Así fue el camino de Colombia a la conquista del Tour de Francia
Desde Cochise Rodríguez hasta Egan Bernal, los “escarabajos” han sido protagonistas en la mejor carrera ciclística del mundo. Por fin se cumplió el sueño amarillo.
Luis Guillermo Ordóñez / Editor de deportes
Treinta y cuatro años lleva Francia tratando de ganar su Tour, la carrera por etapas más tradicional e importante del mundo. Casi el mismo tiempo que llevamos los colombianos disfrutando con las actuaciones de nuestros “escarabajos”, que desde 1983 son protagonistas habituales en carreteras galas.
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Treinta y cuatro años lleva Francia tratando de ganar su Tour, la carrera por etapas más tradicional e importante del mundo. Casi el mismo tiempo que llevamos los colombianos disfrutando con las actuaciones de nuestros “escarabajos”, que desde 1983 son protagonistas habituales en carreteras galas.
Aunque el primer ciclista criollo que participó en la Grande Boucle fue Martín Emilio Cochise Rodríguez, quien terminó en el puesto 27 en la edición de 1975, con la camiseta del equipo italiano Bianchi, apenas ocho años después un equipo colombiano estuvo en la competencia. (El sueño amarillo es realidad: Egan Bernal es el nuevo campeón del Tour de Francia)
Fue el Pilas Varta, dirigido por los legendarios Rubén Darío Gómez y Cochise Rodríguez, asesorados por el español Luis Ocaña, campeón del Tour en 1973. Ese grupo, de diez corredores, tomó la partida el sábado 1° de julio en Fontenay-sous-Bois, cerca de París, pero su participación fue producto de interminables gestiones, entre otros, de personajes del ciclismo como Miguel Ángel Bermúdez, Héctor Urrego, Saulo Barrera, Xavier Louy, Félix Lévitan y Jean Marie Leblanc.
Escoltados por no menos de cincuenta representantes de los principales medios de comunicación del país, los “escarabajos” —que dominaban a su antojo casi todas las carreras en América y cuya carta de presentación en Europa había sido la victoria de Alfonso Flórez en el Tour de L’Avenir de 1980— se convirtieron en la primera escuadra aficionada en competir en el Tour.
Su estreno, sin embargo, no fue muy decoroso. En la tercera etapa, una contrarreloj por equipos de cien kilómetros, quedaron de últimos, a 10 minutos y 38 segundos del ganador, el Coop Mercier Mavic.
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Después de semejante garrotazo, los nuestros superaron con relativa calma un par de fracciones planas con tramos de adoquines conocidos como pavé. Hasta que llegaron los Pirineos, en donde las camisetas blancas, con la bandera tricolor en el pecho, se pusieron adelante del pelotón.
José Patrocinio Jiménez, el Viejo Patro, y Édgar Condorito Corredor se enfrascaron en un duelo en las montañas con el escocés Robert Millar y el belga Lucien van Impe, los mejores escaladores del Viejo Continente.
Patro, que pasó primero por el mítico Tourmalet y fue líder de los premios de montaña, terminó en el puesto 17 de la general, detrás de Condorito, en una edición recordada por el título de un novato, Laurent Fignon.
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El inolvidable Alpe D’Huez
Un año después Colombia llegó al Tour con mayores ambiciones, pues Martín Ramírez había ganado semanas antes la Dauphiné Liberé, venciendo nada menos que al francés Bernard Hinault, el mejor ciclista del momento.
Lucho Herrera había logrado dos segundos lugares de etapa y esperaba con ansias la llegada al Alpe D’Huez para cumplir con su promesa: ganar una fracción.
“Ese día me acuerdo que íbamos ya en un grupo pequeño y la pelea era entre Fignon e Hinault, que iba escapado. Lo alcanzamos antes de la última subida, en donde tuve la oportunidad de atacar y mantenerme hasta el final”, recuerda hoy el Jardinerito de Fusagasugá, quien con el número 141 en su espalda paralizó al país y le dio su primera victoria parcial, el 16 de julio de 1984.
No fue mucho más lo que pudo hacer Herrera, quien pagó su inexperiencia en una prueba de tres semanas y al otro día perdió más de veinte minutos, estando a punto de abandonar.
Para la temporada siguiente Café de Colombia fue el patrocinador principal y nuestros pedalistas, ya algunos con equipos europeos, también participaron en la Vuelta a España y el Giro de Italia.
Muy emocionantes fueron las tres victorias de ese año. Herrera en Avoriaz y Parra en Lans en Vercors, justo por delante de Luchito, quien lucía la camiseta de pepas rojas. Días después, en Saint Etienne, Herrera volvió a celebrar con el rostro lleno de sangre por una caída, después de haber superado a Hinault, quien logró su quinto título, el último que ha conseguido un francés. A su lado, en el podio de París, estuvieron Lucho, como campeón de la montaña, y Parra, mejor de los jóvenes.
Aunque los colombianos eran imbatibles en la montaña, todavía tenían muchas falencias en los descensos y en el terreno llano, por lo que pocos creían que alguno pudiera realmente aspirar a pelear en la clasificación general.
Pero Herrera y Parra debilitaron esa teoría. El primero ganando la Vuelta a España en 1987 y el segundo terminando tercero en el Tour de 1988, detrás de Pedro Perico Delgado y Steven Rooks.
Muy poco en los 90
La crisis política, económica y social que vivió Colombia a finales de los 80 y durante casi todos los 90 no fue ajena al ciclismo. Idos los grandes patrocinadores del deporte, los ciclistas dejaron de participar en Europa. Sin embargo, los pocos que eran contratados por equipos extranjeros se las arreglaban para figurar en el Tour. Oliverio Rincón, Nelson Cacaíto Rodríguez y José Chepe González ganaron etapas y disputaron la montaña.
Hasta que apareció Santiago Botero. El paisa ganó una fracción y el título de mejor escalador en 2000 y dos años más tarde cruzó primero en dos jornadas más y quedó cuarto en la general detrás de Lance Armstrong, después sancionado, Joseba Beloki y Raimondas Rumsas.
Fue precisamente Botero, quien además fue campeón mundial de la contrarreloj en 2002, el primer colombiano con verdadera condición de campeón del Tour. Tanto que los equipos Telekom y Phonak lo contrataron para ganarlo, pero el antioqueño no lo consiguió.
Quien en cambio sí se vistió de amarillo fue el santandereano Víctor Hugo Peña, líder durante cuatro días del Tour de 2003. Fiel escudero de Armstrong, el colombiano pasó primero la meta en la cuarta etapa, la crono por equipos, con lo que asumió el primer lugar, aunque no dejó de trabajar para su capo, quien después ganaría la competencia.
En 2007 apareció Mauricio Soler, ganador de etapa y campeón de la montaña, quien tampoco pudo prolongar sus buenas actuaciones en Francia. (La humildad que tiene: las declaraciones de Egan Bernal antes de empezar el Tour de Francia)
Nairo, el presagio
Una generación de ciclistas, forjada hace diez años en el equipo Colombia es Pasión, fue la que sorprendió al mundo. De allí surgieron Nairo Quintana y Esteban Chaves, ganadores del Tour de L’Avenir en 2010 y 2011, respectivamente, pero también Darwin Atapuma, Sergio Luis Henao y Jarlinson Pantano.
Nairo, fichado en 2012 por el Movistar, fue segundo en la general del Tour de 2013, cuando ganó una etapa, el título de la montaña y la clasificación de los jóvenes. Dejó en claro entonces que podía aspirar a lo más alto del podio, porque además estaba en uno de los mejores equipos del mundo. Y tras ganar el Giro de Italia en 2014, en 2015 quedó nuevamente segundo, otra vez detrás de Chris Froome. En 2016 repitió podio, al subirse al tercer escalón.
Rigoberto Urán fue segundo en 2017, apenas a 54 segundos del tetracampeón Froome y el año pasado Fernando Gaviria se vistió de líder al ganar al embalaje, algo impensado para un colombiano hace algunos años, en la primera etapa. El paisa volador repitió en la cuarta y Nairo Quintana, al final décimo, se impuso en la jornada 17. Egan Bernal, quien era gregario en el equipo Sky, quedó en el puesto 15 y demostró carácter, calidad y fondo, para ser capo de escuadra en una carrera de tres semanas.
Pero fue el cundinamarqués, el niño maravilla del ciclismo, ganador este año de la París-Niza y la Vuelta a Suiza, quien llegó vestido de amarillo a la capital francesa y en plenos Campos Elíseos protagonizó la más grande hazaña en la historia del deporte colombiano.
Este domingo, 28 de julio de 2019, Egan Bernal hizo realidad nuestro sueño amarillo, ese que comenzó con Cochise Rodríguez hace 34 años y que tantos y tantos valientes escarabajos supieron alimentar.