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Así será la quinta etapa del Tour de Francia: jornada para combatir lo previsible

Tras las primeras cuatro fracciones, el belga Wout van Aert va líder de la general.

Luis Miguel Pascual - EFE
05 de julio de 2022 - 08:26 p. m.
El belga Wout Van Aert va protegido por su equipo en el pelotón en la cuarta etapa de la grande boucle.
El belga Wout Van Aert va protegido por su equipo en el pelotón en la cuarta etapa de la grande boucle.
Foto: EFE - GUILLAUME HORCAJUELO
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El traqueteo de la bicicleta sobre los adoquines, apiñados en estrechas vías agrícolas jalonadas de diminutas cunetas de tierra, son el mejor antídoto contra lo previsible en el ciclismo.

Por vez primera desde 2018, el Tour de Francia se ha apuntado a esta receta para tratar de dar emoción a la carrera en la primera semana y romper los guiones escritos con antelación, esos que colocan a Tadej Pogacar como el favorito indiscutible para la victoria final.

En ese ejercicio, los adoquines aparecen como un ejercicio perfecto para buscar lo desconocido. Tras dos décadas ausentes del Tour, desde hace once años aparecen de forma cíclica en el recorrido y provocan siempre la misma admiración y críticas.

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Como aseguraba el patrón del Tour, Christian Prduhomme, antes del inicio en Copenhague, la primera semana de competición ofrece material para que los candidatos a destronar a Pogacar hagan temblar la jerarquía antes de que llegue la alta montaña, donde su superioridad parece menos cuestionable.

Es el caso del Jumbo, el principal opositor a Pogacar, que cuenta con dos bazas, el también esloveno Primoz Roglic y el danés Jonas Vingegaard, segundos en las dos últimas ediciones.

Junto a Wout van Aert, líder de la carrera y cuya potencia permite casi sobrevolar los “pavés”, el conjunto neerlandés se ha traído al Tour al francés Christophe Laporte y al belga Nathan van Hooydonk para tratar de dar un golpe de efecto en esa etapa.

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Los organizadores han tomado cuatro tramos de la Roubaix, otros dos conocidos de otras clásicas, pero que no se utilizaban desde 1983 y cinco inéditos, con el fin de llevar la carrera al terreno más desconocido posible.

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El Tour ha buscado tramos más largos y técnicos que en el pasado, con el objetivo de que las diferencias en la meta sean superiores y que la etapa sea más decisiva.

El pueblo de Emerchicourt, de apenas 900 habitantes, puede ver su nombre marcado en letras doradas al término de la etapa. A él, una aldea acostumbrada a recibir los cuatro días de Dunkerque, pero no el Tour, llega el octavo sector y de él parte el 7.

Aunque el mayor peligro llegará un poco más adelante en la jornada, cuando los ciclistas afronten tres sectores de más de dos kilómetros prestados por la Roubaix, donde recuperar tiempo parece “una tarea imposible”, según el alemán John Degenkolb, el último en ganar en el Tour una etapa con “pavés”.

¿Será suficiente para hacer vacilar al favorito? No parece sencillo, porque el esloveno ha demostrado ya en el pasado que se desenvuelve bien en todos los terrenos. Su prestación en la Strade Bianche o en el pasado Tour de Flandes, aunque con adoquines diferentes, demuestran que Pogacar no es un neófito en ese terreno.

Además, el ganador de las dos últimas ediciones acudió a reconocer el terreno hace unos meses, prueba de que tampoco ahí quiere dejar escapar un Tour que todo el mundo le promete.

Pogacar aparece menos respaldado, pero eso no implica que vaya a perder tiempo en un terreno donde las diferencias pueden ser más grandes que en una etapa de montaña, según Degenkolb.

El ciclista del equipo DSM, que también sabe lo que es ganar la Roubaix, en 2015, reconoce que no es lo mismo afrontar esos tramos en la ronda gala que en el “infierno del norte”, porque en esta segunda la mayor parte de los participantes son especialistas en la materia, mientras que en el Tour todos tienen que someterse a esa tortura.

“Se puede mascar el miedo, la aprehensión de algunos a afrontar este tipo de ejercicios, lo que confiere a la jornada un nerviosismo especial”, agrega.

Los ciclistas deberán atravesar once sectores adoquinados que totalizan algo menos de 20 kilómetros concentrados en los 78 finales de una etapa de 157 entre Lille y Arenberg.

Aunque la dosis de adoquines es similar a la de hace cinco años, los especialistas consideran que las diferencias pueden ser superiores, ya que se trata de tramos más largos y técnicos, lo que favorece las pérdidas de tiempo de aquellos que no sepan digerirlos.

La jornada parece propicia para lanzar las hostilidades de cara a la general. En los últimos años, algunos de los favoritos ya se dejaron buena parte de sus opciones en esas etapas, donde se combina la lucha por el podio con la de ganar una prestigiosa etapa.

También: Así va la general del Tour de Francia tras la cuarta etapa

El miedo que genera este tipo de jornadas llega incluso a la organización, que modificó el primero de los tramos al considerar que, tal y como se afrontaba, podía llevar al pelotón a demasiada velocidad y provocar accidentes indeseables.

En 2010 el luxemburgués Frank Schleck tuvo que abandonar en una etapa sobre adoquines, al igual que le sucedió cuatro años más tarde al británico Chris Froome también se marchó de la carrera cuando perseguía su segundo Tour, tras haber ganado el año anterior, lo que despejó el camino para que el italiano Vincenzo Nibale consiguiera su único triunfo en la carrera.

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Por Luis Miguel Pascual - EFE

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