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Una vez Marco Pantani dijo que el Giro de Italia se podía ganar la primera semana, pero que también se podía perder. A esa frase del extrovertido ciclista italiano se le puede agregar otra gracias a Chris Froome: el Giro de Italia se puede ganar en un día. Pero, ojo, no hay que malentender esta oración, solo darle contexto y saber que más allá de la hazaña de la etapa 19, en la que el ciclista del equipo Sky se fugó 80 kilómetros y llegó solo a la meta, el británico tuvo que sufrir durante tres semanas, tolerar cuando las piernas no le respondieron y así poder entrar en un grupo al que pocos ingresan: los ciclistas que han ganado las tres grandes de manera consecutiva.
Este domingo, en la última jornada, un circuito en Roma, Froome, el hombre de rosa (hasta su bicicleta tuvo un diseño especial), se dedicó a rodar sin problemas, a recibir las felicitaciones de los demás y hasta a opinar cuando los hombres más representativos del pelotón se pusieron por delante para dialogar con los organizadores de la carrera por las nefastas condiciones del trayecto en la capital italiana.
“Muy mal diseñado, muchos huecos y sectores angostos”, dijo a las cámaras, en italiano, el colombiano Carlos Betancur mientras seguía pedaleando. Lo cierto es que el local Elia Viviani, el hombre con la camiseta morada, bajó hasta el auto de los jueces, logró un acuerdo y le comunicó a sus compañeros que la idea era rodar tranquilos a lo largo de los 115 kilómetros. Froome disfrutó el paisaje, las ruinas históricas, los aplausos de la gente, el ambiente de una ciudad que parece detenida en el tiempo.
Ya cerca al final, como se había acordado, quedó el espacio para los equipos de lo embaladores, y los lanzadores se pusieron por delante, empezaron a pedalear más fuerte y a apretar el ritmo de carrera. En los últimos metros, con el coliseo romano a las espaldas, Sam Bennett (Bora) le ganó el mano a mano a Viviani, al mismo que logró un acuerdo y así finalizó la edición 101 del Giro de Italia.
Fromme, el que pedalea feo, el que no levanta su mirada del potenciómetro para saber los watios, el que no cree en la sensaciones de las piernas, como los demás, sino en la tecnología dictaminando el momento, es el emperador de Roma, o mejor, de Italia, el ciclista que puede darse el lujo de llevar el dorsal 1 en las tres carreras más importantes del mundo, las mismas que ganó de manera consecutiva (Tour y Vuelta el año pasado). No importó perder más de 17 minutos el último día, pues lo importante era festejar, entrar con los seis compañeros de batalla, entre ellos el colombiano Sergio Luis Henao, todos en una hilera.
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El egoísta, el vigilado por su escándalo de dopaje, demostró que más allá de las investigaciones es un corredor fuera de serie, a la altura de Merckx e Hinault, que se abrió un espacio en la historia de un deporte rompiendo la manera ortodoxa de montar en bicicleta. Él, como todo un emperador, llegó a la meta escoltado por sus compañeros, sin afanes, con su sonrisa poco habitual. Y no es para menos, pues otra vez demostró que es el mejor ciclista de los últimos años.
Así quedaron los colombianos en la general:
1. Chris Froome
3. Miguel Ángel López
13. Sergio Luis Henao
15. Carlos Betancur
55 Jarlinson Pantano
60. Rodolfo Torres
62. Darwin Atapuma
73. Esteban Chaves
84. Dáyer Quintana