Dubán Bobadilla: “El ciclismo necesita dar más espectáculo para que no lo olviden”
El corredor bogotano demostró categoría en Manizales y ganó la sexta etapa del Clásico RCN. Entrevista con el líder absoluto de la clasificación de la montaña.
Fernando Camilo Garzón
Dubán Bobadilla camina sonriendo. A cada paso, más parece que se le extienden las comisuras de la boca. El único momento en el que no sonríe es cuando está en la bicicleta. Sin embargo, ahí también aprieta dientes, con la expresión abierta de par en par. No sufre porque le apasiona. Especialmente cuando el camino va para arriba, no lo para nadie. Y los que lo siguen se cansan de aguantarle el ritmo.
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En el corrillo de la caravana del Clásico RCN, el pedalista del Team Herrera Sport-7c Economy-Nativos era candidato fijo para ganar la etapa reina. “Si alguno de los que quiere mover la general quiere atacar hoy, tiene que seguirle la rueda a Bobadilla”, decían los expertos. En el runrún, Bobadilla era amplio favorito.
Él, la misma sonrisa. Ni la presión le quitaba el gesto. Menos la ambición y antes de que saliera el pelotón desde Pereira con rumbo a Manizales, el pedalista prometió lograr la victoria de etapa que le había sido tan esquiva este año en el Clásico, por detalles, eso sí, más no por falta de esfuerzo.
Mire: Dubán Bobadilla cumplió su promesa y ganó la etapa reina del Clásico RCN
Ya se había metido dos veces en el podio, pero especialmente en la tercera etapa fue dolorosa la derrota porque su ataque produjo una escapada de varios kilómetros que terminó siendo insuficiente. En los ascensos no lo para nadie, pero cuando el terreno se vuelve llano es otra la historia. Aprendió y tomó nota: no había que atacar con tanta distancia. Paciencia, el golpe se da en el momento justo. Hay que esperar escuchar al pelotón, frenar los impulsos.
Así fue este jueves, Bobadilla estaba alerta. Respondió a los primeros ataques de los favoritos, una vez se controlaron las fugas. A rueda siempre de los “candidatos”, no perdió la figura cuando Fabio Darte lanzó el primer sablazo, tampoco cuando lo intentó Edgar Pinzón. Se fueron dos en una escapada arriesgada y ni por eso se mandó antes de tiempo. A falta de cinco kilómetros, en la subida fuera de categoría en el alto de Chipre en Manizales, olió sangre y fue por lo que había prometido.
“Esa era la idea, aguantar lo que más se pudiera el desgaste del pelotón. Tenía que ser inteligente y hacer un ataque contundente en el momento oportuno para buscar la victoria. Menos mal, tenía las fuerzas suficientes, porque no me había guardado nada”, explicó el corredor en la meta.
Dubán Bobadilla no entiende el ciclismo si no es “dando leña”. Unas horas antes de que la etapa saliera de Pereira, el ciclista le dijo a El Espectador: “Me gusta atacar todos los días. Busco ser protagonista de la carrera para que la gente se motive. El mundo se está olvidando del ciclismo y necesita espectáculo para motivar al público a seguirnos, a qué nos den ánimo y salgan a la carretera”.
Esa fascinación por la explosividad en la montaña la aprendió desde niño, cuando veía en el televisor de su casa a Alberto Contador quemar rivales en el Tour de Francia. Ese, y Alejandro Valverde, eran sus referentes en los arreboles de su carrera. Después, lo inspiró ver la conquista en Europa de Nairo Quintana y Egan Bernal, así que rodando en la bicicleta llegó la aspiración de ser protagonista algún día de la Vuelta a Colombia o el Clásico RCN.
Más: Sexta etapa del Clásico RCN: así quedó la clasificación general
Tiene 24 y desde hace un par de años su nombre empezó a sonar con fuerza en el pelotón nacional. En la última edición, ya se había impuesto en la fracción más difícil del Clásico. Y en esta oportunidad buscaba repetir la hazaña. Por eso, fue por la etapa desde el primer día, más allá de que la sexta jornada tenía un rótulo reservado para su nombre. Era un secreto a voces que al líder de la montaña en el Clásico nadie lo iba a bajar del trono en Manizales.
Dubán Bobadilla es menudo y en la bicicleta se ve todavía más pequeño, como los grandes escaladores de otros tiempos. Tiene una figura rígida en el pedaleo y es tan sólido cuando el terreno va para arriba que apenas se mueve del cuadro. Parece que gasta lo menos cuando en realidad se impulsa como una locomotora.
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Así iba este jueves. Avasallador, pasando rivales y sin mirar prácticamente para atrás. En el compás de la carretera, él marcaba cada corchea. No necesitó ayuda, gregario u otro director de orquesta. Solista se fue por la victoria.
En la cima, tras el desgaste del pedaleo, veía las figuras de su familia. Especialmente de su novia, que siempre lo apoyo y le dijo que no desfalleciera cuando a veces la cabeza pedía rendirse y no dar más. Había que seguir para cumplir el sueño de aquel niño que nació en el barrio de la Victoria en Bogotá y creció enamorado de la bicicleta después de que una tarde llegó con un amigo al velódromo 20 de julio y empezó a entrenarse. Nunca frenó desde entonces.
“Esta victoria pagó el esfuerzo. Tanto pedalear, tanto entrenar. Ir al límite y muchas veces sacar fuerzas de donde no había, son sacrificios que valen la pena cuando suceden estas victorias”, aseguró el pedalista.
En la meta extendió los brazos, en agradecimiento, a los que siempre lo han acompañado en el camino. Abrió los brazos, casi que ceremonialmente, e hizo una pequeña reverencia, rígido en su bicicleta. Y una vez puso sus pies en la tierra, seguía sin perder la sonrisa y seguía agradeciendo a todos los que le expresaban su admiración. Ni siquiera en el podio, cuando lo vistieron con la camiseta del ganador de la jornada y no pudo contener el llanto, se le fue la risa del rostro.
— ¿Por qué siempre esa sonrisa, Dubán?
— Porque estoy en el ciclismo para ser feliz —para un momento y piensa de nuevo su respuesta, no cambia el gesto— uno nunca sabe dónde va a estar mañana y el ciclismo no es para sufrir. ¡La bicicleta hay que gozarla!
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Dubán Bobadilla camina sonriendo. A cada paso, más parece que se le extienden las comisuras de la boca. El único momento en el que no sonríe es cuando está en la bicicleta. Sin embargo, ahí también aprieta dientes, con la expresión abierta de par en par. No sufre porque le apasiona. Especialmente cuando el camino va para arriba, no lo para nadie. Y los que lo siguen se cansan de aguantarle el ritmo.
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En el corrillo de la caravana del Clásico RCN, el pedalista del Team Herrera Sport-7c Economy-Nativos era candidato fijo para ganar la etapa reina. “Si alguno de los que quiere mover la general quiere atacar hoy, tiene que seguirle la rueda a Bobadilla”, decían los expertos. En el runrún, Bobadilla era amplio favorito.
Él, la misma sonrisa. Ni la presión le quitaba el gesto. Menos la ambición y antes de que saliera el pelotón desde Pereira con rumbo a Manizales, el pedalista prometió lograr la victoria de etapa que le había sido tan esquiva este año en el Clásico, por detalles, eso sí, más no por falta de esfuerzo.
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Ya se había metido dos veces en el podio, pero especialmente en la tercera etapa fue dolorosa la derrota porque su ataque produjo una escapada de varios kilómetros que terminó siendo insuficiente. En los ascensos no lo para nadie, pero cuando el terreno se vuelve llano es otra la historia. Aprendió y tomó nota: no había que atacar con tanta distancia. Paciencia, el golpe se da en el momento justo. Hay que esperar escuchar al pelotón, frenar los impulsos.
Así fue este jueves, Bobadilla estaba alerta. Respondió a los primeros ataques de los favoritos, una vez se controlaron las fugas. A rueda siempre de los “candidatos”, no perdió la figura cuando Fabio Darte lanzó el primer sablazo, tampoco cuando lo intentó Edgar Pinzón. Se fueron dos en una escapada arriesgada y ni por eso se mandó antes de tiempo. A falta de cinco kilómetros, en la subida fuera de categoría en el alto de Chipre en Manizales, olió sangre y fue por lo que había prometido.
“Esa era la idea, aguantar lo que más se pudiera el desgaste del pelotón. Tenía que ser inteligente y hacer un ataque contundente en el momento oportuno para buscar la victoria. Menos mal, tenía las fuerzas suficientes, porque no me había guardado nada”, explicó el corredor en la meta.
Dubán Bobadilla no entiende el ciclismo si no es “dando leña”. Unas horas antes de que la etapa saliera de Pereira, el ciclista le dijo a El Espectador: “Me gusta atacar todos los días. Busco ser protagonista de la carrera para que la gente se motive. El mundo se está olvidando del ciclismo y necesita espectáculo para motivar al público a seguirnos, a qué nos den ánimo y salgan a la carretera”.
Esa fascinación por la explosividad en la montaña la aprendió desde niño, cuando veía en el televisor de su casa a Alberto Contador quemar rivales en el Tour de Francia. Ese, y Alejandro Valverde, eran sus referentes en los arreboles de su carrera. Después, lo inspiró ver la conquista en Europa de Nairo Quintana y Egan Bernal, así que rodando en la bicicleta llegó la aspiración de ser protagonista algún día de la Vuelta a Colombia o el Clásico RCN.
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Tiene 24 y desde hace un par de años su nombre empezó a sonar con fuerza en el pelotón nacional. En la última edición, ya se había impuesto en la fracción más difícil del Clásico. Y en esta oportunidad buscaba repetir la hazaña. Por eso, fue por la etapa desde el primer día, más allá de que la sexta jornada tenía un rótulo reservado para su nombre. Era un secreto a voces que al líder de la montaña en el Clásico nadie lo iba a bajar del trono en Manizales.
Dubán Bobadilla es menudo y en la bicicleta se ve todavía más pequeño, como los grandes escaladores de otros tiempos. Tiene una figura rígida en el pedaleo y es tan sólido cuando el terreno va para arriba que apenas se mueve del cuadro. Parece que gasta lo menos cuando en realidad se impulsa como una locomotora.
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Así iba este jueves. Avasallador, pasando rivales y sin mirar prácticamente para atrás. En el compás de la carretera, él marcaba cada corchea. No necesitó ayuda, gregario u otro director de orquesta. Solista se fue por la victoria.
En la cima, tras el desgaste del pedaleo, veía las figuras de su familia. Especialmente de su novia, que siempre lo apoyo y le dijo que no desfalleciera cuando a veces la cabeza pedía rendirse y no dar más. Había que seguir para cumplir el sueño de aquel niño que nació en el barrio de la Victoria en Bogotá y creció enamorado de la bicicleta después de que una tarde llegó con un amigo al velódromo 20 de julio y empezó a entrenarse. Nunca frenó desde entonces.
“Esta victoria pagó el esfuerzo. Tanto pedalear, tanto entrenar. Ir al límite y muchas veces sacar fuerzas de donde no había, son sacrificios que valen la pena cuando suceden estas victorias”, aseguró el pedalista.
En la meta extendió los brazos, en agradecimiento, a los que siempre lo han acompañado en el camino. Abrió los brazos, casi que ceremonialmente, e hizo una pequeña reverencia, rígido en su bicicleta. Y una vez puso sus pies en la tierra, seguía sin perder la sonrisa y seguía agradeciendo a todos los que le expresaban su admiración. Ni siquiera en el podio, cuando lo vistieron con la camiseta del ganador de la jornada y no pudo contener el llanto, se le fue la risa del rostro.
— ¿Por qué siempre esa sonrisa, Dubán?
— Porque estoy en el ciclismo para ser feliz —para un momento y piensa de nuevo su respuesta, no cambia el gesto— uno nunca sabe dónde va a estar mañana y el ciclismo no es para sufrir. ¡La bicicleta hay que gozarla!
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