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                                                                                                                                Darwin Atapuma, pedaleando contra el dolor

                                                                                                                                No quería ser ciclista, pero pertenecer a un linaje de corredores lo llevó al profesionalismo. Aprendió que la mejor forma de alejar las penas era montando bicicleta. Está disputando su segundo Tour de Francia.

                                                                                                                                Señal Deportes - Camilo Amaya

                                                                                                                                Darwin Atapuma, ciclista colombiano que está corriendo el Tour de Francia. / EFE
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ya había madurado a la brava, ya no era “el rabito de mi mamá”, como le decían sus hermanos, pues era imposible despegarlo de ella cuando chiquito. “Tranquilo que ella ya viene”, era la mentira que le decían cuando doña María Berzabé se iba a recoger papa o a sembrar maíz y no lo llevaba. Una frase alentadora que ahogaba su berrinche, porque sí que era berrinchudo. En ese entonces vivía en Túquerres (Nariño), con su hermano Remijio. La bicicleta ya era su medio natural de vida. Llegó allí para cumplir el sueño de un linaje que vio en él la última oportunidad de tener un ciclista profesional en casa. Por cumplirles a los demás, por personificar sueños ajenos, por entrenar donde más le convenía, con gran ambición, a pesar de la humildad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Durante cinco años entrenó sin falta todas las mañanas con su hermano. Llenaban unas cuantas caramañolas con agua de panela o malteada de bienestarina y tomaban la vía a Ipiales o bajaban hasta El Pedregal por la ruta a Pasto, en un camino serpentino y lleno de tractomulas y conductores imprudentes. Incluso desafiaban los prominentes huecos de la vía a Tumaco para no caer en el pecado de la rutina. Después ambos trabajaban en Ciclotúquerres, la bicicletería de Remijio, donde aprendieron a despinchar, a enderezar los aros y a raspar los marcos para volverlos a pintar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Avanzando con la potencia de sus piernas y corriendo diferente cada día para poder cruzar la meta en solitario y así mirar al cielo en una dedicatoria silenciosa, Darwin Atapuma, uno de los siete colombianos que disputan la edición 104 del Tour de Francia, buscará terminar por primera vez la ronda gala, algo que no pudo hacer en 2014 cuando una caída lo obligó a retirarse en la séptima jornada.

                                                                                                                                Estar ahí, entre los mejores del mundo es, en parte, la retribución al esfuerzo de una familia que trabajó para él. Ese niño que en la categoría juvenil dejó muchas veces regado en la montaña a Nairo Quintana en una que otra competencia, aplicó a la lógica para ser un pedalista World Tour, algo que simplemente no añoraba cuando en lo único que pensaba era ser un campesino nariñense al igual que su madre.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ya había madurado a la brava, ya no era “el rabito de mi mamá”, como le decían sus hermanos, pues era imposible despegarlo de ella cuando chiquito. “Tranquilo que ella ya viene”, era la mentira que le decían cuando doña María Berzabé se iba a recoger papa o a sembrar maíz y no lo llevaba. Una frase alentadora que ahogaba su berrinche, porque sí que era berrinchudo. En ese entonces vivía en Túquerres (Nariño), con su hermano Remijio. La bicicleta ya era su medio natural de vida. Llegó allí para cumplir el sueño de un linaje que vio en él la última oportunidad de tener un ciclista profesional en casa. Por cumplirles a los demás, por personificar sueños ajenos, por entrenar donde más le convenía, con gran ambición, a pesar de la humildad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Durante cinco años entrenó sin falta todas las mañanas con su hermano. Llenaban unas cuantas caramañolas con agua de panela o malteada de bienestarina y tomaban la vía a Ipiales o bajaban hasta El Pedregal por la ruta a Pasto, en un camino serpentino y lleno de tractomulas y conductores imprudentes. Incluso desafiaban los prominentes huecos de la vía a Tumaco para no caer en el pecado de la rutina. Después ambos trabajaban en Ciclotúquerres, la bicicletería de Remijio, donde aprendieron a despinchar, a enderezar los aros y a raspar los marcos para volverlos a pintar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Avanzando con la potencia de sus piernas y corriendo diferente cada día para poder cruzar la meta en solitario y así mirar al cielo en una dedicatoria silenciosa, Darwin Atapuma, uno de los siete colombianos que disputan la edición 104 del Tour de Francia, buscará terminar por primera vez la ronda gala, algo que no pudo hacer en 2014 cuando una caída lo obligó a retirarse en la séptima jornada.

                                                                                                                                Estar ahí, entre los mejores del mundo es, en parte, la retribución al esfuerzo de una familia que trabajó para él. Ese niño que en la categoría juvenil dejó muchas veces regado en la montaña a Nairo Quintana en una que otra competencia, aplicó a la lógica para ser un pedalista World Tour, algo que simplemente no añoraba cuando en lo único que pensaba era ser un campesino nariñense al igual que su madre.

                                                                                                                                No ad for you

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