Eddy Merckx, la leyenda a la que le cuesta decir “no”
Elegido por la Unión Ciclística Internacional como el mejor del siglo XX, el Caníbal belga se comió la historia de las bielas y los pedales.
No a perder, no a rendirse, no a lo normal. Esos son los aspectos que conforman el aura de Edouard Louis Joseph Merckx, mejor conocido como Eddy Merckx, el Caníbal del ciclismo, el que se comía a los otros corredores, los que eran de este planeta. Merckx nació un 17 de junio de 1945, en Meensel-Kiezegem, perteneciente a la región de Brabante, en Bélgica. Sin embargo, la leyenda de los pedales parece que hubiera venido de otra galaxia. Lo que hizo con sus piernas, con su inteligencia, con el manubrio de sus amadas bicicletas, no tiene comparación.
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No a perder, no a rendirse, no a lo normal. Esos son los aspectos que conforman el aura de Edouard Louis Joseph Merckx, mejor conocido como Eddy Merckx, el Caníbal del ciclismo, el que se comía a los otros corredores, los que eran de este planeta. Merckx nació un 17 de junio de 1945, en Meensel-Kiezegem, perteneciente a la región de Brabante, en Bélgica. Sin embargo, la leyenda de los pedales parece que hubiera venido de otra galaxia. Lo que hizo con sus piernas, con su inteligencia, con el manubrio de sus amadas bicicletas, no tiene comparación.
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“Tuve una infancia bonita, tuve unos padres cariñosos, y muy sensibles. No éramos ricos, pero mi hermano, mi hermana y yo nunca queríamos nada. Mi padre era un hombre de gran carácter y mi madre cálida y amable. Ambos fueron unos modelos maravillosos para mí. Como les ocurre a todos los hijos, yo soy una mezcla de los dos”, reconoció en su momento el hombre que creció mientras su familia poseía una frutería en Bruselas, capital de su país, y que era el mayor de tres hermanos.
Ese carácter lo impregnó en su disposición para afrontar las más de 1.800 carreras que disputó, de las que ganó 535 (445 como profesional) y perdió 1.275. Es tan triunfadora la mente del histórico belga, que es mayor su lamento por las derrotas, que el júbilo por las emblemáticas victorias, con las cuales soñó desde niño, cuando su ídolo era Stan Ockers, un ciclista compatriota que fue subcampeón en dos ocasiones del Tour de Francia.
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La ronda gala hizo que Ockers se convirtiera en el héroe de Eddy. “Había ganado varias etapas en el Tour, ganó el maillot verde dos veces y acabó segundo en la clasificación general. Él estaba siempre en las noticias del Tour de Francia, y el Tour lo era todo para mí. Por ese entonces aún no sabía mucho sobre las Clásicas debido a que se realizaban los domingos, y ese día solíamos visitar a mi abuela en su granja situada en Meensel-Kiezegem, donde yo nací”, manifestó el Caníbal.
Ockers no conquistó el maillot amarillo de la competencia más importante del ciclismo. Merckx lo hizo en cinco ocasiones (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974), mismo número de veces que se impuso en el Giro de Italia. La Maglia Rosa fue suya en 1968, 1970, 1972, 1973 y 1974. Este último año logró la Triple Corona del deporte de las bielas: dos grandes vueltas y Mundial de Ruta.
“Mi determinación y voluntad de trabajar duro vino de mi padre. Trabajó incansablemente para levantar su negocio. Él era estricto con la disciplina, pero también era un poco filósofo. Siempre me he recordado sus palabras durante toda mi vida. De mi madre tengo mi lado más suave. Un ejemplo de ello, es el hecho de que a menudo me resulta difícil decir ‘no’ a la gente”, dijo Eddy Merckx, el belga que se comió la historia, que no le negó al público sus gestas, que fue nombrado por la Unión Ciclística Internacional como el mejor del siglo XX, y cuyo legado será eterno en la memoria del deporte.