Así es Rigoberto Urán según sus amigos
Seis compañeros del ciclista antioqueño, el mejor colombiano en el Tour de Francia 2017, le contaron a El Espectador anécdotas que han vivido junto a él.
Luis Guillermo Montenegro / @LuisguiMonte
Rigoberto Urán tiene tanto carisma que, sin quererlo, todos desean ser como él o, por lo menos, compartir con él. El antioqueño magnetiza a la gente con su locura cuerda. Por eso es normal verlo en este Tour de Francia respondiéndole a un periodista con un simple “güevón” mientras hace rodillo con una pañoleta de piñas sobre su cabeza, o a un aficionado español que no es el hijo de Mick Jagger a pesar de la gran similitud. Su carisma cautiva y su sonrisa contagia alegría. (Vea el especial del Tour de Francia)
El Espectador buscó a varias personas cercanas al corredor del equipo Cannondale para revivir anécdotas de un hombre que ante la adversidad sigue bromeando como si la risa fuera la mejor solución a todos los problemas, como si reír fuera suficiente para hacer de esta vida algo más llevadero.
David Esteban Benítez, amigo de infancia
“Por las mañanas, Rigo se iba a vender chance en una esquina del pueblo. Entrábamos a estudiar a la 1:00 p.m., así que debíamos estar en la puerta del colegio a las 12:45 p.m., a más tardar, si no nos dejaban por fuera. Lo esperaba a una cuadra de su casa y de ahí nos íbamos juntos, pero el hijuemadre siempre llegaba tarde y nos dejaban por fuera del colegio. Y no teníamos de otra que saltarnos por encima de una reja para poder entrar a clases. Yo me iba renegando y peleándole durante todo el trayecto, pero a él no le importaba. Lo charro era que eso se repetía muchos días a la semana.
También me acuerdo cuando nos escapábamos para ir al río Penderisco. Una vez se tiró con bicicleta y todo, y se pegó durísimo en la espinilla. Más allá del dolor y de la sangre, Rigo era preocupado por la bicicleta pequeña de chasis y horquilla de aluminio, y de manubrio y rines rojos. Pensamos que se había perdido, pero después apareció”.
Mauricio Ardila, ciclista Orgullo Antioqueño
“Rigo vivía en Pamplona, España, con Mauricio Soler. Era un Viernes Santo y el boyacense no lo quiso esperar para entrenar y salió solo. Como a la media hora llegó la Policía a la casa. “Las güevas, yo no voy a abrir”, dijo apenas escuchó por el citófono quién era. Se voló por la puerta trasera con otro ciclista español que también vivía con ellos y cuando iban en el carro se dieron cuenta de que los estaban siguiendo por el ruido de la sirena.
- Colombiano, ¿qué hiciste, joder?
- Fresco, mijo, que eso no es con nosotros. Usted tranquilo.
Después de unos minutos los pararon y cuando esperaban una sanción se dieron cuenta de que la Policía sólo los quería para entregarles la bicicleta de Soler, que se había caído en una rotonda cerca de la casa y que no quería llevársela para el hospital”.
Carlos Mario Jaramillo, seleccionador nacional de ruta
“En la Vuelta al Futuro, cuando corría por el Orgullos Paisa, le dije que estuviera siempre pendiente de las pancartas y que apenas viera una embalara sin temor. Un día, en una jornada que tenía como punto de llegada Santa Rosa de Viterbo, no caímos en cuenta que en el pueblo estaban en plenas elecciones y había avisos por montones. Claro, este pelado no se fijó y embaló debajo de una pancarta con la cara de un político candidato a la Alcaldía y celebró el triunfo estando a 100 metros de la meta. Fabio Duarte aprovechó el descuido, se quedó con el triunfo y de paso con el título de la carrera.
Ya en la selección élite fue el tipo necesario en cada convocatoria. Le digo el hombre orquesta, porque hace de todo y todos le hacen caso. Además, es que te sale con unas frases que de inmediato te desarman, así vos estés de mal genio”.
Fáder Ardila, ex cilcista antioqueño
“Los dos vivíamos en Europa, corríamos en diferentes equipos y hablábamos mucho por teléfono. Recuerdo que en un invierno me llamaba sólo para ponerme música ranchera. Creo que era de Darío Gómez. ‘Te la pasás escuchando esa música todas las noches. Pillado’. Creo que hacía eso porque se sentía solo. Uno allá, lejos de la casa, de la gente que quiere, se siente como abandonado. Y pues así matábamos el tiempo. Mucho tiempo después, en los Nacionales de Ruta, cuando quedó campeón de la contrarreloj individual, iba con él en el carro y apenas terminó las mujeres le gritaban a coro: Rigo, te amo. Quiero un hijo tuyo. Y este bobo cagado de la risa”.
Járlinson Pantano, ciclista del equipo Trek
“En una Vuelta a la Juventud en Venezuela nos tocó dormir en una habitación con una ventaja gigante que daba a un cementerio. Era como la medianoche y se escuchó un alboroto como si alguien estuviera tirando los muebles de la sala. Fuimos y miramos, y todo estaba en orden. Ya se imaginarán el susto tan hijueputa. Pensamos que eran otros compañeros los que nos estaban jugando una broma, pero no. Me tocó decirle a Rigo que me dejara dormir con él en la cama. Yo, cagado del susto. Él, cagado de la risa”.
Gabriel Jaime Lopera, miembro de la junta directiva del equipo Orgullo Antioqueño
“Gracias a mi amistad con Rigo me tomé el atrevimiento de invitarlo a una premiación de una carrera de niños que habíamos organizado con Parlante Agudelo en un pueblo que se llama Támesis, en Antioquia. Era un recorrido entre Puente Iglesias y Valparaíso, y la idea era que él estuviera con los pelaos y les entregara las medallas. Eso fue el año en el que terminó segundo en el Giro, por detrás de Vincenzo Nibali, y ya era una celebridad la berraca.
“Rigo, acompáñame, ome, que esos pelaos te adoran y sería muy bacano pa ellos que vos estés ahí”, le dije. No lo pensó mucho y me respondió: “Hágale pues”. Ese es un paseo de unas dos horas y media de recorrido desde Medellín, pero él no puso problema. Lo charro fue que le dijo a su esposa, Michelle Durango, y a la familia de ella que lo iban a recoger en helicóptero en el aeropuerto Olaya Herrera ¡Pura mierda! Se inventó eso para tramarlos. Él es así. Con este man toca dudar todo, porque uno no sabe cuándo está mamando gallo o diciendo la verdad.
Rigoberto Urán tiene tanto carisma que, sin quererlo, todos desean ser como él o, por lo menos, compartir con él. El antioqueño magnetiza a la gente con su locura cuerda. Por eso es normal verlo en este Tour de Francia respondiéndole a un periodista con un simple “güevón” mientras hace rodillo con una pañoleta de piñas sobre su cabeza, o a un aficionado español que no es el hijo de Mick Jagger a pesar de la gran similitud. Su carisma cautiva y su sonrisa contagia alegría. (Vea el especial del Tour de Francia)
El Espectador buscó a varias personas cercanas al corredor del equipo Cannondale para revivir anécdotas de un hombre que ante la adversidad sigue bromeando como si la risa fuera la mejor solución a todos los problemas, como si reír fuera suficiente para hacer de esta vida algo más llevadero.
David Esteban Benítez, amigo de infancia
“Por las mañanas, Rigo se iba a vender chance en una esquina del pueblo. Entrábamos a estudiar a la 1:00 p.m., así que debíamos estar en la puerta del colegio a las 12:45 p.m., a más tardar, si no nos dejaban por fuera. Lo esperaba a una cuadra de su casa y de ahí nos íbamos juntos, pero el hijuemadre siempre llegaba tarde y nos dejaban por fuera del colegio. Y no teníamos de otra que saltarnos por encima de una reja para poder entrar a clases. Yo me iba renegando y peleándole durante todo el trayecto, pero a él no le importaba. Lo charro era que eso se repetía muchos días a la semana.
También me acuerdo cuando nos escapábamos para ir al río Penderisco. Una vez se tiró con bicicleta y todo, y se pegó durísimo en la espinilla. Más allá del dolor y de la sangre, Rigo era preocupado por la bicicleta pequeña de chasis y horquilla de aluminio, y de manubrio y rines rojos. Pensamos que se había perdido, pero después apareció”.
Mauricio Ardila, ciclista Orgullo Antioqueño
“Rigo vivía en Pamplona, España, con Mauricio Soler. Era un Viernes Santo y el boyacense no lo quiso esperar para entrenar y salió solo. Como a la media hora llegó la Policía a la casa. “Las güevas, yo no voy a abrir”, dijo apenas escuchó por el citófono quién era. Se voló por la puerta trasera con otro ciclista español que también vivía con ellos y cuando iban en el carro se dieron cuenta de que los estaban siguiendo por el ruido de la sirena.
- Colombiano, ¿qué hiciste, joder?
- Fresco, mijo, que eso no es con nosotros. Usted tranquilo.
Después de unos minutos los pararon y cuando esperaban una sanción se dieron cuenta de que la Policía sólo los quería para entregarles la bicicleta de Soler, que se había caído en una rotonda cerca de la casa y que no quería llevársela para el hospital”.
Carlos Mario Jaramillo, seleccionador nacional de ruta
“En la Vuelta al Futuro, cuando corría por el Orgullos Paisa, le dije que estuviera siempre pendiente de las pancartas y que apenas viera una embalara sin temor. Un día, en una jornada que tenía como punto de llegada Santa Rosa de Viterbo, no caímos en cuenta que en el pueblo estaban en plenas elecciones y había avisos por montones. Claro, este pelado no se fijó y embaló debajo de una pancarta con la cara de un político candidato a la Alcaldía y celebró el triunfo estando a 100 metros de la meta. Fabio Duarte aprovechó el descuido, se quedó con el triunfo y de paso con el título de la carrera.
Ya en la selección élite fue el tipo necesario en cada convocatoria. Le digo el hombre orquesta, porque hace de todo y todos le hacen caso. Además, es que te sale con unas frases que de inmediato te desarman, así vos estés de mal genio”.
Fáder Ardila, ex cilcista antioqueño
“Los dos vivíamos en Europa, corríamos en diferentes equipos y hablábamos mucho por teléfono. Recuerdo que en un invierno me llamaba sólo para ponerme música ranchera. Creo que era de Darío Gómez. ‘Te la pasás escuchando esa música todas las noches. Pillado’. Creo que hacía eso porque se sentía solo. Uno allá, lejos de la casa, de la gente que quiere, se siente como abandonado. Y pues así matábamos el tiempo. Mucho tiempo después, en los Nacionales de Ruta, cuando quedó campeón de la contrarreloj individual, iba con él en el carro y apenas terminó las mujeres le gritaban a coro: Rigo, te amo. Quiero un hijo tuyo. Y este bobo cagado de la risa”.
Járlinson Pantano, ciclista del equipo Trek
“En una Vuelta a la Juventud en Venezuela nos tocó dormir en una habitación con una ventaja gigante que daba a un cementerio. Era como la medianoche y se escuchó un alboroto como si alguien estuviera tirando los muebles de la sala. Fuimos y miramos, y todo estaba en orden. Ya se imaginarán el susto tan hijueputa. Pensamos que eran otros compañeros los que nos estaban jugando una broma, pero no. Me tocó decirle a Rigo que me dejara dormir con él en la cama. Yo, cagado del susto. Él, cagado de la risa”.
Gabriel Jaime Lopera, miembro de la junta directiva del equipo Orgullo Antioqueño
“Gracias a mi amistad con Rigo me tomé el atrevimiento de invitarlo a una premiación de una carrera de niños que habíamos organizado con Parlante Agudelo en un pueblo que se llama Támesis, en Antioquia. Era un recorrido entre Puente Iglesias y Valparaíso, y la idea era que él estuviera con los pelaos y les entregara las medallas. Eso fue el año en el que terminó segundo en el Giro, por detrás de Vincenzo Nibali, y ya era una celebridad la berraca.
“Rigo, acompáñame, ome, que esos pelaos te adoran y sería muy bacano pa ellos que vos estés ahí”, le dije. No lo pensó mucho y me respondió: “Hágale pues”. Ese es un paseo de unas dos horas y media de recorrido desde Medellín, pero él no puso problema. Lo charro fue que le dijo a su esposa, Michelle Durango, y a la familia de ella que lo iban a recoger en helicóptero en el aeropuerto Olaya Herrera ¡Pura mierda! Se inventó eso para tramarlos. Él es así. Con este man toca dudar todo, porque uno no sabe cuándo está mamando gallo o diciendo la verdad.