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Didier Merchán: La infancia y los recuerdos que evoca la montaña

El corredor de 22 años se llevó el campeonato de la Vuelta a Antioquia 2021, el primer título de su carrera. Escalador nato, el tolimense está listo para competir desde la próxima temporada en Italia.

Fernando Camilo Garzón Gómez - Desde Medellín, Antioquia
27 de septiembre de 2021 - 12:07 a. m.
Didier Merchán con la camiseta verde que identifica al lider de la clasificación general de la Vuelta a Antioquia (@andersonbonilla).
Didier Merchán con la camiseta verde que identifica al lider de la clasificación general de la Vuelta a Antioquia (@andersonbonilla).
Foto: Crédito: Liga de Antioquia @andersonbonilla
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Sara tiene seis años. Observa a Didier Merchán desde una valla mientras lo entrevistan los medios de comunicación. Espera su momento. En la mano tiene un cartón con el logo de uno de los patrocinadores de la carrera. Dice que no sabe de ciclismo y que, en realidad, no le gusta, pero que su papá le dijo que le pidiera una firma a ese ciclista porque después iba a triunfar afuera, en Europa.

Llega el momento. Sara aprovecha un descuido en la zona de prensa, un bache entre las rejas, para saltarse el filtro y correr a pedirle a Merchán su firma, antes de que la descubran. Tras ella llegan más niños, que aprovechan el hueco que ella vio.

“No estoy acostumbrado”, dice el corredor del equipo Colombia Tierra de atletas cuando los niños se marchan felices y mirando el autógrafo como un premio. Merchán se sonroja y mira para otro lado. Es tímido. Cuando le da pena, se rie de forma medida. Por eso sonríe todo el tiempo. Es amable. Le gusta hablar, pero para responder una pregunta prefiere mirar al piso, o a cualquier otra parte, antes que a los ojos.

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Tiene 22 años, es oriundo de Líbano, Tolima, y este domingo confirmó el primer título de su carrera, el campeonato de la Vuelta a Antioquia.

Dos días antes, cuando el pelotón, en la etapa reina, transitó los caminos de Santa Rosa de Osos y subió hasta la cima del Alto de Ventanas, Merchán atacó, acompañado de su tocayo Didier Chaparro, y sentenció la carrera. Lo hizo en la montaña, el lugar en el que se siente más cómodo, el paisaje que lo lleva a sus años de infancia.

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Su familia es campesina. En su hogar no se hablaba mucho de ciclismo. “Estábamos lejos de la ciudad, de la sociedad”, dice. No le prestaban atención ni a las redes sociales, ni a la televisión, ni a las noticias. Su vida era el campo.

La bicicleta llegó de golpe, en una tarde en la que aprendió a montar con sus amigos en el pueblo. Tenía cinco años y fue un flechazo. Su papá lo apoyó y cuando tenía siete le regaló su primera bicicleta de ruta. Y en las montañas de Líbano, rodando, acompañado por su padre, Merchán encontró la paz, la alegría.

Su talento lo llevó hasta el profesor Luis Alfonso Cely cuando en su segundo año como juvenil ganó la segunda clásica de su carrera y el actual entrenador en el equipo Colombia Tierra de atletas se lo llevó para su equipo.

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El trabajo ha sido arduo. Según Cely, lo que más ha tenido que trabajar con el corredor tolimense es su descenso en la montaña. “Siempre le digo que tiene que ser más tranquilo, que tiene que tener más solidez. Afortunadamente, creo que hemos hecho un buen trabajo y lo demostró en esta Vuelta a Antioqua. Eso sí, para mejorar definitivamente tiene que ir a entrenar con los europeos”, advierte.

Y así lo hará. En la próxima temporada, Merchán se irá para Italia para correr con Androni, el equipo con el que Egan Bernal inició su carrera en Europa. Será un sueño para el joven pedalista tolimense, que anhela llegar al World Tour en los próximos años para hacerse notar, para dejar un legado.

Merchán vive el presente. No revela sus anhelos, pero confiesa que ya cumplió tres de sus grandes objetivos: correr en un equipo profesional, competir en Europa y ganar una carrera. Lo que viene se lo guarda.

Este domingo tachó el último ítem de esa primera lista. En la montaña, su remanso, había asegurado prácticamente el título. No obstante, en la última etapa, una jornada que supuestamente iba a ser trámite, los nervios estaban. No conocía el circuito y cualquier caída podía poner en riesgo el botín. Antes de la salida, en La Ceja, subió y bajó en su bicicleta la loma del parque principal como cinco veces. Un compañero se le acercó y lo tranquilizó: “Vamos a rodar, vamos a rodar. Nosotros lo cuidamos”.

Pero, los nervios fueron una premonición, la etapa fue un caos. A cinco kilómetros de la partida, una caída masiva sacó de competencia a 30 corredores. Y eso solo fue un preludio.

“Todos querían ir rápido, en punta, y el circuito no ayudaba. Era estresante, tenía muchos nervios”, confesó Merchán después de la jornada, que ni siquiera se pudo terminar porque la suspendieron cuando Alexander Gil, el campeón en 2020, se chocó de frente contra un ciclista aficionado que se le atravesó al pelotón cuando el corredor del equipo del Orgullo Paisa intentó hacer un relevo.

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En la meta, suspendida la jornada, se formó un caos. Los ciclistas le contaban lo sucedido a los periodistas y lo hablaban entre ellos. Escenas de terror, relataban, con Gil medio moribundo en el suelo y escupiendo sangre por su boca. Su bicicleta, partida en dos por el impacto. Los comisarios y dirigentes de la carrera debatían con los directores deportivos si la carrera debía suspenderse con las clasificaciones que se habían registrado en la etapa cuatro. Así se definió la carrera.

Externo a todo, como ido de sí, estaba Merchán, que había ganado su primera carrera en medio de un contexto atípico. “Estoy un poco triste por lo que le pasó a Gil y tengo nervios. Nunca había estado en una carrera en la que pasara esto. Por la imprudencia de una persona es increíble que alguien nos pueda quitar así la carrera, o la vida”.

El semblante le cambia cuando le hacen recordar la montaña, en cambio. Su infancia o el lugar del que viene, en definitiva. Y al hablar de su campeonato, reconoce que, a pesar de la desazón por la forma en que se acabó la carrera, logró cumplir uno de los sueños que han impulsado su vida.

No por ello, deja de pensar en su futuro, en la presión, en los retos y en los sueños. Unos minutos antes de que ocurriera la escena del autógrafo a Sara en el final de la etapa cuatro, Didier Merchán se disculpó con sus compañeros por haberlos gritado en el descenso más difícil de todo el recorrido, ese que llaman ‘Matasanos’.

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“Perdónenme, pero es que no quería que se nos fueran. Estaba nervioso porque sentía que íbamos a perderlos”, les explica. Ellos se ríen, le toman del pelo y le restan importancia. Merchán es joven, le queda camino.

Antes de subir al podio, a que lo vistieran con la camiseta verde de líder, el campeón de la Vuelta a Antioquia hablaba con Darwin Atapuma, su compañero de escuadra, en la carpa en la que descansaba el equipo. “Has corrido tres carreras y has ganado una”, le dice el puma. “Nada mal”, le recalca. Didier lo mira, pero no dice nada. Vuelve en sí y gira la cabeza. Observa al suelo y en silencio vuelve a pensar en la montaña para encontrar un poco de calma, de paz. Para recordar los años felices de infancia, la añoranza que impulsa su ambición de triunfar en Europa montado en su bicicleta.

Por Fernando Camilo Garzón Gómez - Desde Medellín, Antioquia

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