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El ciclismo es soledad y aprender a convivir con el dolor. En la historia de los deportes, casi siempre, el olimpo de los mejores está reservado para quienes nacieron con un talento nato o son recompensados con la gloria por su disciplina, trabajo y esfuerzo. Pero, en algunas ocasiones, la misma historia mira para el lado de los normales y allí el atleta que más se esfuerce y tenga la suerte a su favor tendrá la oportunidad, a veces única, de entrar en los libros del deporte.
Ese sufrimiento y una enfermedad hicieron que Christopher Horner, a sus 41 años de vida, se erigiera como el mejor de la Vuelta a España en 2013. La infección, que comenzó en el estómago, era provocada por el ácido láctico (que se produce como una reacción del cuerpo a los golpes y a las caídas), luego pasó a los pulmones y ahí se complicó todo. Varios meses en el médico y un largo tratamiento hicieron que Horner se demorara en subirse de nuevo a los pedales. Todo esto ocurrió un año antes de que se convirtiera en el hombre más longevo en ganar una de las tres grandes vueltas del ciclismo. Hoy compite, a sus 46 años, en la edición número 68 de la Vuelta a Colombia, para la escuadra estadounidense Team Illuminate, dando una prueba de que no hay cosa que sane mejor que el deporte.
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“No lo hago por profesionalismo, lo hago por diversión”. Sonríe al decirlo sentado en un cómodo sofá en un hotel campestre en Pereira. Horner, al igual que los otros 170 corredores, comienza hoy la primera etapa de la edición 2018, que tendrá un recorrido de 2.070 kilómetros en 14 días de competencia y terminará en Medellín el próximo 19 de agosto. De carácter amable y muy alejado de las típicas declaraciones de los deportistas de élite, afirma que, sin importar la edad en la que se compita, la carrera es igual para todos: “El viento pega de la misma forma y la montaña trata a todo el pelotón con la misma hostilidad”.
La historia de cómo este hombre (con una carrera de más de 25 años como ciclista) llegó a Colombia a competir en la vuelta de más tradición de nuestro país comenzó en el sofá de su casa.
Al igual que en 2013, cuando corría para el RadioShack y lo convencieron de competir en la Vuelta a España, no había casi patrocinios en el equipo y el rol del líder de escuadra lo iba a llevar el suizo Fabian Cancellara.
En la primera semana de esa Vuelta a España cada vez que terminaba una etapa había peleas en el bus donde viajaba el grupo. Pero la de la quinta jornada fue la peor. El día anterior, Horner atacó en un pequeño ascenso y sacó tiempo para ponerse la camiseta roja de líder. Al día siguiente el mánager Luca Guercilena les dijo antes de comenzar que todos iban a trabajar para que Cancellara ganara la etapa. Eso no pasó. Horner iba en un grupo con los líderes, hubo una fuga y era el ascenso del segundo y último puerto de montaña, pero el suizo se había quedado rezagado, por lo que Horner debía esperarlo, pero no lo hizo. Su intención fue cuidar la camiseta y quiso contrarrestar un ataque del italiano Vincenzo Nibali, quien le arrebató el primer puesto.
(Lea aquí: Así se correrá la versión 68 de la Vuelta a Colombia)
“Parecía un niño pequeño y celoso”, recuerda Horner. En el camino hacia el bus Cancellara gritaba una y otra vez: “¡Abriste un maldito hueco! ¿Por qué? Nos va a costar tiempo. ¡Abriste un maldito hueco!” Cuando llegaron al bus, el mánager Luca le dijo, con insulto incluido: “Gran plan, perdimos la etapa y la camiseta”. Mientras que José Acevedo, que era el director deportivo, le dijo que todo el apoyo era para él porque el equipo era tan estadounidense como él. Horner le agradeció, pero sabía que las apuestas estaban con el suizo. Al final de cuentas “todo es dinero”, señala. Cancellara era joven y tenía un contrato para las próximas tres temporadas, mientras que él andaba por los 41 años y con una rodilla operada, por una caída, que lo sacó del Giro de Italia.
Todo el panorama cambió después de la décima etapa. Su compañero fue el escudero perfecto para seleccionar el pelotón y poner a Horner de nuevo líder. Física y mentalmente siempre se sintió en su zona. “Un espacio mental en donde todo es claro y todo se mueve despacio en la cabeza”. La zona, según Horner, le permitió ver los movimientos exactos de sus rivales, evitar esfuerzos innecesarios y prever los ataques para coronarse a los 41 como campeón.
La enfermedad que casi lo saca del deporte le dejó la buena costumbre de salir a entrenar por salud. Por eso rueda un par de horas en la mañana y luego llega frente al televisor de su casa en San Diego, California (Estados Unidos), a ver cualquier carrera que estén transmitiendo. Eso hacía cuando lo llamó Chris Johnson, el director del Team Illuminate, quien lo convenció de volver este 2018, primero para una clásica en Rumania, en julio, y ahora, a sus 46 años, estará en esta Vuelta a Colombia.
Compartió equipo con Lance Armstrong, a quien define como una estrella de rock. También corrió contra Marco Pantani, Miguel Induraín y Bradley Wiggins, pero entre todos los grandes de este deporte en el último tiempo se queda con Alejandro Valverde. “Él, al igual que yo, disfruta de montarse en la bicicleta, ya se acerca a los 40 y continúa ahí”. Sin embargo, no quiere ni cree que el español y compañero de filas de Nairo Quintana, a quien tanto admira, sea capaz de quitarle su querido récord.
Hoy en Pereira toma la batuta de ser el ciclista más longevo en correr una Vuelta a Colombia. Un récord más para el palmarés de un hombre, que hace rato, entró en los libros del deporte.