Caso Dubán Bobadilla: la sombra del dopaje en el ciclismo nacional
El mejor escalador en el calendario ciclístico colombiano de 2022 dio positivo en CERA-EPO, sustancia prohibida por la AMA. La noticia llega en un momento en el que varios pedalistas del pelotón nacional están bajo la lupa.
Fernando Camilo Garzón
Dubán Bobadilla quemaba “mucha leña”. Y él decía de sí mismo que era un corredor de los de antaño, que vivía por dar espectáculo y atacar, sin importar otra cosa, sobre su bicicleta. En entrevista con El Espectador, el año pasado, aseguró que por eso corría, que esa era su pasión, que no entendía de un ciclismo timorato, que disfrutaba de estar al frente del pelotón y de ver la emoción de la gente en las orillas del camino. “El ciclismo necesita dar más espectáculo para que no lo olviden”, aseguraba.
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Dubán Bobadilla quemaba “mucha leña”. Y él decía de sí mismo que era un corredor de los de antaño, que vivía por dar espectáculo y atacar, sin importar otra cosa, sobre su bicicleta. En entrevista con El Espectador, el año pasado, aseguró que por eso corría, que esa era su pasión, que no entendía de un ciclismo timorato, que disfrutaba de estar al frente del pelotón y de ver la emoción de la gente en las orillas del camino. “El ciclismo necesita dar más espectáculo para que no lo olviden”, aseguraba.
Esa era la consigna del corredor bogotano en las carreteras nacionales el año pasado, el mejor de su carrera y también el último. El pedalista fue suspendido este jueves luego de dar positivo en una prueba de dopaje. Y tras la publicación de los resultados, Bobadilla anunció su retiro del ciclismo, aceptó los señalamientos en su contra y argumentó que cayó porque “no estaba en la rosca”.
En 2022, Bobadilla vivió un año inolvidable. Ya había demostrado sus habilidades como escalador en la Vuelta a Colombia, pero se destapó con toda en el Clásico RCN, en el que quedó subcampeón después de varias exhibiciones. Desde el inicio de la carrera, el bogotano fue el protagonista de todos los ataques en la montaña. Era un escándalo absoluto. Nadie le seguía el ritmo, saltaba, peligroso desde atrás, con un impulso que dejaba regados a todos. Cuando atacaba subiendo en alto, nadie le respondía y él, ni se movía, parecía un elegido. No ganó la carrera, a pesar de que se llevó la etapa reina en Manizales, porque no tenía suficiente equipo. Fue la estrella del Clásico, por encima de Aldemar Reyes, el campeón, pero no se llevó la corona. Y era tanto su nivel que, en el pelotón que seguía la carrera, todos se preguntaban: “¿Por qué ningún grande lo contrata?”. Esa era la pregunta de la carrera: ¿Por qué si todos veían su superioridad, tan destellante como inesperada, ninguna escuadra “top” del plano nacional le echaba la mano?
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Pues este jueves se confirmó que corría dopado. La Federación Colombiana de Ciclismo (FCC) decidió suspenderlo, pues, en una prueba realizada en 2022, se encontró que el pedalista consumió CERA-EPO, sustancia prohibida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).
El CERA es un fármaco que actúa como un agente estimulador de eritropoyesis (EPO) y está prohibido por la AMA desde 2005. Esta sustancia actúa estimulando el receptor del EPO y aumentando sus efectos, es decir, la hematopoyesis, el proceso de formación, desarrollo y maduración de los elementos de la sangre. En otras palabras, este medicamento aumenta la producción de glóbulos rojos y favorece la resistencia de los deportistas.
Dar positivo en esta sustancia es, prácticamente, una sentencia de la que no hay escapatoria. El EPO es uno de los fármacos más perseguidos del mundo. No hay defensa posible, y así lo interpretó Bobadilla, que respondió a la acusación aceptándola. Reconociendo sus actos (no tenía de otra) y apartándose del camino, uno en el que no volverá a montar en bicicleta, al menos de manera profesional.
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“El día de hoy quiero informarles a todos que soy consciente de lo que hice y creo que muchas veces uno va detrás de una meta y se olvida de su propia felicidad”, admitió, el ya expedalista, en un comunicado que difundió a través de sus redes sociales, dando su versión de los hechos.
Paradoja: en carrera, Dubán Bobadilla sonreía todo el tiempo. Caminaba sonriendo. A veces hasta era extraño, porque incluso hablaba con la boca amplia, apretando los dientes, mientras las palabras le salían en un hilo de voz, como un riachuelo de una boca reída. En ese mundo, en la bicicleta, parecía que encontraba la verdadera alegría, más allá de que él reconoció, descubierta su mentira, que no era realmente feliz haciendo lo que lo apasionaba. ¡Vaya contradicción, qué mentira!
Ni siquiera hubo tiempo para dudar de su inocencia. “Gracias a Dios conté con los suficientes recursos para estar en igual condiciones que ellos, pero eres el damnificado al no regalarte por un peso o dejarte ayudar sin ningún motivo. Tienes que pagar los platos rotos”, dijo. Señalando, sin especificar responsables, en el comunicado en el que se admitió culpable.
Y, no obstante, en su despedida, triste por dónde se mire, aseguró que ya está tranquilo. Aquello de la conciencia limpia, las verdades (a medias) dichas y la satisfacción de un trabajo, más allá de las trampas y los atajos, hecho: “Soy feliz con lo que hice. Me disfruté este bonito proceso y soy consciente de lo que arriesgué, pero me retiro feliz. Solo Dios sabe para qué me tiene. Creo que aporté mi granito de arena. No es un adiós, es un hasta pronto”.
El dopaje en Colombia: la sombra de un secreto que se grita
La verdad del dopaje en el ciclismo colombiano no está revelada. Es una sombra, un secreto de pasillo, un runrún que viaja en el pelotón, desde la cabeza de la caravana (dirigentes, periodistas y entrenadores incluidos) hasta el último pedalista de la carrera. Todos saben.
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Un informe de France 24, el año pasado, volvió a mostrar el panorama de que Colombia, una verdad tan incómoda como conocida en el ciclismo nacional, es el país con mayor cantidad de ciclistas sancionados por dopaje, al lado de Costa Rica e Italia.
La investigación demostró todos los procesos ya conocidos del seguimiento a los posibles dopajes en territorio nacional. Desde las pruebas que deben ser llevadas al exterior, por la falta de un laboratorio en el país con licencia autorizada por la Unión Ciclística Internacional, hasta los métodos con los que se investiga a los culpables, con pruebas de dopaje que se hacen por fuera de la competencia en el 60% de los casos, como le pasó a Dubán Bobadilla, examinado antes del Clásico RCN. ¿La razón? Explican los entes del Estado, que es para detectar a los deportistas que se dopan antes de las competencias, de tal manera que los medicamentos se vuelvan casi imperceptibles.
Esta realidad en Colombia no cesa. Cada año, la cifra de corredores sancionados va en aumento. El año pasado, por ejemplo, sonaron mucho los casos de Camilo Andrés Gómez, quien se negó a hacerse una prueba de control, Fredy Montaña, Walter Stiven Betancur Zapata, Rafael Aníbal Montiel Cuello, Miguel Ángel Reyes y Banzer Tomás Bernal Sánchez. Sin embargo, uno de los episodios más recordados de los años recientes fue el de Aristóbulo Cala, campeón nacional de ruta en 2021 encontrado culpable por una muestra tomada también fuera de competencia.
Un caso muy parecido al de Bobadilla, que levanta especial atención por tratarse de uno de los corredores más dominantes del año pasado en Colombia. Un ciclista que era considerado como uno de los mejores escaladores del panorama, en un país caracterizado por sus leyendas en la montaña.
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Y además, también son muy graves las palabras de Bobadilla, que aseguró en su carta de retiro, que él cayó porque no estaba en la “rosca”. Es decir, que, según el pedalista bogotano, hay todo un sistema de corrupción alrededor del dopaje en Colombia, que es ocultado por los poderosos.
“El ciclismo en Colombia se maneja de otra manera con grandes nombres, personas, marcas, equipos y al no estar en la ‘rosca’ o no tener las suficientes influencias, llevas del ‘bulto’ al ser la piedra en el zapato de grandes personas, dirigentes, equipos, marcas y patrocinadores”, aseguró Bobadilla.
Y esta afirmación, más allá de los señalamientos sin pruebas ni culpables, es una realidad muy incómoda para el ciclismo colombiano. Sobre todo, porque llega en un momento especialmente complicado: el mismo año en el que dos de los ciclistas más importantes de Colombia en las últimas décadas volvieron al pelotón nacional fuertemente señalados en Europa.
Y hay que hacer un alto en el camino, porque ni Nairo Quintana ni Miguel Ángel López, los dos ciclistas en cuestión, han sido, ni siquiera, acusados de dopaje. Sin embargo, en el World Tour este año les cerraron las puertas luego de que, por un lado, Quintana fue sancionado por uso de tramadol (sustancia no dopante, pero prohibida) en el último Tour de Francia, y, por el otro lado, de que Supermán López fue relacionado con una red de dopaje en España.
Aunque ninguno de los dos casos se equipara a lo de Bobadilla, u otros sancionados, si está en medio de un panorama oscuro del ciclismo colombiano ante los ojos del mundo.
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Esa es la sombra que actualmente persigue al ciclismo colombiano. Es una tacha mundial, de eso no hay duda tampoco. No pasa solo en estas tierras. No obstante, actualmente, Colombia, potencia internacional de ciclismo, también es una de las naciones más señaladas por esta clase de conductas antideportivas, que faltan a la ética y que manchan los resultados de los “escarabajos” en el mundo. Todavía hay mucho por descubrir.
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