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La etapa 16 del Giro de Italia, que se llevó a cabo entre Ponte di legno y Val Martello que contó con tres puertos de primera categoría, tuvo como máximo protagonista a Nairo Quintana. El boyacense ganó en Val Martello y se convirtió en nuevo líder del Giro de Italia. Fue un día complicado. El mal clima azotó la fracción e inicialmente el descenso del Stelvio iba a ser neutralizado y controlado por un comisario deportivo. No obstante, la organización del Giro durante la competencia informó que no se iba a parar a los corredores.
El que aprovechó el descenso fue el italiano Darío Cataldo, quien tomó ventaja y llegó a tener una diferencia de cuatro minutos sobre el pelotón de Rigoberto Urán. Nairo Quintana, acompañado por sus gregarios, cazó al italiano. El Giro tan ambiguo, tan borroso como la bruma que juega al escondite en todos los valles dolomíticos a todas horas, buscaba su patrón y, llegadas las montañas verdaderas, lo encontró antes incluso de vestirlo de rosa. Lo encontró en el Gavia y en el Stelvio, donde el Movistar asumió la absoluta responsabilidad de la etapa para aislar a Urán, tan solo; lo volvió a ver en el polémico descenso del Stelvio, donde Quintana, su magro pecho protegido bajo la ropa por las hojas rosas de una Gazzetta, se lanzó tras Rolland y Hesjedal acompañado de Gorka Izagirre, mientras, escudados en una malinterpretación interesada de los consejos del Giro, bajaron prudentemente el resto de corredores, confiados en una inexistente neutralización.
Y lo encontró, sobre todo, en los 30 fantásticos últimos kilómetros, en los que Quintana, una vez que Izagirre, un tipo recto sobre todas las cosas que lleva siempre sus acciones hasta sus últimas consecuencias, se apartó agotado, se encargó él solo de tirar de Hesjedal y Rolland, los únicos que aguantaban su rueda, y de mantener las distancias, siempre rondando 1m 40s, con el grupo de Urán, en el que Landa, tremendo trabajador para Aru, y Rogers, espléndido para Majka, se dejaron todo. Pudo Quintana contra todos y pudo más aún en su terreno, en los últimos kilómetros de la subida, en los que multiplicó, alado, ligero, las diferencias y remató esprintando bajo la pancarta, con golpe de riñones, sin tiempo ni fuerzas para levantar siquiera los brazos.
Cuando Nairo supo que correría ese Giro, subió con su director, José Luis Arrieta, a hacer turismo a los Dolomitas. Vieron del Giro los puertos que la nieve les dejó, pero vieron, y estudiaron, sobre todo, el descenso del Stelvio y la subida irregular y dura a Val Martello. Desde aquel día, nada de lo que Quintana hizo en aquel Giro, que pasó a la histora para Colombia, fue fruto del azar, sino de la planificación, salvo, evidentemente, la gripa que lo acompañó, los mocos pegajosos que no logra que su nariz deje de fabricar, la fiebre que le dobló unos días y las caídas.
Quintana coronó el Val Martello y se vistió de rosa. Seis días después se coronó campeón. Fue el primer pedalista colombiano y latinoamericano en ganar la ‘Maglia rosa’, en terminar en la primera posición de una ronda italiana, en la que pasó de ser una promesa a una realidad. Hoy, dos años y tres meses después, el colombiano nuevamente fue protagonista de una escapada, esta vez en la Vuelta a España, la cual coronó y amplió su diferencia como líder en la última grande de la temporada.