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Ganar el Giro de Italia era una empresa bien difícil para un Egan Bernal que llegaba de unos días muy grises por el complicado problema de espalda que debió enfrentar en los últimos meses pero que se hizo aún más duro por la estrategia empleada por sus rivales europeos que quisieron demolerlo con un ritmo endemoniado que no tuvo un instante de tregua en todo el recorrido.
Que el Giro que culminó ayer haya sido uno de los más rápidos de la historia, con un promedio para el ganador de 39.960 kilómetros por hora, a pesar de que fue uno de los que tuvo más terreno de ascenso, solamente se explica por la táctica de sus principales rivales que no se sabe si fue acordada por sus técnicos o que simplemente fue un recurso desesperado de los corredores que veían que el colombiano no podría ser superado si no se lo llevaba hasta límites que rondan con el sacrificio absoluto y el heroísmo.
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Y esa desbocada marcha en todos los terrenos, que se iniciaba desde el primer metro de cada etapa y que se llevaba sin freno alguno hasta el último pedalazo, pareció que podía darles resultados en el recorrido del martes pasado, cuando Egan pareció flaquear en el ascenso final, pero el brillante trabajo de sus compañeros pero en especial su clase y su enorme capacidad de sufrimiento, le permitieron superar esos momentos dramáticos y reducir al máximo la pérdida de tiempo para dejarlo con una cómoda ventaja sobre sus más duros contrincantes, Damiano Caruso y Simon Yates.
Ese colchón de seguridad, de 2.29 sobre el italiano y más de tres minutos sobre el británico, le permitieron recorrer los 30 kilómetros de la cronómetro final con un ritmo sostenido, pero en el que tomó precauciones al no arriesgarse a sufrir una caída en ninguna de las vueltas, para imponerse cómodamente.
El ver al joven zipaquireño resistiendo las lágrimas mientras sonaba el himno nacional de Colombia que honraba su victoria y el escucharlo contar los durísimos momentos que vivió por casi dos años para superar su problema de espalda emocionó al mundo que se rinde ante este portento que tiene todas las condiciones que caracterizan a los más grandes de los grandes en el deporte más sacrificado que se puede encontrar.
Ahora le queda descansar unos pocos días y comenzar su preparación para la Vuelta a España, que al parecer va a ser su próximo reto, en la que seguramente se va a encontrar con dos adversarios de mayor envergadura, los eslovacos Tadej Pogachar y Primoz Roglic quienes pueden iniciar la competencia en un mayor nivel por el ritmo que les dejará el Tour de Francia. No será nada fácil pero nada parece detener a quien hoy es el mejor ciclista de nuestro país en sus setenta y pico años de historia.
La victoria de Egan en el Giro 2.021 y la de Miguel Angel López en la Vuelta a Andalucía hace una semana parecen ser un nuevo logro de esa aventura que el ciclismo nacional se propuso en 1.983, tras los triunfos de Alvaro Pachón en la Vuelta a México, de Alfonso Flórez en el Tour del Porvenir y de Cochise Rodríguez con el título mundial en la persecución individual y que se inició con los títulos de montaña de Lucho Herrera en Giro, Vuelta y Tour, los subcampeonatos de Fabio Parra en la Vuelta, de Rigoberto Urán en el Giro y de Nairo Quintana en el Tour, las resonantes victorias de Nairo en Vuelta y Giro, el título mundial de Santiago Botero en la contrarreloj.
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“La Conquista de Europa” es una realidad, es el sueño cumplido, es el logro de muchachos humildes de nuestros campos o de las barriadas de las ciudades que muestran la grandeza de una estirpe y de una raza que no ha sido condenada a Cien Años de Soledad.