Aprendiendo a sufrir: del Tour de Francia de 1983 al Tour de 2024
Un corto recorrido del paso de los pedalistas colombiano por la carrera ciclística más importante del mundo.
Rafael Mendoza
Muchas cosas han cambiado en el ciclismo colombiano desde aquel inolvidable julio de 1983 hasta la tórrida estación de este verano apabullante que se tomó a Europa. Pero hay una que permanece intacta: el aprender a soportar los límites insospechados del dolor que tiene que soportar un pedalista en la prueba más dura del mundo.
Por aquellos años los ciclistas colombianos se “paseaban” victoriosos por todo el territorio americano. Eran casi dueños de la Vuelta al Táchira y vencedores en México, Argentina, Estados Unidos, Chile y en otras competencias centroamericanas y suramericanas. Y ya le habían mostrado los dientes a los europeos en el Picollo Giro de 1974 (en el que fueron segundo, tercero y cuarto y campeones de montaña y regularidad) y en el Tour del Porvenir de Francia de 1980, que ganó Alfonso Flórez. Pero ahora las cosas eran a otro precio: iban a enfrentar como el único equipo de las ocho escuadras aficionadas que fueron invitadas que se atrevió a medirse con los profesionales.
El de 1983, por exigencia de los profesionales para enfrentarse a quienes eran considerados de un rango inferior, fue el recorrido más largo y más complicado de los tiempos modernos: 3.809 kilómetros, con un prólogo y 22 etapas, con una contra reloj por equipos de 100 kms, y dos individuales de 58 y 50, con una etapa por los más deteriorados paves del norte. Con una jornada de 300 kilómetros (Roubaix-Le Havre) que resultó de 325 por la neutralización, con otra (Morzine-Dijon) de 291 y tres más que superaban los 240 kilómetros.
Aunque los colombianos se habían preparado para los largos recorridos, no contaron con una circunstancia que ni siquiera habían sospechado: a unos 50 kilómetros de la llegada, cuando aparecía el helicóptero de la televisión, el ritmo se enloquecía, ya que se marchaba a unos 70 por hora. Eso hizo que a mitad de carrera, cuando llegó la montaña, ya cinco de los diez que partieron de París se habían retirado y los cinco que quedaban tenían las piernas molidas: pero haciendo de tripas corazón pusieron a sufrir a sus rivales cada vez que la carretera buscaba el cielo. El “Viejo” Patro lució varios días la camiseta blanca de pepas rojas y “Condorito” sería tercero en dos etapas de ascensos respetables.
Aún recuerdo una situación que vivimos el médico Carlos Alberto Osorio y yo en uno de los últimos días de Los Alpes, que revela hasta dónde llegó la intensidad del sufrimiento. A un lado de la carretera encontramos a Edgar Corredor llorando sobre el manubrio de la bicicleta y diciendo que no podía más, que se retiraba porque no le quedaba un resto de fuerza.
Más de diez minutos estuvimos calmándolo y convenciéndolo para que siguiera, ya que no quedaban sino cuatro etapas. Pero guapeando, mostrándole al mundo que eran de una raza de titanes, llegaron a los Campos Elíseos “Condorito” Corredor, Patrocinio Jiménez, Samuel Cabrera, Alfonso López y Abelardo Ríos.
El Tour de este año, que parte en Florencia (Italia), la ciudad de los grandes artistas italianos en la que se encuentra el David de Miguel Ángel, tendrá 311 kilómetros menos, pero no será menos duro, pues, el ritmo al que se corre en la actualidad está desbocado así que el desgaste es superior en especial para los nuestros que no han tenido la alimentación, la formación y el entrenamiento continuo de los europeos.
Además, deberán enfrentar a verdaderos “monstruos” del pedal que están barriendo con sus rivales, como lo son Tadej Pogachar, el campeón Jonas Vingegaard y Primoz Roglic que parece que tuvieran motores en los pedales por la facilidad con la que saltan del pelotón en cualquier momento.
Egan Bernal y Santiago Buitrago llegan a la carrera como jefes de filas del Ineos y del Bahrein Victorious, Fernando Gaviria buscará darle al Movistar triunfos de etapa y Harold Tejada tendrá que trabajar para su líder en el Astana.
Son únicamente cuatro mosqueteros, pero sabemos que lo darán todo, que sufrirán hasta lo indecible y por ello lo mucho o lo poco que consigan será ganancia, en especial en ese inmortal Egan que escapó por milímetros de la muerte: con que haya llevado a Colombia a la conquista del Tour y con su título en el Giro basta y sobra, lo que pueda conseguir en adelante es puro milagro…
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
Muchas cosas han cambiado en el ciclismo colombiano desde aquel inolvidable julio de 1983 hasta la tórrida estación de este verano apabullante que se tomó a Europa. Pero hay una que permanece intacta: el aprender a soportar los límites insospechados del dolor que tiene que soportar un pedalista en la prueba más dura del mundo.
Por aquellos años los ciclistas colombianos se “paseaban” victoriosos por todo el territorio americano. Eran casi dueños de la Vuelta al Táchira y vencedores en México, Argentina, Estados Unidos, Chile y en otras competencias centroamericanas y suramericanas. Y ya le habían mostrado los dientes a los europeos en el Picollo Giro de 1974 (en el que fueron segundo, tercero y cuarto y campeones de montaña y regularidad) y en el Tour del Porvenir de Francia de 1980, que ganó Alfonso Flórez. Pero ahora las cosas eran a otro precio: iban a enfrentar como el único equipo de las ocho escuadras aficionadas que fueron invitadas que se atrevió a medirse con los profesionales.
El de 1983, por exigencia de los profesionales para enfrentarse a quienes eran considerados de un rango inferior, fue el recorrido más largo y más complicado de los tiempos modernos: 3.809 kilómetros, con un prólogo y 22 etapas, con una contra reloj por equipos de 100 kms, y dos individuales de 58 y 50, con una etapa por los más deteriorados paves del norte. Con una jornada de 300 kilómetros (Roubaix-Le Havre) que resultó de 325 por la neutralización, con otra (Morzine-Dijon) de 291 y tres más que superaban los 240 kilómetros.
Aunque los colombianos se habían preparado para los largos recorridos, no contaron con una circunstancia que ni siquiera habían sospechado: a unos 50 kilómetros de la llegada, cuando aparecía el helicóptero de la televisión, el ritmo se enloquecía, ya que se marchaba a unos 70 por hora. Eso hizo que a mitad de carrera, cuando llegó la montaña, ya cinco de los diez que partieron de París se habían retirado y los cinco que quedaban tenían las piernas molidas: pero haciendo de tripas corazón pusieron a sufrir a sus rivales cada vez que la carretera buscaba el cielo. El “Viejo” Patro lució varios días la camiseta blanca de pepas rojas y “Condorito” sería tercero en dos etapas de ascensos respetables.
Aún recuerdo una situación que vivimos el médico Carlos Alberto Osorio y yo en uno de los últimos días de Los Alpes, que revela hasta dónde llegó la intensidad del sufrimiento. A un lado de la carretera encontramos a Edgar Corredor llorando sobre el manubrio de la bicicleta y diciendo que no podía más, que se retiraba porque no le quedaba un resto de fuerza.
Más de diez minutos estuvimos calmándolo y convenciéndolo para que siguiera, ya que no quedaban sino cuatro etapas. Pero guapeando, mostrándole al mundo que eran de una raza de titanes, llegaron a los Campos Elíseos “Condorito” Corredor, Patrocinio Jiménez, Samuel Cabrera, Alfonso López y Abelardo Ríos.
El Tour de este año, que parte en Florencia (Italia), la ciudad de los grandes artistas italianos en la que se encuentra el David de Miguel Ángel, tendrá 311 kilómetros menos, pero no será menos duro, pues, el ritmo al que se corre en la actualidad está desbocado así que el desgaste es superior en especial para los nuestros que no han tenido la alimentación, la formación y el entrenamiento continuo de los europeos.
Además, deberán enfrentar a verdaderos “monstruos” del pedal que están barriendo con sus rivales, como lo son Tadej Pogachar, el campeón Jonas Vingegaard y Primoz Roglic que parece que tuvieran motores en los pedales por la facilidad con la que saltan del pelotón en cualquier momento.
Egan Bernal y Santiago Buitrago llegan a la carrera como jefes de filas del Ineos y del Bahrein Victorious, Fernando Gaviria buscará darle al Movistar triunfos de etapa y Harold Tejada tendrá que trabajar para su líder en el Astana.
Son únicamente cuatro mosqueteros, pero sabemos que lo darán todo, que sufrirán hasta lo indecible y por ello lo mucho o lo poco que consigan será ganancia, en especial en ese inmortal Egan que escapó por milímetros de la muerte: con que haya llevado a Colombia a la conquista del Tour y con su título en el Giro basta y sobra, lo que pueda conseguir en adelante es puro milagro…
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