Adiós a una leyenda del ciclismo colombiano
“Don Ramón de Marinilla” ganó cinco títulos de la Vuelta a Colombia, una medalla de oro en los Juegos Panamericanos de 1955 y participó en dos ocasiones de los Juegos Olímpicos.
Theo González Castaño
“El 9 de febrero de 1939 llegó a la escuela rural de Chorro Hondo —a 10 kilómetros de Marinilla, Antioquia— un niño de siete años, tímido, montuno, completamente embarrado y chorreando agua sucia por todos los lados. Ese niño era yo, Ramón Hoyos Vallejo, y este es mi recuerdo más antiguo: mi primer día en una escuela pintada de blanco entre frescos naranjos, a donde me llevaron mis dos hermanos mayores, Juan de Dios y José. Me llevaron porque yo me empeciné con la idea de que ya estaba en edad de aprender a leer y escribir, cuando a duras penas había aprendido a caminar. Y fue precisamente esa mañana cuando sentí el incontrolable impulso de batir mi primer récord: cuando me llevaban a la escuela traté de saltar una quebrada —habiendo podido pasar por el puentecillo— y caí despatarrado dentro del agua”.
Así le describió Ramón Hoyos Vallejo a Gabriel García Márquez, reportero de El Espectador en aquel momento, el primer recuerdo de una vida que transcurrió en medio de pedalazos, carreteras y triunfos. Era 1955 y en ese año don Ramón, como le decían cariñosamente los aficionados, alcanzó su tercer título de la Vuelta a Colombia con un récord que se mantiene vigente hasta el día de hoy: 12 victorias de etapa en una misma edición. Hoyos, que venía de triunfar consecutivamente en las ediciones de 1953 y 1954 de la máxima competencia ciclística nacional y se había coronado campeón de la Vuelta a Puerto Rico el año anterior, se consolidaba como la máxima figura deportiva de los colombianos. Era el rival a vencer para sus contrincantes y el ejemplo a seguir para sus admiradores.
Para el periodista deportivo Héctor Urrego Caballero, no cabe duda que Ramón Hoyos Vallejo es una de las mayores figuras en la historia del deporte colombiano. “Con su muerte se nos va uno de los primeros y auténticos héroes del ciclismo nacional. Junto a Efraín El Zipa Forero, campeón de la primera Vuelta a Colombia, abrieron el camino para que nuestros escarabajos escribieran las páginas doradas del deporte que más glorias y triunfos nos ha dado. Sobre ellos dos reposa la historia del ciclismo de este país”.
Hoyos Vallejo, agrega, no sólo era un ídolo, sino un dios del deporte. “Era un monstruo. Ganó las Vueltas a Colombia de 1953, 1954, 1955, 1956 y 1958. Además obtuvo la medalla de oro de los segundos Juegos Panamericanos el 26 de marzo de 1955 en México, en la prueba de ruta, y hasta el momento ningún otro ciclista colombiano ha podido ganar esa prueba. Sigue siendo el único colombiano con ese título”.
Bautizado Ramón porque así se llamaba su abuelo paterno, este pentacampeón de la Vuelta a Colombia nació el 26 de mayo de 1932, en La Cuchilla, municipio de Marinilla, y desde que dio sus primeros pedalazos como repartidor de pedidos en una carnicería en Medellín sabía que quería ser el mejor y superarse con cada trabajo en el que incursionara. Fue así incluso cuando decidió que el ciclismo sería su estilo de vida.
Para Juan B. Estrada, periodista que compartió con Hoyos algunos años en el equipo Orgullo Antioqueño cuando éste hacía parte del cuerpo técnico, las ansias de protagonismo del mítico corredor lo llevaron a ser considerado por muchos en el mundo del ciclismo como díscolo y controvertido; sin embargo, eran sus ganas de triunfar las que generaban esa imagen.
“Lo de Ramón era impresionante. Él hacía parte de la ‘licuadora paisa’, un grupo de corredores antioqueños que dominaron el ciclismo colombiano durante la década de 1950. Junto a Antonio Isaza, Héctor Mesa, Honorio Rúa y Francisco Luis Otálvaro, entre otros, arrasaban en todas las competencias en las que participaban. Los entrenaba Julio Arrastía, un director técnico argentino que llegó a Colombia en 1951 y que se radicó en Medellín cuando vio el potencial que tenían los corredores de la región. Sobre todo de uno que se destacaba por su tenacidad y entrega en cada pedalazo: Ramón Hoyos Vallejo”.
No caben dudas que el legado de don Ramón de Marinilla para el deporte y el ciclismo colombiano es imborrable. Tanto para los que disfrutaron con sus triunfos y hazañas en las décadas de 1950 y 1960 como para aquellas generaciones a las que los libros, las fotografías y los relatos contarán que en Colombia nació y se consolidó una verdadera leyenda del ciclismo mundial.
* tgc_777@hotmail.com / @Theo_Gonzalez
El Espectador recuerda las crónicas escritas por Gabriel García Márquez sobre Ramón Hoyos.
"La mayor tontería de mi vida"
“El 9 de febrero de 1939 llegó a la escuela rural de Chorro Hondo —a 10 kilómetros de Marinilla, Antioquia— un niño de siete años, tímido, montuno, completamente embarrado y chorreando agua sucia por todos los lados. Ese niño era yo, Ramón Hoyos Vallejo, y este es mi recuerdo más antiguo: mi primer día en una escuela pintada de blanco entre frescos naranjos, a donde me llevaron mis dos hermanos mayores, Juan de Dios y José. Me llevaron porque yo me empeciné con la idea de que ya estaba en edad de aprender a leer y escribir, cuando a duras penas había aprendido a caminar. Y fue precisamente esa mañana cuando sentí el incontrolable impulso de batir mi primer récord: cuando me llevaban a la escuela traté de saltar una quebrada —habiendo podido pasar por el puentecillo— y caí despatarrado dentro del agua”.
Así le describió Ramón Hoyos Vallejo a Gabriel García Márquez, reportero de El Espectador en aquel momento, el primer recuerdo de una vida que transcurrió en medio de pedalazos, carreteras y triunfos. Era 1955 y en ese año don Ramón, como le decían cariñosamente los aficionados, alcanzó su tercer título de la Vuelta a Colombia con un récord que se mantiene vigente hasta el día de hoy: 12 victorias de etapa en una misma edición. Hoyos, que venía de triunfar consecutivamente en las ediciones de 1953 y 1954 de la máxima competencia ciclística nacional y se había coronado campeón de la Vuelta a Puerto Rico el año anterior, se consolidaba como la máxima figura deportiva de los colombianos. Era el rival a vencer para sus contrincantes y el ejemplo a seguir para sus admiradores.
Para el periodista deportivo Héctor Urrego Caballero, no cabe duda que Ramón Hoyos Vallejo es una de las mayores figuras en la historia del deporte colombiano. “Con su muerte se nos va uno de los primeros y auténticos héroes del ciclismo nacional. Junto a Efraín El Zipa Forero, campeón de la primera Vuelta a Colombia, abrieron el camino para que nuestros escarabajos escribieran las páginas doradas del deporte que más glorias y triunfos nos ha dado. Sobre ellos dos reposa la historia del ciclismo de este país”.
Hoyos Vallejo, agrega, no sólo era un ídolo, sino un dios del deporte. “Era un monstruo. Ganó las Vueltas a Colombia de 1953, 1954, 1955, 1956 y 1958. Además obtuvo la medalla de oro de los segundos Juegos Panamericanos el 26 de marzo de 1955 en México, en la prueba de ruta, y hasta el momento ningún otro ciclista colombiano ha podido ganar esa prueba. Sigue siendo el único colombiano con ese título”.
Bautizado Ramón porque así se llamaba su abuelo paterno, este pentacampeón de la Vuelta a Colombia nació el 26 de mayo de 1932, en La Cuchilla, municipio de Marinilla, y desde que dio sus primeros pedalazos como repartidor de pedidos en una carnicería en Medellín sabía que quería ser el mejor y superarse con cada trabajo en el que incursionara. Fue así incluso cuando decidió que el ciclismo sería su estilo de vida.
Para Juan B. Estrada, periodista que compartió con Hoyos algunos años en el equipo Orgullo Antioqueño cuando éste hacía parte del cuerpo técnico, las ansias de protagonismo del mítico corredor lo llevaron a ser considerado por muchos en el mundo del ciclismo como díscolo y controvertido; sin embargo, eran sus ganas de triunfar las que generaban esa imagen.
“Lo de Ramón era impresionante. Él hacía parte de la ‘licuadora paisa’, un grupo de corredores antioqueños que dominaron el ciclismo colombiano durante la década de 1950. Junto a Antonio Isaza, Héctor Mesa, Honorio Rúa y Francisco Luis Otálvaro, entre otros, arrasaban en todas las competencias en las que participaban. Los entrenaba Julio Arrastía, un director técnico argentino que llegó a Colombia en 1951 y que se radicó en Medellín cuando vio el potencial que tenían los corredores de la región. Sobre todo de uno que se destacaba por su tenacidad y entrega en cada pedalazo: Ramón Hoyos Vallejo”.
No caben dudas que el legado de don Ramón de Marinilla para el deporte y el ciclismo colombiano es imborrable. Tanto para los que disfrutaron con sus triunfos y hazañas en las décadas de 1950 y 1960 como para aquellas generaciones a las que los libros, las fotografías y los relatos contarán que en Colombia nació y se consolidó una verdadera leyenda del ciclismo mundial.
* tgc_777@hotmail.com / @Theo_Gonzalez
El Espectador recuerda las crónicas escritas por Gabriel García Márquez sobre Ramón Hoyos.
"La mayor tontería de mi vida"