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A sus 25 años, la relación de Brayan Chaves con el ciclismo ha pasado por muchas etapas. Primero, desde sus 13 o 14 años, estuvo sujeto a planes de entrenamiento, pulsómetros, medidores de potencia, datos y las expectativas certeras que pesan sobre cada niño que quiere dedicarse a ser ciclista en el país de los escarabajos. “Cuando lo dejé tenía mucha presión, eso desencadenó muchas cosas sobre cómo yo estaba viviendo por la presión de obtener un resultado. Llegó el punto de tener que trabajar con psicólogos y demás para salir adelante”, cuenta Brayan.
A partir de ahí cambió todo, pero jamás dejó la bicicleta. Hoy está completamente alejado de la actividad profesional. Trabaja como guía turístico de recorridos en bicicleta por el país al mismo tiempo que gestiona la fundación benéfica que lleva el nombre de su hermano. Y es que no solo comparten los apellidos, sino también el mismo gesto en la sonrisa. Brayan es hermano de Esteban Chaves Rubio, podio en el Giro de Italia y la Vuelta a España en 2016.
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Los dos hermanos crearon la Fundación Esteban Chaves y con ella han recorrido Santander, Antioquia, Boyacá, Huila y Cundinamarca en la labor de acercar la infancia del país más necesitada al ciclismo. Dentro de las gestiones de la Fundación apareció la oportunidad de llevar el programa Fun box a Carazua, Punta Espada, en la Alta Guajira, a 1.210 kilómetros de Tenjo, donde vive Brayan. Con este programa, los Chaves le dan una segunda oportunidad a indumentaria deportiva que reciben en donación para dotar a escuelas de ciclismo en el país. Con la ocasión de llevar el programa, a Brayan le dio un chispazo de locura y de valentía. Creó una campaña en la plataforma para donaciones Vaki y se propuso partir desde Tenjo hasta Riohacha en un solo envión.
“En esta oportunidad estableceré la marca en la distancia entre Bogotá y Riohacha autoasistido, nunca hecho en Colombia. Haré paradas para abastecerme por agua, comida y alguna siesta en el recorrido. Esto lo haré con la idea de recolectar fondos para la Fundación Esteban Chaves”. Así anunciaba en Vaki la gesta que quería hacer.
“Abramos una campaña de recolección de fondos para que la gente sepa lo que estamos haciendo, contándole también. Los invitamos a que sean partícipes para poder extender este programa en todo el territorio colombiano. Entonces yo dije, pues hagámoslo en bicicleta y para que la gente ponga los ojos en esto. Hagámoslo de manera épica, algo que no se haya hecho en el país”, le dice a El Espectador. Medir la magnitud de hacer más de 1.000 kilómetros sobre la bicicleta, en un país montañoso como Colombia, solo se dimensiona habiendo montado alguna vez en un trazado de ruta.
Más que un acto de valentía, era una locura, sobre todo cuando la distancia más larga que había hecho Chaves era de 240 kilómetros en sus épocas como profesional. Pese a la convicción de Brayan, las dudas no dejaban de pesar sobre la gesta. Mateo Rueda, del colectivo de fotógrafos La Vuelta es Así, que acompañó a Chaves y documentó el paso a paso, incluso le manifestó al ciclista su incredulidad.
“A pesar de que lo apoyamos con toda, desde el minuto uno creo que dudamos de él y se lo dijimos. El man nunca había hecho más de 240 kms. y por más élite que sea, siempre tuvimos la duda por ahí sonando. Nos calló a todos, pero hubo muchos momentos en que pensé que se nos iba a subir al carro”, cuenta.
Tal vez fue producto de la deshidratación o del convencimiento que tenía Brayan, pero su mente fue absorbida con el paso de los kilómetros y se perdió en cada pedalazo que iba dando, entró en un trance del cual hasta el sol de hoy sigue sin salir del todo. Los recuerdos llegan poco a poco a su cabeza. “Digamos que no siento parte de la mano, hay unas partes del pie que no siento, perdí la sensibilidad. El sueño se me vio afectado, apenas ayer pude dormir más de cinco horas seguidas”, dice Brayan.
Primero fue una salida desde el peaje de Siberia, a las afueras de Bogotá, donde a pesar de que amigos y conocidos le habían prometido ir a acompañarlo, no había nadie. “Mi compañero y yo nos miramos y dijimos ‘Se le fue el amor a este man al carajo’. Empezó a llover, todo el ambiente era muy triste, muy gris. La naturaleza nos estaba preparando para lo que venía”, cuenta Mateo.
Después comenzaron a venir los kilómetros. La mente de Brayan era una con su bicicleta y su cuerpo solo podía producir pedalazos y él se sentía invencible, sentía que podía pasar el resto de su vida sobre esa bicicleta pedaleando, lo estaba disfrutando. Tras la primera noche apareció un enemigo inadvertido, el sol con sus altas temperaturas. La invencibilidad comenzaba a transformarse en fatiga, las temperaturas mientras cruzaba el Magdalena marcaban hasta 48° Celsius y la resistencia de su cuerpo comenzaba a ponerse a prueba.
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Sus recuerdos le muestran historias borrosas persiguiendo motos o tratando de hablar con los lugareños para mantenerse cuerdo, mientras que su cuerpo se desconectaba un poco de la realidad. La luna y las estrellas se le hacían tan cercanas que sentía que podía tocarlas; los sonidos de perros, culebras y gatos los escuchaba como si los tuviera en unos audífonos. “Eso me asustaba un poco, pero igual lo disfrutaba”, continúa.
“Él entró a una tienda en la noche y se equivocó de líquido, tomó un envase de suero costeño y se lo mandó sin pensar, creyendo que era leche, casi se vomita. Estaba disvariando”, cuenta Mateo. Tras 24 horas su cuerpo se comenzó a transformar. Detrás de la sonrisa, su cara y su torso comenzaron a hincharse, estaba reteniendo líquidos. Cuando desde el carro acompañante Mateo sintió que las fuerzas de Brayan comenzaban a flaquear, sacó el mejor potenciador que pudo haber encontrado: un video de sus familiares dándole moral, incluido su hermano Esteban, que corría la Vuelta a España y no la estaba pasando bien.
“Tienes una cara de sufrimiento tesa. Que sigas luchando y sigas pedaleando es increíble. Estoy a punto de tirar la toalla acá. Luego empezaste a hacer esto y me inspiraste a mí, voy a dar todo para terminar”, le decía Esteban. “Inspirar a tantas personas es muy bonito y en ese momento físicamente no podía llorar, pero sí pensé ‘eso que estoy haciendo es realmente muy intenso, huevón’, me llenó de valor”, relata Brayan.
Para el final del recorrido sus gafas se habían perdido en el camino, de retener líquidos pasó a sudar en exceso y la irritación le cegó un ojo. Su bicicleta llevaba unos siete kilómetros pinchada al arribar a Riohacha. Allí se bajó y con la poca cordura que lo acompañaba entregó unos cinco minutos de declaraciones de las cuales no recuerda haber pronunciado la mitad. Había establecido la marca de ultraciclismo más grande en Colombia con 1.017 kilómetros recorridos en más de 44 horas totales de trayectoria y, sin embargo, se embarcó en otro viaje, pero en carro, en el que tras 16 horas llegó a su destino final en Carazua.
La indumentaria que entregó con la fundación serviría para acompañar una donación alterna de bicicletas energéticas que permiten a niños recoger energía en su bicicleta en trayectos de dos y hasta tres horas diarias para ir a estudiar. Esa misma energía sirve para iluminar sus casas en lugares donde no llega el abastecimiento eléctrico de la Costa Caribe. Por ahora, la colecta en internet ha conseguido 13′710.000 pesos y seguirá abierta hasta el 2 de octubre.
Súmese a la campaña en el siguiente enlace: https://vaki.co/es/vaki/9fDqF8NTKPkvOXrcGWF7.
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