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Hace años el filósofo estadounidense Jhon Rawls, de esos académicos que orientan al mundo, explicó algunas razones por las cuales considera que el béisbol es el mejor deporte de todos: por equilibrio, por reglas, por ser de gente ordinaria..., fueron algunas de ellas. Aunque la mejor, quizás, es que el béisbol entiende el tiempo mejor. Que no hay límites que digan cuándo se puede ganar o perder. Eso último resume la vida de Giovanny Urshela. A sus 28 años, ya mayor para algunos, ha sido la revelación en las tan afamadas Grandes Ligas de Estados Unidos. Nunca es tarde para sonreír y abrazar el éxito.
A esas palabras de Rawls, Gio responde con que el béisbol “es un deporte de ajustes”. Y eso han sido estos años para el tercera base de los Yankees de Nueva York. Cuando soñaba con poner los pies en las Grandes Ligas del béisbol, mientras todos los días viajaba de su casa en el Paseo Bolívar, su barrio en Cartagena, hasta la cancha de Takurika, a las afueras de la Heroica, lo único en su mente era jugar con las estrellas de este deporte. Por eso es que ha mejorado su bateo, su velocidad de piernas y ha buscado hasta el cansancio un mejor contacto con más poder en el swing.
Los resultados avalan su disciplina. Con 21 jonrones y 74 carreras impulsadas dejó su promedio ofensivo en .314, números que edifican su gran 2019. Una temporada en la que los Bombarderos del Bronx cayeron ante los Astros de Houston en la final de la Liga Americana. Ser campeón de una Serie Mundial sigue pendiente.
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Ese anhelo de estar en las Mayores fue un sueño compartido. De los grandes atractivos que tiene el béisbol, es que es un deporte en el que el conjunto bien ejecutado genera armonía, en el que cada jugador cumple una función única en el campo, en donde existe una buena dependencia y dosis de compañerismo. El equipo de Urshela es su familia: Álvaro, el papá; Uldy, la madre, y Jonathan, el hermano.
Juntos han soportado los embates de la vida, esos golpes de costado que duelen y generan tristeza: las lesiones de Gio, las frustraciones de su hermano al no poder ser jugador profesional debido a una lesión en el hombro y el que hayan echado a su papá del trabajo por no dejarse chatanjear porque se querían quedar con el dinero de su hijo. Juntos aguantaron el temporal.
Y entre ellos es que se ha consolidado un hombre que ha vuelto a despertar el gusto de la gente por el béisbol, deporte que quedó huérfano desde el retiro de Édgar Rentería. “Que los cachacos hablen de béisbol es culpa de Gio”, dice José Tito Quintero, el cazatalentos que lo firmó para los Indios de Cleaveland en 2008, aunque el camino hubiese sido otro: un par de semanas antes a Tito lo echaron de los Yankees.
Diez años después, y luego de superar fuertes lesiones y de pasar por los Azulejos de Toronto, Gio ingresó al equipo de clase Triple A de la organización, el Scranton Wilkes-Barre RailRiders, y desde la lesión del dominicano Miguel Andujar, ya recuperado y al que ahora le buscan puesto porque el titular es Gio, Urshela estaba predestinado a enfundarse el uniforme de los Mulos de Manhattan, la novena más importante del mundo.
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Todos los equipos juegan 162 partidos en su temporada regular. Un largo año en el que es complicado mantener un nivel estable y evitar altibajos, especialmente con tanta exigencia física y competencia en la plantilla.
Es por eso que lo de Urshela es tan valioso. Luego de 162 juegos un equipo es tan bueno o malo como su récord lo indique y un jugador vale lo que sus estadísticas reflejen.
Urshela se hizo grande saliendo de un país que no le ofrece nada a nadie. Fue en los arenales de Cartagena, en los que comenzó a soñar con ser jugador, los que le formaron sus sueños y alimentaron sus ganas de llegar lejos.
-¿Cómo no perder el foco en lo que se quiere?
-Ahí es donde entra a jugar la madurez y la educación. No podía decepcionar a mi familia, y todo lo que lucharon por mí. Ahora quiero ganar una Serie Mundial y seguir dejando en alto el nombre de Colombia en la Gran Carpa.