Camila Cortés, la mejor ciclista aficionada de Colombia

Esta ingeniera ambiental ha ganado seis veces el gran fondo de Nueva York y este fin de semana irá por un nuevo título en la ciudad estadounidense.

Luís Guillermo Montenegro
14 de mayo de 2019 - 07:46 p. m.
Camila Cortes y su esposo Gabriel Corredor, en un Gran Fondo de Nueva York.  / Archivo particular
Camila Cortes y su esposo Gabriel Corredor, en un Gran Fondo de Nueva York. / Archivo particular
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En el colegio Marymount de Bogotá, Camila comenzó a hacer deporte en las clases de educación física. Allí descubrió que tenía habilidades para el voleibol y desde que tenía siete años comenzó a destacarse en esta disciplina. Tenía una habilidad superior a las demás y poco a poco se fue ganando el respeto de sus compañeras, así fueran mayores que ella. En toda su formación académica integró los equipos de las diferentes categorías, a tal punto de llegar a ser la capitana cuando ya estaba en bachillerato. Se graduó, comenzó a estudiar ingeniería ambiental en la Universidad de los Andes y el deporte pasó a un segundo plano.

Cinco años, libros, trabajos de campo, una carrera. Se graduó de ingeniera ambiental y comenzó su vida laboral. Tres años después se dio cuenta de que necesitaba volver a sentirse activa, a competir y a ganar, algo a lo que se había acostumbrado desde niña. Así que compró una bicicleta de montaña y empezó a montar de manera esporádica los fines de semana.

Salir dos días pasó a ser poco, así que organizó su tiempo para madrugar entre semana para montar, llegar a su casa, arreglarse y salir a la oficina. El ciclismo se convirtió en un estilo de vida, tanto que este deporte fue el medio en el que conoció a quien hoy es su esposo y su gregario en las carreteras, Gabriel Corredor, también ciclista aficionado.

Una mañana de diciembre subió con un grupo de amigos a Patios, en su bicicleta de montaña. Allí iba Gabriel, quien al final de la jornada le recomendó pasarse a montar en una bicicleta de ruta. Le prestó una y sus sensaciones fueron totalmente diferentes, ella sintió que le rendía más, que subiendo su cuerpo respondía mejor y que necesitaba menos técnica. Vendió la todoterreno y compró una de ruta.

Gabriel, que montaba desde hacía tres años, estaba en una asociación de ciclistas aficionados, que organizaban carreras por la sabana de Bogotá, así que fue él quien motivó a Camila a participar en competencias. “No habíamos muchas mujeres, pero yo me sentía muy bien a un nivel alto”, recuerda. Por eso, su esposo le habló del Gran Fondo de Nueva York, una carrera para aficionados en la capital del mundo, en la que participan cerca de 5.000 corredores y en la que el nivel es muy alto. “De una, vamos”, fue su respuesta.

Comenzó la preparación, aunque la idea era viajar a conocer Nueva York, pasear, descansar y competir en la carrera. Fue en 2011 cuando se hizo este evento por segunda vez. “Me enfermé y no me fue nada bien. Recuerdo que hice todo mal porque antes de la prueba comí mal, caminé por toda la ciudad y eso me dejó muy cansada para la prueba”.

Su estreno en una carrera grande fue una decepción, pero desde el mismo momento en que se sintió derrotada prometió regresar al año siguiente y no solo a competir sino a ganar. “Fue como un objetivo en conjunto”, dice Camila.

Su vida es el ciclismo, aunque de esto no vive. Su otra pasión es la ingeniería ambiental, trabajo que es feliz desempeñando, así le toque una vida exigente por hacer las dos cosas. De lunes a viernes se levanta a las 3:20 a.m. para salir a las 4:00, montar tres horas, volver a casa e irse nuevamente para estar a las 8:00 a.m. a la oficina. “Es duro, pero la preparación es necesaria para que los resultados se den en las carreras”, asegura con la tranquilidad de sentirse plena.

Al año siguiente, en 2012, llegaba a Nueva York con otra mentalidad, con la de no solo participar sino ganar. Pero 15 días antes del viaje, en uno de los entrenamientos, un camión la atropelló bajando de La Calera. No le pasó nada, pero la bicicleta quedó en pérdida total. “Fue un milagro”, asegura. Aunque el susto fue bestial, la solución fue comprar una bicicleta y viajar.

Con la ayuda de su esposo, quien siempre corre para ella en las competencias, cruzó la meta en la primera posición. Se subió a lo más alto del podio y se ganó el derecho a ser invitada a la siguiente edición. En 2013, a sesenta kilómetros del final, sufrió un pinchazo que le hizo perder; sin embargo, terminó tercera.

De 2014 a 2018 siempre ganó. El Gran Fondo de Nueva York se convirtió en su carrera. Y no solo se impuso en las ediciones de la competencia allí, sino que participó y ganó en otras carreras organizadas por GFNY en México y Colombia.

Uno de los momentos más duros de su carrera como ciclista aficionada fue en 2015, cuando sufrió una caída que le fracturó un codo mientras se preparaba para la carrera de NY, a 15 días del viaje a la Gran Manzana. “Yo me caí y lo primero que vi fue que mi bicicleta estuviera bien, pero moví mi brazo y sentía algo raro”, recuerda. La operaron en la Clínica Reina Sofía y pensó que no podría participar en la prueba; sin embargo, sin poder pararse en pedales y aún con dolor, tomó la partida y ganó. Sí, sin apoyarse sobre el sillín durante los más de 130 kilómetros de la prueba, ganó. “A mí se me olvidó el codo, solo quería cruzar la meta de primera y lo logré”.

“La vida es como la bicicleta: hay que pedalear hacia adelante para no perder el equilibrio”, esa frase de Albert Einstein la pone en práctica día a día esta bogotana de 37 años, que además de ser la reina del Gran Fondo de Nueva York también ha ganado el Giro delle Dolomiti, el Giro de Rigo y el reto Colombia 2.1 y fue tercera en L’étape Francia y el Tour de Francia para aficionados.

Este año, además de buscar un nuevo título en NY, intentará ganar L’étape Francia y, a final de año, participará en una prueba en Taiwán, en la que hay una subida de 105 kilómetros y espera poder pasar la meta en el primer lugar.

Los escarabajos no son solo los que corren las grandes vueltas, el ciclismo colombiano también tiene grandes embajadores en la rama aficionada, como Camila Cortés, quien quiere seguir dejando en alto la bandera tricolor.

 

Por Luís Guillermo Montenegro

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