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Egan Bernal administra el Giro a su manera

El líder de la Corsa Rosa tendrá nueva prueba este lunes entre Sacile y Cortina D’Ampezzo. La organización redujo la etapa y ahora serán 153 kilómetros con la llamada cima Coppi, la más alta de la carrera.

24 de mayo de 2021 - 01:00 a. m.
El colombiano Egan Bernal siempre rodeado por sus compañeros del equipo Ineos.
El colombiano Egan Bernal siempre rodeado por sus compañeros del equipo Ineos.
Foto: Agencia AFP
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“Los errores son los umbrales del descubrimiento”, dice el Ulises de James Joyce, obra que comenzó a estructurar en Trieste, a orillas del Adriático, donde Nairo Quintana levantó el trofeo Senza Fine en 2014, una población alegre para el más triste de todos los irlandeses.

Y esa frase, un tanto melancólica, aplica para el ciclismo de ahora y de siempre, para darse cuenta de que la equivocación sirve cuando aporta una nueva perspectiva.

Egan Bernal erró lo que tenía que errar, al menos en 2020, y por eso luce tan enérgico en este 2021, siendo el que dicta la órdenes de un pelotón que marcha al ritmo que él y su Ineos quieran en el Giro. ¿Que la fuga ya tiene más de diez minutos de ventaja? Está bien, Bernal así lo ha consentido.

Pasó el Zoncolan, el frío y la niebla, se rodó por tierras ajenas, tal cual sucedió el 23 de mayo de 1920, cuando la Corsa Rosa cruzó a Suiza en la primera etapa entre Milán y Turín (ese día ganó Giuseppe Olivieri).

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Y se llegó a Gorizia, donde se habla italiano y esloveno, donde hubo un antes en el que la frontera entre Italia y la antigua Yugoslavia era algo más que una simple línea en un mosaico en la Plaza Transalpina; era un límite que se movía como el vaivén de las olas dependiendo los políticos y los momentos, incluso las guerras.

Es curioso que en cuestión de metros convivan dos idiomas, dos culturas, dos aficiones. Y por ahí fue Bernal y su poderoso Ineos, por bosques frondosos y carreteras decoradas con banderas eslovenas, gente a lado y lado de la vía que esperó durante horas por verlos pasar unos segundos.

Volviendo a Joyce y a cómo combinaba palabras, canciones, sonidos y lenguas, hay que decir que Bernal también es un híbrido, pero del ciclismo. Que va bien en el llano, está incontenible en la montaña y manda en los días tranquilos.

Entonces, a menos de una semana para que termine el Giro, vienen imágenes memorables: los abanicos en la sexta jornada, el triunfo en Campo Felice y su sterrato (carretera de tierra), y la depuración, uno a uno, de sus rivales, sobre todo de Remco Evenepoel, el belga al que le han impuesto ser como Eddy Merckx, empezar a ganar como Merckx. Y en su primera gran vuelta va sufriendo, al punto de que, dependiendo de cómo le vaya en la etapa 16, el Deceuninck tomará la decisión de retirarlo o no.

Así lo anunció L’Equipe y se rumorea en la sala de prensa del Giro.

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¿A qué le teme Evenepoel? A los descensos, a sortear curvas, a situaciones que le traigan el recuerdo de lo que sucedió en Lombardía, el mal cálculo, la caída al vacío y los nueve meses de convalecencia. Se dijo que ya estaba bien. Físicamente sí, pero la mente le juega pasadas y lo cohíbe, así la pelvis esté más fuerte. No ha podido darse una dosis de serenidad.

El Giro no se lo ha permitido, tampoco la manera en que lo lleva Bernal. Y en la jornada reina, entre Sacile y Cortina D’Ampezzo, ya no habrá tantas bajadas. La lluvia obligó a reducir la etapa, pasar de 212 a 153 kilómetros y dejar a un lado las subidas a Fedaia y Pordi, lugares para el espectáculo, para el ciclismo épico, el que no entiende de condiciones climáticas.

Apenas a 23,5 kilómetros, el lote irá hasta la Crosetta y sus 11,6 km al 7,1 % de desnivel. Y de los 1.015 metros sobre el nivel del mar, hasta los 385.

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Ya no estará el Passo Pordoi y sus 2.239 metros, en la frontera entre Véneto y Trentino, donde los hoteles para esquiadores conservan recortes de periódicos con Fausto Coppi, por la vertiente de Canazei y sus 27 curvas, muchas de herradura. No se verá la escultura de Lorenz Martino dedicada al campeón de campeones, 500 kilogramos de arcilla fundidos en bronce sobre un enorme bloque de piedra llamado Il Campionissimo.

El grupo sí afrontará el Passo Giau, la dureza de los Dolomitas y sus formaciones rocosas (Marmolada, el Grupo Sella y el Tofane). Pero la cosa no termina ahí. Siguiendo con la tendencia, habrá una bajada de 7,5 km hasta la meta, que en sus mil metros finales tendrá un repecho pequeño, muy leve, al 4,6 %. Y en pavé, para hacer más interesante un día de enigmas y acertijos que tendrá a todos muy ocupados, menos de lo que iba a ser en principio, menos oportunidades de abrir más brecha, quizá perfecto para ahorrar fuerzas.

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Y después de correr...

En Gorizia hace frío. Y mientras la gran mayoría del pelotón ya está en los autobuses, hay tres corredores que repiten una rutina que se hace igual de desgastante a pedalear. Victor Campenaerts, Peter Sagan y Bernal.

El belga, tan emocionado por su victoria en la etapa 15, no parece tener afán. Habla, se ríe y hasta muestra con orgullo la botella de champán que vació hace unos segundos en el podio. Después llega el dueño de la Maglia Ciclamino, y las personas que observan a lo lejos enloquecen con un ciclista que genera afectos cual si fuera una rock star. Y no se escucha lo que dice Sagan, y hay que pedirle que hable muy duro, y dice que no se quiere quedar afónico porque todavía tiene muchas entrevistas que dar. “No sé qué es más complicado, acelerar en un embalaje o responderles a todos a la vez”. Ironía y humor a la vez.

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Y de último, aunque vaya de primero, el líder de la carrera. Bernal dice que se corrió muy rápido, aunque tuvo una percepción diferente; que el viento y el agua fueron complicados de llevar y da las gracias a su Ineos por estar siempre arropándolo.

“Se va sumando fatiga y el cuerpo lo sabe. Hay que comer, dormir bien y estar listo para lo que viene”. Tan rosa desde Campo Felice, Bernal se ha vuelto un administrador de esfuerzos, de la carrera y todo lo que implica ir por delante. Su deseo de triunfar en Italia lo incita a ser posesivo con las acciones, a moverse hacia algo: ser el mejor de todos.

Por: Camilo Amaya, enviado especial a Sacile

En twitter: @CamiloGAmaya

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