Chaves, sinónimo de ciclismo
Jairo, el papá, se enorgullece de haber ayudado a formar a uno de los mejores corredores del mundo. Espera que su otro hijo, quien participa en la Vuelta de la Juventud, también llegue lejos en el deporte. Brayan va tras los pasos de Esteban.
Juan Camilo Romero Gómez / Twitter: @juankromerog
Hace algunos años, en las calles de Tenjo, Cundinamarca, exhaustos de pedalear por las carreteras de la sabana de Bogotá, se veía a los hermanos Chaves Rubio. Con siete años de diferencia entre ambos, heredaban de su papá, Jairo, la pasión por el ciclismo. (En video: El preguntón de la vuelta: así se vivió una etapa inédita en el ciclismo colombiano
“Esa era la postal familiar”, afirma el orgulloso padre de Esteban y Brayan, quien entre carcajadas reconoce que ahora sus hijos deben esperarlo e ir despacio cuando salen a entrenar juntos, pues ambos están en la élite de sus respectivas categorías.
Chavito, como es conocido Esteban, no necesita presentación. Es uno de los mejores pedalistas del mundo, tras ser podio del Giro de Italia y la Vuelta a España en 2016. Brayan, el menor, con 19 años, participa en su segunda Vuelta de la Juventud. (Vea: “Nairo es el mejor deportista colombiano de la historia”: Fabio Parra)
“El año pasado llegué de una lesión de siete meses. Tuve poco tiempo para prepararme. Para esta edición vengo entrenando desde diciembre, he competido en todas las carreras del calendario nacional”, explica el joven ciclista del equipo EPM.
Al igual que Esteban, Brayan no entendía por qué la vida lo golpeaba con una lesión. “Estuve mucho tiempo parado. Me puse a entrenar muy duro y sufrí una hiperpresión patelar en las dos rodillas y una bursitis en la cadera derecha. En ese tiempo vivía en Tenjo. Me quedaba muy lejos para ir a terapia, entonces me mudé a donde una tía. Prácticamente vivía solo. Fue algo bastante difícil, pero afortunadamente ya todo se superó”, explica.
“Que Esteban se haya podido recuperar de un grave accidente que casi lo deja por fuera del ciclismo, le daba la certeza a Brayan de que también podía superar su lesión. Así es el deporte y así es la mente de los ganadores. Uno se debe sacrificar para lograr lo que se quiere”, afirma Jairo, quien de paso le recuerda a su hijo que debe seguir haciendo las terapias porque puede recaer.
Brayan toma las cosas con calma. Por más que le guste llevar el legado de su hermano, tiene al lado a su padre, que ya sabe cómo preparar a un ciclista profesional. Jairo reconoce que con Esteban se apresuró en muchas cosas, por lo que es consciente de que con su hijo menor debe ir etapa por etapa.
“Él es un todo terreno. Brayan no es un escalador puro, es un ciclista que se defiende muy bien en la montaña. Cada vez mejora más. Creo que su estereotipo va a ser el de un pedalista que lucha en el plano y en el momento de escalar, pero habrá que esperar un par de años a que defina su perfil”, asegura Jairo, para quien Esteban fue el “conejillo de indias” para que su hijo menor labre un camino sin los errores del pasado.
Cuando tenía 17 años, Brayan fue a competir tres meses en Europa, para el equipo español Punta Galea. “Al principio ni podía terminar las carreras, me dio muy duro. El ritmo era demasiado competitivo. Pero ya a lo último terminé estando en el top-10 de las pruebas. Regresé porque se acabó la visa. Por ahora el objetivo es hacernos como ciclistas aquí en el país”, señala, mientras mira a sus compañeros prepararse encima de los rodillos para la contrarreloj de 18 kilómetros entre Mariquita y Honda, en la cuarta etapa de la Vuelta de la Juventud.
Su experiencia en el Viejo Continente le sirvió para trabajar en el lote, analizar las carreras y saber cómo preparar competencias. “No son los resultados los qué hablan, sino su proceso”, afirma su padre, reconociendo que a Esteban los éxitos le llegaron pronto, por eso con Brayan se ocupa de su parte mental. Le recuerda que primero debe trabajar para su equipo, porque algún día los demás trabajarán para él.
Y Brayan le cumple. “Tenemos tres corredores que pueden pelear la carrera, entonces dejaré la piel para ayudarlos”, asegura el pedalista, quien sabe, sin embargo, que de nada le va a servir ser hermano de Chavito si no obtiene los resultados que se le exigen.
“Desde que tengo memoria, mi padre nos inculcó este mundo. He vivido siempre entre bicicletas, caramañolas, uniformes y carreras”, responde Brayan ante el interrogante de por qué la pasión de su papá por el deporte de las bielas.
“Me enamoré de esto a los cinco años. Mi familia me decía que yo no iba a hacer nada con el ciclismo, pero me siento orgulloso de haber aportado en algo a la formación de uno de los mejores corredores del mundo y a un prospecto que estoy seguro va a llegar lejos”, dice Jairo Chaves, cuyos hijos están haciendo realidad todos sus sueños.
Hace algunos años, en las calles de Tenjo, Cundinamarca, exhaustos de pedalear por las carreteras de la sabana de Bogotá, se veía a los hermanos Chaves Rubio. Con siete años de diferencia entre ambos, heredaban de su papá, Jairo, la pasión por el ciclismo. (En video: El preguntón de la vuelta: así se vivió una etapa inédita en el ciclismo colombiano
“Esa era la postal familiar”, afirma el orgulloso padre de Esteban y Brayan, quien entre carcajadas reconoce que ahora sus hijos deben esperarlo e ir despacio cuando salen a entrenar juntos, pues ambos están en la élite de sus respectivas categorías.
Chavito, como es conocido Esteban, no necesita presentación. Es uno de los mejores pedalistas del mundo, tras ser podio del Giro de Italia y la Vuelta a España en 2016. Brayan, el menor, con 19 años, participa en su segunda Vuelta de la Juventud. (Vea: “Nairo es el mejor deportista colombiano de la historia”: Fabio Parra)
“El año pasado llegué de una lesión de siete meses. Tuve poco tiempo para prepararme. Para esta edición vengo entrenando desde diciembre, he competido en todas las carreras del calendario nacional”, explica el joven ciclista del equipo EPM.
Al igual que Esteban, Brayan no entendía por qué la vida lo golpeaba con una lesión. “Estuve mucho tiempo parado. Me puse a entrenar muy duro y sufrí una hiperpresión patelar en las dos rodillas y una bursitis en la cadera derecha. En ese tiempo vivía en Tenjo. Me quedaba muy lejos para ir a terapia, entonces me mudé a donde una tía. Prácticamente vivía solo. Fue algo bastante difícil, pero afortunadamente ya todo se superó”, explica.
“Que Esteban se haya podido recuperar de un grave accidente que casi lo deja por fuera del ciclismo, le daba la certeza a Brayan de que también podía superar su lesión. Así es el deporte y así es la mente de los ganadores. Uno se debe sacrificar para lograr lo que se quiere”, afirma Jairo, quien de paso le recuerda a su hijo que debe seguir haciendo las terapias porque puede recaer.
Brayan toma las cosas con calma. Por más que le guste llevar el legado de su hermano, tiene al lado a su padre, que ya sabe cómo preparar a un ciclista profesional. Jairo reconoce que con Esteban se apresuró en muchas cosas, por lo que es consciente de que con su hijo menor debe ir etapa por etapa.
“Él es un todo terreno. Brayan no es un escalador puro, es un ciclista que se defiende muy bien en la montaña. Cada vez mejora más. Creo que su estereotipo va a ser el de un pedalista que lucha en el plano y en el momento de escalar, pero habrá que esperar un par de años a que defina su perfil”, asegura Jairo, para quien Esteban fue el “conejillo de indias” para que su hijo menor labre un camino sin los errores del pasado.
Cuando tenía 17 años, Brayan fue a competir tres meses en Europa, para el equipo español Punta Galea. “Al principio ni podía terminar las carreras, me dio muy duro. El ritmo era demasiado competitivo. Pero ya a lo último terminé estando en el top-10 de las pruebas. Regresé porque se acabó la visa. Por ahora el objetivo es hacernos como ciclistas aquí en el país”, señala, mientras mira a sus compañeros prepararse encima de los rodillos para la contrarreloj de 18 kilómetros entre Mariquita y Honda, en la cuarta etapa de la Vuelta de la Juventud.
Su experiencia en el Viejo Continente le sirvió para trabajar en el lote, analizar las carreras y saber cómo preparar competencias. “No son los resultados los qué hablan, sino su proceso”, afirma su padre, reconociendo que a Esteban los éxitos le llegaron pronto, por eso con Brayan se ocupa de su parte mental. Le recuerda que primero debe trabajar para su equipo, porque algún día los demás trabajarán para él.
Y Brayan le cumple. “Tenemos tres corredores que pueden pelear la carrera, entonces dejaré la piel para ayudarlos”, asegura el pedalista, quien sabe, sin embargo, que de nada le va a servir ser hermano de Chavito si no obtiene los resultados que se le exigen.
“Desde que tengo memoria, mi padre nos inculcó este mundo. He vivido siempre entre bicicletas, caramañolas, uniformes y carreras”, responde Brayan ante el interrogante de por qué la pasión de su papá por el deporte de las bielas.
“Me enamoré de esto a los cinco años. Mi familia me decía que yo no iba a hacer nada con el ciclismo, pero me siento orgulloso de haber aportado en algo a la formación de uno de los mejores corredores del mundo y a un prospecto que estoy seguro va a llegar lejos”, dice Jairo Chaves, cuyos hijos están haciendo realidad todos sus sueños.