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Caterine Ibargüen completó una década siendo nominada al Premio de Deportista del Año de El Espectador y Movistar. Y aunque ha sido múltiple medallista mundial y olímpica, así como campeona de la Liga de Diamante, probablemente la presea con mayor valor sentimental para ella sea el bronce que obtuvo en el salto triple de Doha 2019.
Menos de dos meses después de pasar por el quirófano y someterse a una operación por una fascitis plantar, la antioqueña de 35 años conquistó la medalla de bronce en Catar. Eso la convirtió en la única saltadora en la historia con cinco medallas en los Mundiales de Atletismo.
Pero más allá de lo que hizo, la importancia radica en cómo lo hizo. Presionada, contra las cuerdas, en el último salto sacó toda su casta para subirse a un podio que se veía imposible. Ella quería el oro y salió algo frustrada, pero después analizó la competencia y entendió la grandeza de su actuación, imposible para cualquiera de sus rivales.
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“Es el poder de Colombia, la garra, el coraje”, dijo sobre Caterine la venezolana Yulimar Rojas, quien se quedó con el título, pero reconoció “la jerarquía que demostró”.
Ibargüen nació en Apartadó, en una familia humilde y con padres separados, lo que quizá la hizo madurar antes de tiempo.
De niña jugó voleibol y baloncesto, antes de intentar en el atletismo. Probó en todo, en el heptatlón, los 200 metros y los lanzamientos de bala y jabalina, hasta que le propusieron los saltos.
Como saltadora de alto y de largo se convirtió en la mejor del país y ganó una beca para estudiar enfermería en Puerto Rico. En la primera especialidad participó en sus primeros Juegos Olímpicos, en Atenas 2004, así como en los Mundiales de Helsinki 2005 y Berlín 2009, pero no superó la ronda clasificatoria.
Hasta que aparecieron en su vida dos entrenadores cubanos, Regla Sandino y Ubaldo Duany. La primera fue la que le sugirió que se dedicara de lleno al salto triple, una especialidad para la que le veía mejores condiciones técnicas y un biotipo envidiable. El segundo se encargó de pulirla y llevarla a la cumbre.
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Llegó entonces su consagración. En 2011, ya con 27 años, accedió a su primera gran final y ganó la medalla de bronce en el Mundial de Daegu, Corea del Sur.
Allí comenzó una lluvia de medallas: plata (Londres 2012) y oro (Río 2016) en Juegos Olímpicos, dos oros mundiales (Moscú -2013 y Pekín 2015), y este bronce maravilloso en Doha, ocho años después.
Luego de haberse consagrado varias veces campeona del salto triple en la Liga de Diamante, en 2018 hizo el doblete, pues también ganó el salto largo, gesta por la que fue reconocida como mejor atleta femenina del año en la gala anual de la Federación Internacional (IAAF).
Caterine será nuevamente una de las galardonadas en la ceremonia de premiación del Deportista del Año de El Espectador y Movistar, el 9 de diciembre en Bogotá, en la que, como es costumbre, se destacará en el podio las categorías Mayores y Juvenil, Técnico, Dirigente, Equipo, Revelación, Vida y Obra y el Juego Limpio Guillermo Cano. Usted podrá ser parte de esta elección votando por su deportista favorito. Ingrese a nuestra página de internet (http://deportistaee.elespectador.com/) o diligencie el cupón que sale publicado en la edición impresa.