Ciclismo en Colombia: la mitología de los héroes populares
Del “Zipa” Forero y Ramón Hoyos a Nairo Quintana y Egan Bernal. “Escarabajos: un país descubierto a pedalazos”, exposición de la Biblioteca Luis Ángel Arango, repasa la historia del ciclismo en Colombia y su relación con la construcción de la identidad nacional en medio de la violencia.
Fernando Camilo Garzón
A Efraín El Zipa Forero sus amigos le decían que estaba loco. Era 1950 y el Zipaquireño aseguraba que al año siguiente se iba a organizar la primera Vuelta a Colombia. Nadie le creía. Cuenta que la idea se le ocurrió un día que estaba en la oficina de Guillermo Pignalosa, presidente de la Liga de Ciclismo de Cundinamarca, y vio sobre una mesa unas revistas de ciclismo. Y ante su asombro, al ver que hablaban del Giro de Italia y del Tour de Francia, carreras de las que nunca había escuchado en su vida, le preguntó a Pignalosa que cuándo iban a hacer la Vuelta a Colombia.
De la fascinación que despertaron en Zipa las imágenes del italiano Fausto Coppi coronándose en Monza y París, o del suizo Hugo Koblet conquistando Roma, nació la carrera más importante de nuestro ciclismo.
Gregario de lujo en esta historia, en medio del abandono de las regiones, azotadas por la violencia bipartidista, el periodismo narró a través de la fotografía y la crónica los primeros años de la profesionalización del ciclismo durante la década de los 50.
Mire: Lo mejor del ciclismo colombiano lo encuentra en El Espectador
El origen de la pasión por las bielas y el papel que tuvo el ciclismo en la conformación de la identidad nacional, que adoptó a los ciclistas como héroes populares, son las principales preguntas que pretende responder Escarabajos: un país descubierto a pedalazos, exposición y proyecto transmedia de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que explora la historia del ciclismo colombiano a partir de los relatos de la prensa, la radio y la televisión. La mitología de un país que ha sido contado por medio de las grandes gestas de los escarabajos en Colombia y en el mundo.
La primera Vuelta a Colombia: el antes y el después
Hasta 1940 el ciclismo era un lujo. Tener una bicicleta era costoso y practicar era un privilegio de clase. Sin embargo, para esa década, la cicla se popularizó como una herramienta de trabajo. Para los años 50 el ciclismo se convirtió en un deporte de trabajadores, explicó a este diario Diego Aldana, uno de los curadores del proyecto de la Luis Ángel Arango.
“En Colombia, entre el 40 y 50, los campesinos y los obreros que montaban bicicleta empezaron a volverse, accidentalmente, deportistas. Los primeros ciclistas eran héroes populares. No eran profesionales, no eran atletas preparados, eran gente común y corriente”.
Zipa se hizo experto en la contrarreloj porque no le gustaba madrugar, cuenta Aldana. Y como siempre iba tarde al trabajo, en la fábrica de sodas de Zipaquirá, recorría todas las mañanas más de cinco kilómetros en un par de minutos. Ramón Hoyos, en las crónicas que Gabriel García Márquez escribió en El Espectador, por ejemplo, cuenta que él jamás pensó en ser ciclista. Era mensajero de una carnicería, pero como era tan bueno en la bicicleta, decidió intentarlo en las carreras.
La mayoría de los ciclistas que corrieron en las primeras ediciones de la Vuelta a Colombia eran personas que nunca habían salido de sus regiones. Las primeras competencias de las que se tienen registro, en los años 40, se hicieron en las grandes ciudades (Bogotá, Cali y Medellín). No obstante, poco a poco el ciclismo empezó a llegar a los pueblos y con ello apareció la necesidad de conectar los territorios abandonados por la centralidad del Estado.
En medio de la violencia bipartidista de esos años, cuando inició la Vuelta a Colombia, las rivalidades regionales del ciclismo empezaron a reemplazar las disputas entre liberales y conservadores en la prensa. “Se hablaba del enfrentamiento entre Zipa y los vallecaucanos, que eran los mejores en el plano. Después, cuando llegó la “licuadora paisa” de Ramón Hoyos y compañía, era Antioquia contra todos los demás. Eran rivalidades más inofensivas que las que se vivían en los campos de Colombia”, explicó Aldana.
Más: La predicción del gol: el cisma de los algoritmos
El ciclismo, y el relato de su historia, resultó ser el retrato de la memoria del país. Según Gabriel Linares, curador fotográfico del proyecto, a través de las imágenes de esas primeras carreras puede entenderse el contexto político, social y cultural de esos años.
“Nos encontramos con que la fotografía, más que responder a una búsqueda estética, a una pintura sobre la imagen, resultó un documento valioso para entender el contexto y la historia de Colombia”.
Las carreras iban mostrando el país que recorrían. De ahí vienen las imágenes de los ciclistas cargando su bicicleta al hombro para pasar ríos, allí donde no había carreteras, o las del pelotón esquivando burros en mitad del camino por el que pasaba la etapa. Las de la gente con ruana y sombrero mirando la estela de la carrera o las del público lanzándoles con totuma agua a los ciclistas. “Una de las mejores imágenes que encontramos en los archivos es la de Ramón Hoyos y Zipa Forero siendo bendecidos por un cura en plena carrera. Son rituales nuestros, imágenes de nuestra identidad”, comentó Diego Aldana.
También: Video: Luis Díaz anotó su primer gol con Liverpool en la victoria contra Norwich
“Es el reflejo del país que se recorre al borde de la carretera. Es una narración de lo que somos. A diferencia del fútbol, que congrega a cientos de personas alrededor de una cancha cuadrada que parece un coliseo romano, en el ciclismo la cancha es larguísima y recta. Y en ella van apareciendo distintos pueblos y costumbres de la gente que ve cómo pasan las bicicletas y el tiempo”, complementa Linares.
Una historia contada en décadas: los héroes del ciclismo colombiano
Diego Aldana y Gabriel Linares llegaron a Escarabajos: un país descubierto a pedalazos por invitación de Zuly Zabala, coordinadora general y editorial del proyecto, que está a cargo del grupo de investigación de la Luis Ángel Arango. El objetivo primordial: dar a conocer el archivo de la hemeroteca de la biblioteca por medio de la narración de las gestas del ciclismo y la construcción de identidad. Al principio, cuando empezó la investigación a finales de 2019, la meta era hacer una exposición física. Sin embargo, la pandemia obligó a cambiar los planes y a pensar una narrativa digital que pudiera integrar el material gráfico de archivo con otros lenguajes como el video y los pódcasts.
Así se transformó el espacio físico en una narración digital, que empieza con el origen del ciclismo, y su significado en la creación de una mitología nacional, y termina con el resumen histórico de las décadas que consagraron a los grandes héroes del ciclismo colombiano.
Zipa Forero, Ramón Hoyos, Roberto Cano, Pedro Nel Gil, Roberto Pajarito Buitrago, Javier el Ñato Suárez, Rubén Darío Gómez, Martín Emilio Cochise Rodríguez, Álvaro Pachón, Rafael Antonio Niño, José Patrocinio Jiménez y Alfonso Flórez son algunos de los nombres que recorren la exposición. Pioneros que dieron paso al brillo de figuras como Fabio Parra, Lucho Herrera y, en el tiempo más reciente, Nairo Quintana, Egan Bernal y Rigoberto Urán.
Incluso, el proyecto repasa los nombres de las mujeres que abrieron camino en la rama femenina, como Cecilia Vivas, Esperanza Lapuente, Lucía de Rojas y las hermanas Judith y Ester Neira, y también reseña la realización del “primer Campeonato Nacional de Ciclismo Femenino (septiembre de 1973), en el que se coronó como campeona de ruta a Flor Agudelo y como subcampeona a Marta Marulanda”.
La historia del ciclismo en Colombia es tan amplia, que la posibilidad del lenguaje transmedia, que permite conectar distintas piezas a través de una sola narración, dio pie a un proyecto mucho más ambicioso que no habría sido abarcable solo con el espacio físico.
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“La narrativa digital te da más opciones. Sin embargo, queremos retomar la relación física de los usuarios con los objetos de la red de bibliotecas. Queremos conectar la exposición digital con el público y escucharlos, saber qué les pareció”, explica Zuly Zabala.
El ciclismo y la violencia en Colombia, una historia que se repite
Dice Zipa Forero, en una de las entrevistas que muestra la exposición, que lo que más recuerda de la primera Vuelta a Colombia es que cuando subía el Alto de Letras, uno de los puertos de montaña más exigentes del mundo, veía en la colina casas ardiendo en llamas. Rastros de la violencia entre liberales y conservadores que quedaban tras el paso de la caravana.
Para Diego Aldana dice mucho que, a pesar de que han pasado más de 70 años, el panorama no cambió. “Cuando miramos la victoria de Lucho Herrera en la Vuelta a España de 1986 el titular del periódico decía: ‘Solo quiero que en Colombia haya paz’. Y si miramos la victoria de Nairo, también en la Vuelta, pero en 2016, a unos meses de que se celebrara el plebiscito de los Acuerdos de La Habana, en su discurso Quintana dice: ‘Quiero que el mundo sepa que Colombia es paz’”.
“Nuestra historia es cíclica. Son tres generaciones, y en cada una de esas etapas el ciclismo trata de crear una especie de sosiego en medio de una guerra de la que Colombia no parece salir nunca”, dice Diego Aldana, que explica que el paso del tiempo ha permitido ver la profesionalización del deporte, aunque las preocupaciones que había en los 50 son muy parecidas a los cuestionamientos que hay hoy en día.
“A nivel de organización tenemos muchísimas falencias. Cuando uno revisa lo que decían los periódicos hace 70 años sobre el nivel de los ciclistas de contrarreloj, de los de pista y de los de las clásicas de un día son las mismas críticas que hay hoy en día. Pasa el tiempo, pero muchas conexiones se mantienen. Nuestro ciclismo es muy colombiano”.
De hecho, resalta, revisar la historia de las estrellas de hoy es encontrarse con vidas calcadas a las de los íconos del pasado. Deportistas trabajadores, héroes populares venidos de las regiones, con recursos mínimos que desafían una organización precaria y que, de todas maneras, triunfan a pesar del abandono.
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Por eso, explica: “Sabemos que este es un proyecto que no acabará nunca. Es la primera piedra de una memoria que sigue en construcción y que se repite”. Una historia sin fin, porque para llegar al ciclismo hay muchos caminos. Unos llegaron montados en una biela, pero otros llegaron por los sonidos de la radio, por las imágenes de la televisión o leyendo historias de los héroes de un deporte que muestra su belleza en el sufrimiento del cuerpo humano. En la estética de sus colores, de los gestos y del pedaleo. El ciclismo refleja nuestra identidad. Una mitología en la que el relato es, finalmente, nuestra historia.
A Efraín El Zipa Forero sus amigos le decían que estaba loco. Era 1950 y el Zipaquireño aseguraba que al año siguiente se iba a organizar la primera Vuelta a Colombia. Nadie le creía. Cuenta que la idea se le ocurrió un día que estaba en la oficina de Guillermo Pignalosa, presidente de la Liga de Ciclismo de Cundinamarca, y vio sobre una mesa unas revistas de ciclismo. Y ante su asombro, al ver que hablaban del Giro de Italia y del Tour de Francia, carreras de las que nunca había escuchado en su vida, le preguntó a Pignalosa que cuándo iban a hacer la Vuelta a Colombia.
De la fascinación que despertaron en Zipa las imágenes del italiano Fausto Coppi coronándose en Monza y París, o del suizo Hugo Koblet conquistando Roma, nació la carrera más importante de nuestro ciclismo.
Gregario de lujo en esta historia, en medio del abandono de las regiones, azotadas por la violencia bipartidista, el periodismo narró a través de la fotografía y la crónica los primeros años de la profesionalización del ciclismo durante la década de los 50.
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El origen de la pasión por las bielas y el papel que tuvo el ciclismo en la conformación de la identidad nacional, que adoptó a los ciclistas como héroes populares, son las principales preguntas que pretende responder Escarabajos: un país descubierto a pedalazos, exposición y proyecto transmedia de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que explora la historia del ciclismo colombiano a partir de los relatos de la prensa, la radio y la televisión. La mitología de un país que ha sido contado por medio de las grandes gestas de los escarabajos en Colombia y en el mundo.
La primera Vuelta a Colombia: el antes y el después
Hasta 1940 el ciclismo era un lujo. Tener una bicicleta era costoso y practicar era un privilegio de clase. Sin embargo, para esa década, la cicla se popularizó como una herramienta de trabajo. Para los años 50 el ciclismo se convirtió en un deporte de trabajadores, explicó a este diario Diego Aldana, uno de los curadores del proyecto de la Luis Ángel Arango.
“En Colombia, entre el 40 y 50, los campesinos y los obreros que montaban bicicleta empezaron a volverse, accidentalmente, deportistas. Los primeros ciclistas eran héroes populares. No eran profesionales, no eran atletas preparados, eran gente común y corriente”.
Zipa se hizo experto en la contrarreloj porque no le gustaba madrugar, cuenta Aldana. Y como siempre iba tarde al trabajo, en la fábrica de sodas de Zipaquirá, recorría todas las mañanas más de cinco kilómetros en un par de minutos. Ramón Hoyos, en las crónicas que Gabriel García Márquez escribió en El Espectador, por ejemplo, cuenta que él jamás pensó en ser ciclista. Era mensajero de una carnicería, pero como era tan bueno en la bicicleta, decidió intentarlo en las carreras.
La mayoría de los ciclistas que corrieron en las primeras ediciones de la Vuelta a Colombia eran personas que nunca habían salido de sus regiones. Las primeras competencias de las que se tienen registro, en los años 40, se hicieron en las grandes ciudades (Bogotá, Cali y Medellín). No obstante, poco a poco el ciclismo empezó a llegar a los pueblos y con ello apareció la necesidad de conectar los territorios abandonados por la centralidad del Estado.
En medio de la violencia bipartidista de esos años, cuando inició la Vuelta a Colombia, las rivalidades regionales del ciclismo empezaron a reemplazar las disputas entre liberales y conservadores en la prensa. “Se hablaba del enfrentamiento entre Zipa y los vallecaucanos, que eran los mejores en el plano. Después, cuando llegó la “licuadora paisa” de Ramón Hoyos y compañía, era Antioquia contra todos los demás. Eran rivalidades más inofensivas que las que se vivían en los campos de Colombia”, explicó Aldana.
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El ciclismo, y el relato de su historia, resultó ser el retrato de la memoria del país. Según Gabriel Linares, curador fotográfico del proyecto, a través de las imágenes de esas primeras carreras puede entenderse el contexto político, social y cultural de esos años.
“Nos encontramos con que la fotografía, más que responder a una búsqueda estética, a una pintura sobre la imagen, resultó un documento valioso para entender el contexto y la historia de Colombia”.
Las carreras iban mostrando el país que recorrían. De ahí vienen las imágenes de los ciclistas cargando su bicicleta al hombro para pasar ríos, allí donde no había carreteras, o las del pelotón esquivando burros en mitad del camino por el que pasaba la etapa. Las de la gente con ruana y sombrero mirando la estela de la carrera o las del público lanzándoles con totuma agua a los ciclistas. “Una de las mejores imágenes que encontramos en los archivos es la de Ramón Hoyos y Zipa Forero siendo bendecidos por un cura en plena carrera. Son rituales nuestros, imágenes de nuestra identidad”, comentó Diego Aldana.
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“Es el reflejo del país que se recorre al borde de la carretera. Es una narración de lo que somos. A diferencia del fútbol, que congrega a cientos de personas alrededor de una cancha cuadrada que parece un coliseo romano, en el ciclismo la cancha es larguísima y recta. Y en ella van apareciendo distintos pueblos y costumbres de la gente que ve cómo pasan las bicicletas y el tiempo”, complementa Linares.
Una historia contada en décadas: los héroes del ciclismo colombiano
Diego Aldana y Gabriel Linares llegaron a Escarabajos: un país descubierto a pedalazos por invitación de Zuly Zabala, coordinadora general y editorial del proyecto, que está a cargo del grupo de investigación de la Luis Ángel Arango. El objetivo primordial: dar a conocer el archivo de la hemeroteca de la biblioteca por medio de la narración de las gestas del ciclismo y la construcción de identidad. Al principio, cuando empezó la investigación a finales de 2019, la meta era hacer una exposición física. Sin embargo, la pandemia obligó a cambiar los planes y a pensar una narrativa digital que pudiera integrar el material gráfico de archivo con otros lenguajes como el video y los pódcasts.
Así se transformó el espacio físico en una narración digital, que empieza con el origen del ciclismo, y su significado en la creación de una mitología nacional, y termina con el resumen histórico de las décadas que consagraron a los grandes héroes del ciclismo colombiano.
Zipa Forero, Ramón Hoyos, Roberto Cano, Pedro Nel Gil, Roberto Pajarito Buitrago, Javier el Ñato Suárez, Rubén Darío Gómez, Martín Emilio Cochise Rodríguez, Álvaro Pachón, Rafael Antonio Niño, José Patrocinio Jiménez y Alfonso Flórez son algunos de los nombres que recorren la exposición. Pioneros que dieron paso al brillo de figuras como Fabio Parra, Lucho Herrera y, en el tiempo más reciente, Nairo Quintana, Egan Bernal y Rigoberto Urán.
Incluso, el proyecto repasa los nombres de las mujeres que abrieron camino en la rama femenina, como Cecilia Vivas, Esperanza Lapuente, Lucía de Rojas y las hermanas Judith y Ester Neira, y también reseña la realización del “primer Campeonato Nacional de Ciclismo Femenino (septiembre de 1973), en el que se coronó como campeona de ruta a Flor Agudelo y como subcampeona a Marta Marulanda”.
La historia del ciclismo en Colombia es tan amplia, que la posibilidad del lenguaje transmedia, que permite conectar distintas piezas a través de una sola narración, dio pie a un proyecto mucho más ambicioso que no habría sido abarcable solo con el espacio físico.
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“La narrativa digital te da más opciones. Sin embargo, queremos retomar la relación física de los usuarios con los objetos de la red de bibliotecas. Queremos conectar la exposición digital con el público y escucharlos, saber qué les pareció”, explica Zuly Zabala.
El ciclismo y la violencia en Colombia, una historia que se repite
Dice Zipa Forero, en una de las entrevistas que muestra la exposición, que lo que más recuerda de la primera Vuelta a Colombia es que cuando subía el Alto de Letras, uno de los puertos de montaña más exigentes del mundo, veía en la colina casas ardiendo en llamas. Rastros de la violencia entre liberales y conservadores que quedaban tras el paso de la caravana.
Para Diego Aldana dice mucho que, a pesar de que han pasado más de 70 años, el panorama no cambió. “Cuando miramos la victoria de Lucho Herrera en la Vuelta a España de 1986 el titular del periódico decía: ‘Solo quiero que en Colombia haya paz’. Y si miramos la victoria de Nairo, también en la Vuelta, pero en 2016, a unos meses de que se celebrara el plebiscito de los Acuerdos de La Habana, en su discurso Quintana dice: ‘Quiero que el mundo sepa que Colombia es paz’”.
“Nuestra historia es cíclica. Son tres generaciones, y en cada una de esas etapas el ciclismo trata de crear una especie de sosiego en medio de una guerra de la que Colombia no parece salir nunca”, dice Diego Aldana, que explica que el paso del tiempo ha permitido ver la profesionalización del deporte, aunque las preocupaciones que había en los 50 son muy parecidas a los cuestionamientos que hay hoy en día.
“A nivel de organización tenemos muchísimas falencias. Cuando uno revisa lo que decían los periódicos hace 70 años sobre el nivel de los ciclistas de contrarreloj, de los de pista y de los de las clásicas de un día son las mismas críticas que hay hoy en día. Pasa el tiempo, pero muchas conexiones se mantienen. Nuestro ciclismo es muy colombiano”.
De hecho, resalta, revisar la historia de las estrellas de hoy es encontrarse con vidas calcadas a las de los íconos del pasado. Deportistas trabajadores, héroes populares venidos de las regiones, con recursos mínimos que desafían una organización precaria y que, de todas maneras, triunfan a pesar del abandono.
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Por eso, explica: “Sabemos que este es un proyecto que no acabará nunca. Es la primera piedra de una memoria que sigue en construcción y que se repite”. Una historia sin fin, porque para llegar al ciclismo hay muchos caminos. Unos llegaron montados en una biela, pero otros llegaron por los sonidos de la radio, por las imágenes de la televisión o leyendo historias de los héroes de un deporte que muestra su belleza en el sufrimiento del cuerpo humano. En la estética de sus colores, de los gestos y del pedaleo. El ciclismo refleja nuestra identidad. Una mitología en la que el relato es, finalmente, nuestra historia.