De Mariquita a Pereira: el pelotón es una tempestad y prepara la gran batalla
El Clásico RCN se prepara para la etapa reina. La competencia se definirá en la alta montaña y la contrarreloj. La bitácora de la carrera.
Fernando Camilo Garzón
Pereira, 26 de octubre, noche.
En el Alto de la Línea se ven muchos ciclistas descolgados. Cada par de kilómetros, a la vera del camino, aparece en la cima de la montaña algún aficionado que va marcando el rumbo del pelotón, que pasará en minutos, arrasando como una tempestad todo lo que vea por delante.
Mire nuestro especial: ¿A qué jugamos?: La identidad del fútbol colombiano
Hay uno en especial, camiseta blanca y rayas arcoíris, que se emociona cuando ve a la caravana. Y tras el paso de los carros de prensa y los de los equipos, con las ciclas pegadas en los techos, se ilusiona a sí mismo imaginando que él también es parte de la carrera. Y no piensa que en unos minutos, cuando pasé la barahúnda del pelotón, él será un descolgado más, escalando la montaña. Al contrario, se imagina que lidera la fuga y qué va a dar el golpe llegando a Pereira. Que celebrará, brazos arriba entrando por la plaza central, su victoria en la quinta etapa del Clásico RCN. Se ilusiona, le quitará la camiseta de líder a Aldemar Reyes.
Se da ánimos y pega un grito —más interno que otra cosa, pues necesita guardar fuerza para los kilómetros que le quedan. Intensifica el pedaleo cuando lo deja atrás la caravana. Puede lograr la hazaña, lo siente en las piernas. Sin embargo, en el momento menos pensado, se da cuenta, ya lo pasó el pelotón de la carrera. Tan rápido van ellos, que en su estela solo dejan más ciclistas descolgados, rendidos ante la magnificencia de la escalada.
En ese pelotón viajan Dubán Bobadilla y Edgar Pinzón, los dos que disputaron la victoria en el puerto de montaña en el Alto de la Línea, con victoria para el corredor del equipo colombo costarricense Herrera Sport 7C Nativos.
También viajan ahí Adrián Bustamante, que más adelante ganó la quinta etapa con embalaje en Pereira, y Aldemar Reyes, líder de la carrera tras su triunfo en el día anterior en Juntas, corregimiento tolimense a unos kilómetros de Ibagué, enclavado entre las montañas, abajo en la orilla del río, en el mero ascenso a las laderas que miran sus casas desde arriba como testigos.
Ahí, Aldemar Reyes volvió a vestirse de líder. Como lo hizo en la segunda etapa, el boyacense atacó al pelotón a unos metros de la meta en la última subida y demostró que es el corredor más llamativo de las primeras etapas del Clásico RCN. El protagonista antes de los días definitivos en los que, en teoría, deben salir los favoritos. Sin embargo, su trabajo en el arranque lo ha puesto en la baraja junto a los demás candidatos como Fabio Duarte, Rodrigo Contreras y el pelado Edgar Pinzón. Dicen en los corrillos de prensa de la caravana que en esos cuatro nombres está el campeón
Mire: Edgar Pinzón, el fenómeno que despertó en el Clásico RCN 2022
La montaña empieza a definir la carrera y la llegada a Manizales será clave para dilucidar al campeón de la contienda. Si no, será la contrarreloj la que dicte sentencia. El campeón, no obstante, puede estar en la subida de la etapa seis y por eso las inclinaciones se llevan los focos en la sexta etapa. Hay expectativa.
La montaña habla, es majestuosa. Pero, cuando el pelotón pasa, tempestuoso, es difícil ver el paisaje. El pelotón embiste, es una estampida. Y la velocidad que imprime el grupo, apenas permite retener ráfagas del recorrido que va haciendo la caravana.
Por ejemplo, un día antes de la Línea, en el camino entre Mariquita e Ibagué el Clásico RCN pasó por Armero. Las bicicletas, en segundos, dejaron atrás las casas destruidas de las que se apoderó la selva. Los escombros de construcciones que parecen cementerios de almas a la orilla de la carretera.
Fue un paso fugaz, pero ver de nuevo a Armero, o imaginarse más bien lo que era antes, trae memorias. Como la vez que, dos meses antes de que la avalancha se llevará al pueblo, por esas tierras pasó una Vuelta de la Juventud. Un periodista echa el cuento. Esa vez, un colega, que le gustaba vestirse de muchos colores, decidió combinar una bermuda morada con una camisa rosada. Y al pasar por el centro de Armero, lleno a reventar por la llegada de los ciclistas, en el barullo se oyó un chiflido. Uno se volvieron cientos. Y empezaron las burlas, los comentarios homófobos. Cólera. Rojo de la rabia, y de la vergüenza, el periodista les lanzó un grito —al final una maldición—, “¡ojalá se mueran todos!”.
Cuenta el periodista: “El día que sucedió el desastre, a las nueve de la mañana, me llamó. No paraba de llorar, se culpaba. Tanto, pero tanto, que se vino de voluntario a buscar a los muertos y los desaparecidos entre los escombros”.
Toda la gente que conocieron en ese viaje murió. La señora que los recibió en el hotel, las amigas que conocieron en una tienda, los niños que jugaban en el parque y los que chiflaron al periodista. La gente que recibió a los ciclistas desapareció con el desastre. Pasado el trasegar del pelotón, dos meses después, Armero fue sepultado.
¿Esperando el Mundial de Catar 2022? Toda la información en un solo lugar, encuéntrela aquí
Hoy, se ven las ruinas. La naturaleza recobró por la fuerza lo que el humano tomó por voluntad, como la verdadera tempestad, como el pelotón que avanza sin pausa con el horizonte claro de llegar a la meta. Lo que queda atrás no importa.
En Ibagué fuimos finalistas del mundo
El carro avanzaba lento mientras salía de Ibagué. Tras el paso por Mariquita, Armero y la llegada a Juntas, el Clásico RCN 2022 se devolvió a la capital del Tolima para salir camino a Pereira. Y colgado de la ventana de la van iba un policía, paso lento siguiendo el del vehículo. Miraba en un celular que llevaba el copiloto del vehículo los penaltis de la semifinal del Mundial femenino sub-17: Colombia vs. Nigeria.
Durante la presentación de los equipos de la etapa, la atención de la caravana estaba en el partido. El final de los primeros 90 minutos (0-0) coincidió con la salida de la etapa, y el policía que miraba la definición se perdió el penalti decisivo que le dio a la selección femenina el paso a la final de la Copa del Mundo, pues desde atrás empezaron a pitar, ya salían los ciclistas.
Mire: El triunfo y la gloria de la selección Colombia sub-17
Casi que se escuchó el grito, “lo tapó, lo tapó”, y atrás los ciclistas ya estaban listos en la salida. El pelotón dejó atrás Ibagué y se encaminó a la Línea. En lo alto, se atravesó una vaca, la niebla dibujó las curvas en la cima y los árboles pintaron pequeños lunares morados de una fruta que nadie supo definir, pero que rompía el verde absoluto que se observaba allá arriba en la montaña.
En la etapa de la línea ganó de nuevo Adrián Bustamante, pero la promesa de la gran guerra por el título se aplazó para este jueves. Todo está dispuesto para la salida en Pereira y hay tensión. ¿De Risaralda sale esta mañana el nuevo campeón del Clásico RCN? ¿Será? Hay dudas, porque puede pasar que salga de Chinchiná en la séptima fracción. Lo cierto es que, esta noche, en los hoteles alguno, el valiente que encenderá la candela en Manizales durmió pensando en que mañana será el día para dar el golpe. Uno o varios, eso lo definirá la tempestad del pelotón.
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Pereira, 26 de octubre, noche.
En el Alto de la Línea se ven muchos ciclistas descolgados. Cada par de kilómetros, a la vera del camino, aparece en la cima de la montaña algún aficionado que va marcando el rumbo del pelotón, que pasará en minutos, arrasando como una tempestad todo lo que vea por delante.
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Hay uno en especial, camiseta blanca y rayas arcoíris, que se emociona cuando ve a la caravana. Y tras el paso de los carros de prensa y los de los equipos, con las ciclas pegadas en los techos, se ilusiona a sí mismo imaginando que él también es parte de la carrera. Y no piensa que en unos minutos, cuando pasé la barahúnda del pelotón, él será un descolgado más, escalando la montaña. Al contrario, se imagina que lidera la fuga y qué va a dar el golpe llegando a Pereira. Que celebrará, brazos arriba entrando por la plaza central, su victoria en la quinta etapa del Clásico RCN. Se ilusiona, le quitará la camiseta de líder a Aldemar Reyes.
Se da ánimos y pega un grito —más interno que otra cosa, pues necesita guardar fuerza para los kilómetros que le quedan. Intensifica el pedaleo cuando lo deja atrás la caravana. Puede lograr la hazaña, lo siente en las piernas. Sin embargo, en el momento menos pensado, se da cuenta, ya lo pasó el pelotón de la carrera. Tan rápido van ellos, que en su estela solo dejan más ciclistas descolgados, rendidos ante la magnificencia de la escalada.
En ese pelotón viajan Dubán Bobadilla y Edgar Pinzón, los dos que disputaron la victoria en el puerto de montaña en el Alto de la Línea, con victoria para el corredor del equipo colombo costarricense Herrera Sport 7C Nativos.
También viajan ahí Adrián Bustamante, que más adelante ganó la quinta etapa con embalaje en Pereira, y Aldemar Reyes, líder de la carrera tras su triunfo en el día anterior en Juntas, corregimiento tolimense a unos kilómetros de Ibagué, enclavado entre las montañas, abajo en la orilla del río, en el mero ascenso a las laderas que miran sus casas desde arriba como testigos.
Ahí, Aldemar Reyes volvió a vestirse de líder. Como lo hizo en la segunda etapa, el boyacense atacó al pelotón a unos metros de la meta en la última subida y demostró que es el corredor más llamativo de las primeras etapas del Clásico RCN. El protagonista antes de los días definitivos en los que, en teoría, deben salir los favoritos. Sin embargo, su trabajo en el arranque lo ha puesto en la baraja junto a los demás candidatos como Fabio Duarte, Rodrigo Contreras y el pelado Edgar Pinzón. Dicen en los corrillos de prensa de la caravana que en esos cuatro nombres está el campeón
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La montaña empieza a definir la carrera y la llegada a Manizales será clave para dilucidar al campeón de la contienda. Si no, será la contrarreloj la que dicte sentencia. El campeón, no obstante, puede estar en la subida de la etapa seis y por eso las inclinaciones se llevan los focos en la sexta etapa. Hay expectativa.
La montaña habla, es majestuosa. Pero, cuando el pelotón pasa, tempestuoso, es difícil ver el paisaje. El pelotón embiste, es una estampida. Y la velocidad que imprime el grupo, apenas permite retener ráfagas del recorrido que va haciendo la caravana.
Por ejemplo, un día antes de la Línea, en el camino entre Mariquita e Ibagué el Clásico RCN pasó por Armero. Las bicicletas, en segundos, dejaron atrás las casas destruidas de las que se apoderó la selva. Los escombros de construcciones que parecen cementerios de almas a la orilla de la carretera.
Fue un paso fugaz, pero ver de nuevo a Armero, o imaginarse más bien lo que era antes, trae memorias. Como la vez que, dos meses antes de que la avalancha se llevará al pueblo, por esas tierras pasó una Vuelta de la Juventud. Un periodista echa el cuento. Esa vez, un colega, que le gustaba vestirse de muchos colores, decidió combinar una bermuda morada con una camisa rosada. Y al pasar por el centro de Armero, lleno a reventar por la llegada de los ciclistas, en el barullo se oyó un chiflido. Uno se volvieron cientos. Y empezaron las burlas, los comentarios homófobos. Cólera. Rojo de la rabia, y de la vergüenza, el periodista les lanzó un grito —al final una maldición—, “¡ojalá se mueran todos!”.
Cuenta el periodista: “El día que sucedió el desastre, a las nueve de la mañana, me llamó. No paraba de llorar, se culpaba. Tanto, pero tanto, que se vino de voluntario a buscar a los muertos y los desaparecidos entre los escombros”.
Toda la gente que conocieron en ese viaje murió. La señora que los recibió en el hotel, las amigas que conocieron en una tienda, los niños que jugaban en el parque y los que chiflaron al periodista. La gente que recibió a los ciclistas desapareció con el desastre. Pasado el trasegar del pelotón, dos meses después, Armero fue sepultado.
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Hoy, se ven las ruinas. La naturaleza recobró por la fuerza lo que el humano tomó por voluntad, como la verdadera tempestad, como el pelotón que avanza sin pausa con el horizonte claro de llegar a la meta. Lo que queda atrás no importa.
En Ibagué fuimos finalistas del mundo
El carro avanzaba lento mientras salía de Ibagué. Tras el paso por Mariquita, Armero y la llegada a Juntas, el Clásico RCN 2022 se devolvió a la capital del Tolima para salir camino a Pereira. Y colgado de la ventana de la van iba un policía, paso lento siguiendo el del vehículo. Miraba en un celular que llevaba el copiloto del vehículo los penaltis de la semifinal del Mundial femenino sub-17: Colombia vs. Nigeria.
Durante la presentación de los equipos de la etapa, la atención de la caravana estaba en el partido. El final de los primeros 90 minutos (0-0) coincidió con la salida de la etapa, y el policía que miraba la definición se perdió el penalti decisivo que le dio a la selección femenina el paso a la final de la Copa del Mundo, pues desde atrás empezaron a pitar, ya salían los ciclistas.
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Casi que se escuchó el grito, “lo tapó, lo tapó”, y atrás los ciclistas ya estaban listos en la salida. El pelotón dejó atrás Ibagué y se encaminó a la Línea. En lo alto, se atravesó una vaca, la niebla dibujó las curvas en la cima y los árboles pintaron pequeños lunares morados de una fruta que nadie supo definir, pero que rompía el verde absoluto que se observaba allá arriba en la montaña.
En la etapa de la línea ganó de nuevo Adrián Bustamante, pero la promesa de la gran guerra por el título se aplazó para este jueves. Todo está dispuesto para la salida en Pereira y hay tensión. ¿De Risaralda sale esta mañana el nuevo campeón del Clásico RCN? ¿Será? Hay dudas, porque puede pasar que salga de Chinchiná en la séptima fracción. Lo cierto es que, esta noche, en los hoteles alguno, el valiente que encenderá la candela en Manizales durmió pensando en que mañana será el día para dar el golpe. Uno o varios, eso lo definirá la tempestad del pelotón.
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