Nadia Comaneci: "Era muy joven para darme cuenta de lo que había hecho"
La rumana, nacionalizada estadounidense, asombró en los Olímpicos de Montreal en 1976, cuando apenas tenía 14 años.
Amaya Iríbar / Especial de El País de España
Mikhail, el misterioso ingeniero ruso de la isla de Lost, tiene un gato llamado Nadia en honor a Nadia Comaneci, la mejor gimnasta de todos los tiempos. Esto da una idea de la trascendencia que ha tenido la gesta de esa niña rumana que en Montreal 1976 y con sólo 14 años puso fin al dominio soviético y logró el primer 10,00 de la historia, la perfección. Su imagen seria y a la vez infantil, su cola con flequillo y su lazo de algodón dieron la vuelta al mundo y fueron portada de publicaciones tan poco deportivas como Time.
Y sus ejercicios imposibles, de técnica exquisita, dificultad máxima y perfecta ejecución, cambiaron la gimnasia para siempre. Con ellos logró cinco medallas (tres oros, una plata y un bronce) y, cuatro años después, en Moscú 1980, añadió otras cuatro a la cesta (dos oros y dos platas). Luego su reinado terminó. Esa niña es hoy una empresaria de 48 años de edad, con un hijo pequeño, que vive en Oklahoma, tiene doble nacionalidad, estadounidense y rumana, y viaja por todo el mundo. Y a la que le sigue encantando ver y hablar de gimnasia.
¿Cómo se organiza con tanta actividad y un niño?
Dylan tiene casi cuatro años, así que cuando tengo que viajar intento que sean viajes cortos. Mi marido (Bart Conner, también ex gimnasta y medallista olímpico) se hace cargo de él cuando estoy fuera. Si los dos coincidimos, como en los Juegos Olímpicos de Pekín, viene con nosotros.
¿Y le ha dado por la gimnasia como a sus padres?
Va un día a la semana, pero aún es pequeño. Ya se verá...
¿Qué queda de la Comaneci que asombró al mundo en 1976? Entonces parecía una niña tímida, seria...
Mi único objetivo entonces era entrenar. Mi vida era la gimnasia y parecía más tímida de lo que era en realidad. Además, aunque había estudiado idiomas en el colegio no me sentía muy cómoda hablando inglés con gente que no conocía. Por eso parecía mucho más tímida.
¿Los entrenamientos eran tan duros?
Todos los deportes son duros. Hay que trabajar mucho para conseguir las metas. Lo que quiero dejar claro es que lo hacía porque me gustaba.
Pero era una niña. Fue campeona de Europa con 13 años. Ahora no podría competir hasta los 16. ¿Qué le parece esa regla?
A los 13 ó 14 años la mayoría de las gimnastas no están preparadas para competir al más alto nivel, simplemente porque no han aprendido los elementos. Pero para ser buena tienes que empezar muy pronto, a los cinco o seis años. Y luego te retiras joven, aunque esto está cambiando en los últimos tiempos. Yo, por ejemplo, lo dejé con 19 años. Nadie piensa que haya nada malo en que un chico se entrene duro a los 14 años, pero las chicas...
Usted se hizo famosa con el primer 10,00 de calificación. Ahora esa puntuación no existe, la gimnasia es más difícil de entender y, por tanto, de vender al gran público mundial...
Han mejorado muchas cosas: los aparatos son más seguros, las gimnastas están más cuidadas... Entonces competíamos en los cuatro aparatos y ahora pueden elegir hacerlo en uno o dos. Esto hace que haya muchos menos gimnastas completos. Además, se ha perdido un poco de espectacularidad, los ejercicios se parecen mucho. Tenemos que recuperar el espectáculo. Y necesitamos estrellas.
Nastia Liukin (figura estadounidense, con cinco medallas en los pasados Juegos Olímpicos) podía haber sido esa estrella, pero tras ganar en Pekín no se ha entrenado mucho y ni siquiera está claro que vuelva a competir al máximo nivel competitivo...
Nastia está ahora viajando y haciendo otras cosas. En Pekín estaba en un momento de forma increíble y dio lo mejor. Se ha tomado un descanso, pero ama este deporte, le encanta entrenarse. No tiene nada que demostrar.
¿Está la Europa del Este en declive frente a EE.UU. y China?
Yo no diría eso. Rumania sigue siendo fuerte y Rusia está recuperando su nivel.
Usted decidió dejar Rumania poco antes de que cayera Ceaucescu y cuentan las crónicas que tuvo que andar seis horas para atravesar la frontera hasta Hungría y luego Austria...
Todo eso es verdad, pero es algo que no me gusta remover. Lo conté en un libro y la verdad es que ya no pienso mucho en ello. Parece tan lejano...
Tardó años en volver a Rumania, pero ahora va a menudo.
Voy unas seis veces al año. Tengo una fundación de ayuda a la infancia y una casa. Ha cambiado mucho. Ahora es un país abierto que mira a Occidente.
Su entrenador Bela Karolyi se mudó a Estados Unidos antes que usted y sigue fabricando campeonas. ¿Mantienen la relación?
Fui muy afortunada al conocer a Bela y a su mujer Martha. Son como unos segundos padres. La imagen que dábamos en las competiciones era graciosa porque él era un señor grande y fuerte. Hablábamos mucho y seguimos haciéndolo. No pasan dos semanas sin que nos llamemos. Son muy importantes para mí.
De todas las medallas que logró, de todos los dieces, ¿cuál es el que le trae mejores recuerdos?
Cada medalla tiene su historia. Son como un tesoro y las guardo todas. Pero tal vez el momento que prefiero es el primer 10,00. Cuando vi brillar un 1,00 (los marcadores no estaban preparados para el diez) me confundió un poco. Tuvo que ser una de mis compañeras quien me dijo lo que pasaba. Entonces era muy joven como para darme cuenta de lo que significaba ese momento, de que había hecho historia. Desde entonces todo el mundo me reconoce.
¿Ahora también?
Claro. Cada vez que cojo un taxi, en cualquier parte, la gente me reconoce, me llama por mi nombre. Es increíble.
Su libro se tituló ‘Cartas a una joven gimnasta’. ¿Qué consejo les daría a los niños que quieren triunfar en el deporte?
Hay que trabajar mucho y muy duro, pero sobre todo hay que tener pasión y ser demasiado paciente.
Participa en varias iniciativas solidarias, como la Fundación Laureus, que promueve los valores del deporte para cambiar el mundo. ¿Qué hace para ellos?
Soy miembro fundador, formo parte de la academia que reúne a las leyendas del deporte y participo en sus proyectos. Por ejemplo, hace dos años visité España para impulsar Special Olympics.
Mikhail, el misterioso ingeniero ruso de la isla de Lost, tiene un gato llamado Nadia en honor a Nadia Comaneci, la mejor gimnasta de todos los tiempos. Esto da una idea de la trascendencia que ha tenido la gesta de esa niña rumana que en Montreal 1976 y con sólo 14 años puso fin al dominio soviético y logró el primer 10,00 de la historia, la perfección. Su imagen seria y a la vez infantil, su cola con flequillo y su lazo de algodón dieron la vuelta al mundo y fueron portada de publicaciones tan poco deportivas como Time.
Y sus ejercicios imposibles, de técnica exquisita, dificultad máxima y perfecta ejecución, cambiaron la gimnasia para siempre. Con ellos logró cinco medallas (tres oros, una plata y un bronce) y, cuatro años después, en Moscú 1980, añadió otras cuatro a la cesta (dos oros y dos platas). Luego su reinado terminó. Esa niña es hoy una empresaria de 48 años de edad, con un hijo pequeño, que vive en Oklahoma, tiene doble nacionalidad, estadounidense y rumana, y viaja por todo el mundo. Y a la que le sigue encantando ver y hablar de gimnasia.
¿Cómo se organiza con tanta actividad y un niño?
Dylan tiene casi cuatro años, así que cuando tengo que viajar intento que sean viajes cortos. Mi marido (Bart Conner, también ex gimnasta y medallista olímpico) se hace cargo de él cuando estoy fuera. Si los dos coincidimos, como en los Juegos Olímpicos de Pekín, viene con nosotros.
¿Y le ha dado por la gimnasia como a sus padres?
Va un día a la semana, pero aún es pequeño. Ya se verá...
¿Qué queda de la Comaneci que asombró al mundo en 1976? Entonces parecía una niña tímida, seria...
Mi único objetivo entonces era entrenar. Mi vida era la gimnasia y parecía más tímida de lo que era en realidad. Además, aunque había estudiado idiomas en el colegio no me sentía muy cómoda hablando inglés con gente que no conocía. Por eso parecía mucho más tímida.
¿Los entrenamientos eran tan duros?
Todos los deportes son duros. Hay que trabajar mucho para conseguir las metas. Lo que quiero dejar claro es que lo hacía porque me gustaba.
Pero era una niña. Fue campeona de Europa con 13 años. Ahora no podría competir hasta los 16. ¿Qué le parece esa regla?
A los 13 ó 14 años la mayoría de las gimnastas no están preparadas para competir al más alto nivel, simplemente porque no han aprendido los elementos. Pero para ser buena tienes que empezar muy pronto, a los cinco o seis años. Y luego te retiras joven, aunque esto está cambiando en los últimos tiempos. Yo, por ejemplo, lo dejé con 19 años. Nadie piensa que haya nada malo en que un chico se entrene duro a los 14 años, pero las chicas...
Usted se hizo famosa con el primer 10,00 de calificación. Ahora esa puntuación no existe, la gimnasia es más difícil de entender y, por tanto, de vender al gran público mundial...
Han mejorado muchas cosas: los aparatos son más seguros, las gimnastas están más cuidadas... Entonces competíamos en los cuatro aparatos y ahora pueden elegir hacerlo en uno o dos. Esto hace que haya muchos menos gimnastas completos. Además, se ha perdido un poco de espectacularidad, los ejercicios se parecen mucho. Tenemos que recuperar el espectáculo. Y necesitamos estrellas.
Nastia Liukin (figura estadounidense, con cinco medallas en los pasados Juegos Olímpicos) podía haber sido esa estrella, pero tras ganar en Pekín no se ha entrenado mucho y ni siquiera está claro que vuelva a competir al máximo nivel competitivo...
Nastia está ahora viajando y haciendo otras cosas. En Pekín estaba en un momento de forma increíble y dio lo mejor. Se ha tomado un descanso, pero ama este deporte, le encanta entrenarse. No tiene nada que demostrar.
¿Está la Europa del Este en declive frente a EE.UU. y China?
Yo no diría eso. Rumania sigue siendo fuerte y Rusia está recuperando su nivel.
Usted decidió dejar Rumania poco antes de que cayera Ceaucescu y cuentan las crónicas que tuvo que andar seis horas para atravesar la frontera hasta Hungría y luego Austria...
Todo eso es verdad, pero es algo que no me gusta remover. Lo conté en un libro y la verdad es que ya no pienso mucho en ello. Parece tan lejano...
Tardó años en volver a Rumania, pero ahora va a menudo.
Voy unas seis veces al año. Tengo una fundación de ayuda a la infancia y una casa. Ha cambiado mucho. Ahora es un país abierto que mira a Occidente.
Su entrenador Bela Karolyi se mudó a Estados Unidos antes que usted y sigue fabricando campeonas. ¿Mantienen la relación?
Fui muy afortunada al conocer a Bela y a su mujer Martha. Son como unos segundos padres. La imagen que dábamos en las competiciones era graciosa porque él era un señor grande y fuerte. Hablábamos mucho y seguimos haciéndolo. No pasan dos semanas sin que nos llamemos. Son muy importantes para mí.
De todas las medallas que logró, de todos los dieces, ¿cuál es el que le trae mejores recuerdos?
Cada medalla tiene su historia. Son como un tesoro y las guardo todas. Pero tal vez el momento que prefiero es el primer 10,00. Cuando vi brillar un 1,00 (los marcadores no estaban preparados para el diez) me confundió un poco. Tuvo que ser una de mis compañeras quien me dijo lo que pasaba. Entonces era muy joven como para darme cuenta de lo que significaba ese momento, de que había hecho historia. Desde entonces todo el mundo me reconoce.
¿Ahora también?
Claro. Cada vez que cojo un taxi, en cualquier parte, la gente me reconoce, me llama por mi nombre. Es increíble.
Su libro se tituló ‘Cartas a una joven gimnasta’. ¿Qué consejo les daría a los niños que quieren triunfar en el deporte?
Hay que trabajar mucho y muy duro, pero sobre todo hay que tener pasión y ser demasiado paciente.
Participa en varias iniciativas solidarias, como la Fundación Laureus, que promueve los valores del deporte para cambiar el mundo. ¿Qué hace para ellos?
Soy miembro fundador, formo parte de la academia que reúne a las leyendas del deporte y participo en sus proyectos. Por ejemplo, hace dos años visité España para impulsar Special Olympics.