, va a dar gracias por todo lo que uno ha tenido, por las cosas buenas, va a pedir por las cosas malas que ocurran. Entonces uno tiene su religión ahí y sabe que es más importante que las otras cosas que uno está haciendo. Porque uno tiene esa fe, uno tiene esa fe hacia algo, hacia alguien. Entonces, eso me parece más importante. Y uno ahí empieza. O sea, yo creo que lo primero que uno tiene en la vida o lo primero por lo que uno más o menos se decide es por la religión, o en la casa de uno es muy importante la religión. Entonces, uno ya está enmarcado hacia algo o hacia alguien, y lo más grande que uno tiene, y que está arriba, es la persona a la que uno siempre se encomienda.
Yo me encomiendo al Señor, y a María Auxiliadora también. Pero más que todo al Señor. Yo siempre que salgo a la cancha, siempre piso con el pie derecho y me doy la bendición. Es como algo que digo "bueno, me va a ir bien y voy a tirar con el pie derecho, y eso que soy zurdo, pero piso y me doy la bendición y le pido a Dios y le digo que me ayude a que las cosas salgan bien, que no tenga ninguna lesión. No que gane o que pierda, sino que me salgan bien las cosas. Ahora, si pisara con el pie izquierdo, creo que no pasaría nada. No creo que pase nada porque no soy una persona de agüeros, de cábalas, ni de pensamiento. Eso, mientras uno trabaja y haga las cosas bien, seguro que en la cancha todo le va a salir a uno bien.
La genialidad de la calle
Pienso que no es necesario ir a una escuela de fútbol. Yo creo que para uno perfeccionar algunas cosas de pronto sí se pueden mejorar muchos aspecto.
Yo pienso que la escuela le puede aportar al jugador en perfeccionarle sus movimientos o la relación con el balón. Porque es eso lo que le van a enseñar, le van a tirar un balón y le van a decir: "vea, párelo con el pecho”, y va a coger y lo va a parar porque así se lo enseñaron. En cambio, cuando uno no va a una escuela aprende por la capacidad que uno tiene, porque es algo innato, algo que uno lo adquiere porque quiere coger un balón y quiere hacer la 31 y la tira pa'l arco y quiere hacer jugadas. Entonces, me parece que un jugador no necesita ir a una escuela.
Pienso que en una escuela de fútbol no se va a enseñar la genialidad. La genialidad o la inspiración del jugador son parte de la inventiva que el jugador tiene y eso no se lo van a enseñar en una escuela de fútbol ni en ninguna parte, es algo que el jugador mismo va a tener.
El riesgo de las escuelas de fútbol es que les coarten la libertad a los muchachos si los meten en un esquema del que no pueden salirse. O sea, ya van como por una línea derechita. Tienen que darle al balón “así” y si no le dan así entonces ya está mal hecho porque no fue así como les enseñaron. Entonces, por eso es que no se debe asistir a una escuela, porque en la calle, en el barrio, así como aprende uno, así pueden aprender muchos niños que quieran jugar fútbol.
Pensando esa situación de los esquemas en el plano del fútbol profesional y en relación con la iniciativa personal del jugador, diría que me gusta tener el fútbol pero con orden. De acuerdo con la posición en que yo juego, tengo que hacer unos movimientos defensivos. Entonces, mi labor es primero defender, y mientras yo cumpla con esos movimientos que me mandan hacer, me siento bien. Pero si a mí, por ejemplo, me anulan lo que es la capacidad para ir al ataque, que creo es algo que yo poseo, a mí eso no me lo enseñaron,a mí no me dijeron "vea, es que usted se tiene que ir por acá, usted tien que llegar al ataque, tiene que llegar al gol”. No. Yo creo que eso lo tengo yo, eso es innato, eso es mío o lo ne hecho siempre. Entonces, si a mi no me quitan eso, yo puedo cumplir la parte defensiva, la parte táctica que es lo que me ordenan, eso me indican. Pero lo que es la parte de genialidad mía, que es ir al ataque, que es ir a enfrentar uno o dos contrarios y apoyar a los delanteros, a los volantes y llegar con posibilidades... Así me voy a sentir muy bien.
La relación que yo encuentro entre fútbol y política, se refiere a que en las dos tiene que haber como esa táctica, como ese orden. En el fútbol hay una táctica para jugar, para hacer los movimientos, en la política también. Los políticos tienen sus tácticas para saber manejar un país, para saber cómo lo organizan, para saber como ayudar a mejorarlo todo.
Yo creo que el político ideal ya no está... que descanse en paz el gobernador Antonio Roldán Betancur, quien era una persona que sabia que el deporte iba a unir a la gente, que por medio del deporte la gente estaba más unida sin tanta guerra, sin tanto problema. El hecho de hacer deporte va a ayudar a que se olviden los problemas.
Yo pensaría en un proyecto político a partir del como deporte, en el cual se hicieran obras, por ejemplo, o se crearan algunas organizaciones a nivel de deporte, con espectáculos deportivos y que se invirtiera en obras sociales para tratar de reivindicar sicarios, y para darle estudio a la gente y para darles alimentación a los pobres.
A veces tengo la oportunidad de ir al barrio Calazans, en donde viví más o menos 18 años. En ocasiones, tengo contacto con mis compañeros. Claro que ya no juego con ellos porque todos están trabajando: hay ingenieros, médicos o están dedicados a otras actividades. A veces juegan las recochitas los domingos y yo me muero de ganas de meterme y jugar ahí. Pero para uno ya es dificil, aunque eso signifique renunciar a la diversión de la calle, la misma que me llevó al fútbol.