Cuando Bernard Hinault se metió en su agujero
Hace 40 años era reciente campeón del Giro de Italia y buscaba su tercer Tour de Francia. Sin embargo, lo abandonó. Luego se convertiría en leyenda.
El día de la debacle. Bernard Hinault, el último vencedor francés del Tour de Francia, prueba en la que es uno de los campeones de leyenda, también conoció reveses, siendo el más importante su abandono en Pau, el 9 de julio de 1980, por culpa de una dolorida rodilla.
(Bernard Hinault y su obsesión por hacer historia)
En la salida de Fráncfort, el bretón era el inmenso favorito de la carrera, que había ganado en las dos ediciones precedentes. Acababa de ganar de forma memorable, bajo la nieve, la Lieja-Bastoña-Lieja, y hacerse también por primera vez con el Giro. A sus 25 años, parecía cerca de su apogeo. Detrás de él, un equipo Renault entregado a su director técnico, el hábil Cyrille Guimard, apodado el "Napoleón del ciclismo".
Gana el prólogo, se acomoda en los trayectos del pavés (adoquinado) que detesta, y se instala en una buena posición. Pero no cuenta con la meteorología, lluvias incesantes que provocan una epidemia de tendinitis y afectan a muchos ciclistas, incluido Hinault.
Aunque se hace con el 'maillot' amarillo en la contrarreloj individual de Laplume, a mitad de la prueba, en la undécima etapa, el mal está hecho.
Al día siguiente, el francés espera hasta las 22h30 de ese 9 de julio, tras la duodécima etapa, para abandonar el Tour. Deja discretamente, por la cocina, el hotel (el Continental) de su equipo en Pau y sube bajo la lluvia en un Renault 20 gris de uno de sus compañeros, Hubert Arbes, para refugiarse en una casa cerca de Lourdes. Sin responder a la prensa.
(Lance Armstrong: un falaz heroísmo)
Solo hablará al día siguiente, mientras que el futuro vencedor, el holandés Joop Zoetemelk, no quiere vestir el ‘maillot’ amarillo en la salida de Pau.
"Ante el sufrimiento, finalmente, solo soy un hombre como los otros. Con sus límites. Habría podido salir desde Pau, pero para pararme en el primer puerto y ver al pelotón de espaldas, no", declara el inimitable "Blaireau" (Tejón) que decía respecto a su apodo: "Tengo las mismas reacciones (que ese animal). Cuando se me molesta, me meto en mi agujero. Pero, cuando salgo, muerdo".
También habla sobre la incomprensión que marcará durante un tiempo sus relaciones con la prensa. Debido a su marcha furtiva del hotel, bajo la lluvia, mientras que los directores del Tour (Jacques Goddet, Félix Lévitan) cenan en el mismo establecimiento con el secretario general del Partido Comunista Francés, Georges Marchais, invitado de honor. Unas horas antes, Hinault había repetido ante los micrófonos su voluntad de continuar la carrera.
"Puede sorprender, e incluso irritarles a ustedes", reconoce. "No sentía el coraje necesario para afrontar una rueda de prensa. En el estado de tensión en el que estaba, no estaba seguro de controlarme. Una pregunta fuera de lugar, y era capaz de una reacción violenta".
“La mejor solución era retirarme para no comprometer el resto de la temporada”, explica. Los hechos le dieron la razón. Menos de dos meses más tarde, el 31 de agosto, en el circuito francés de Sallanches, dominó con facilidad la prueba del Mundial en carretera.
El día de la debacle. Bernard Hinault, el último vencedor francés del Tour de Francia, prueba en la que es uno de los campeones de leyenda, también conoció reveses, siendo el más importante su abandono en Pau, el 9 de julio de 1980, por culpa de una dolorida rodilla.
(Bernard Hinault y su obsesión por hacer historia)
En la salida de Fráncfort, el bretón era el inmenso favorito de la carrera, que había ganado en las dos ediciones precedentes. Acababa de ganar de forma memorable, bajo la nieve, la Lieja-Bastoña-Lieja, y hacerse también por primera vez con el Giro. A sus 25 años, parecía cerca de su apogeo. Detrás de él, un equipo Renault entregado a su director técnico, el hábil Cyrille Guimard, apodado el "Napoleón del ciclismo".
Gana el prólogo, se acomoda en los trayectos del pavés (adoquinado) que detesta, y se instala en una buena posición. Pero no cuenta con la meteorología, lluvias incesantes que provocan una epidemia de tendinitis y afectan a muchos ciclistas, incluido Hinault.
Aunque se hace con el 'maillot' amarillo en la contrarreloj individual de Laplume, a mitad de la prueba, en la undécima etapa, el mal está hecho.
Al día siguiente, el francés espera hasta las 22h30 de ese 9 de julio, tras la duodécima etapa, para abandonar el Tour. Deja discretamente, por la cocina, el hotel (el Continental) de su equipo en Pau y sube bajo la lluvia en un Renault 20 gris de uno de sus compañeros, Hubert Arbes, para refugiarse en una casa cerca de Lourdes. Sin responder a la prensa.
(Lance Armstrong: un falaz heroísmo)
Solo hablará al día siguiente, mientras que el futuro vencedor, el holandés Joop Zoetemelk, no quiere vestir el ‘maillot’ amarillo en la salida de Pau.
"Ante el sufrimiento, finalmente, solo soy un hombre como los otros. Con sus límites. Habría podido salir desde Pau, pero para pararme en el primer puerto y ver al pelotón de espaldas, no", declara el inimitable "Blaireau" (Tejón) que decía respecto a su apodo: "Tengo las mismas reacciones (que ese animal). Cuando se me molesta, me meto en mi agujero. Pero, cuando salgo, muerdo".
También habla sobre la incomprensión que marcará durante un tiempo sus relaciones con la prensa. Debido a su marcha furtiva del hotel, bajo la lluvia, mientras que los directores del Tour (Jacques Goddet, Félix Lévitan) cenan en el mismo establecimiento con el secretario general del Partido Comunista Francés, Georges Marchais, invitado de honor. Unas horas antes, Hinault había repetido ante los micrófonos su voluntad de continuar la carrera.
"Puede sorprender, e incluso irritarles a ustedes", reconoce. "No sentía el coraje necesario para afrontar una rueda de prensa. En el estado de tensión en el que estaba, no estaba seguro de controlarme. Una pregunta fuera de lugar, y era capaz de una reacción violenta".
“La mejor solución era retirarme para no comprometer el resto de la temporada”, explica. Los hechos le dieron la razón. Menos de dos meses más tarde, el 31 de agosto, en el circuito francés de Sallanches, dominó con facilidad la prueba del Mundial en carretera.