Egan Bernal y los imposibles de un renacido
Luego de su tercer lugar en O gran Camiño, el colombiano confirmó que, otra vez, se codea con los más grandes. Este domingo celebró un nuevo podio en la Vuelta a Cataluña. Así ha sido su resurección.
Fernando Camilo Garzón
El último en salir del cuarto había apagado la luz. Egan Bernal, no obstante, entre la somnolencia que le generaban los medicamentos, no recordaba quién había sido. Sin embargo, el dolor en cada fibra, el ardor del cuerpo hinchado y los huesos fracturados, no le permitían olvidarse de todo. ¿Qué más habría querido que dormir y dejar todo atrás? Pero, por más que intentaba cerrar los ojos, entre la soledad del cuarto oscuro y la ventana pintada como un cuadro de pequeñas luces titilantes, su mirada añoraban en el pasado el futuro que no iba a ser. La resurrección imposible en un mañana de promesas incumplidas.
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El último en salir del cuarto había apagado la luz. Egan Bernal, no obstante, entre la somnolencia que le generaban los medicamentos, no recordaba quién había sido. Sin embargo, el dolor en cada fibra, el ardor del cuerpo hinchado y los huesos fracturados, no le permitían olvidarse de todo. ¿Qué más habría querido que dormir y dejar todo atrás? Pero, por más que intentaba cerrar los ojos, entre la soledad del cuarto oscuro y la ventana pintada como un cuadro de pequeñas luces titilantes, su mirada añoraban en el pasado el futuro que no iba a ser. La resurrección imposible en un mañana de promesas incumplidas.
De esos días, recuerda que el ciclismo “le valía huevo”. Pero, en el cuerpo, además de las fracturas en las vértebras, del diente perdido, de las once costillas rotas, del fémur y la rótula quebrada, Egan Bernal sentía la pesadez de las ilusiones desechadas. Y era en esos momentos de añoranza cuando la soledad, tan absoluta, lo deprimía. Lloraba hasta que se le gastaban las lágrimas. Agotado y sin poder mover el cuerpo, el zipaquireño esperaba a que las lágrimas se secaran para pensar. Algún día, tal vez, podría volver a caminar. A pesar de los pronósticos pesimistas de los médicos, cuando pasaba la congoja, se imaginaba que algún día podría volver a montarse en una bicicleta.
Esa confesión, el recuerdo del cuarto oscuro en un hospital vacío, la hizo apenas nueve meses después de sufrir el accidente que, en enero de 2022, casi acaba con su vida. Para ese entonces, Bernal ya estaba, ante la estupefacción de sus cuidadores, pedaleando de nuevo. Prometía, ante sus aficionados atónitos, volver a competir. No para regresar a los grandes podios, eso era un imposible. Solo quería disfrutar; quería celebrar la tremenda fortuna que significó estrellarse con un bus estático, a una velocidad de 62 kilómetros por hora, y poder contar el cuento.
Mire, en contexto: Egan Bernal está de vuelta “¡Again!”
Sin embargo, pasaron menos de dos años de esas palabras. En 2023 ya sorprendía que Egan Bernal compitiera en carreras del World Tour, pero, en 2024, deja sin palabras que el pedalista no deja de subirse a todos los podios.
Empezando la temporada, el único que le siguió la pista en la etapa reina de O gran Camiño al fenómeno danés Jonas Vingegaard, vigente bicampeón del Tour de Francia, fue el colombiano, que regresó por todo lo alto a un podio de una carrera ciclística de orden mundial. Pero ahora, este fin de semana, Egan Bernal descrestó a propios y extraños en la Vuelta a Cataluña, con un segundo lugar en la jornada más importante de la carrera que le valió un nuevo podio por detrás del otro grande del ciclismo contemporáneo: Tadej Pogacar.
El esloveno ganó sobrado. Antes de la tercera etapa ya se sabía que iba a ser el campeón. Se volvió paisaje, como pasa con Vingegaard, verlo llegar solo a las metas de la montaña. Sobrio, respirando sosegado y sin inmutarse. A nadie sorprendió ver el sábado a Pogi alzar los brazos, casi que bostezando por la soberbia que le da su condición de mago, en lo alto de Queralt.
Pero sí sorprendió a todos ver lo imposible: que 57 segundos después del Pogacar, con Mikel Landa actuando como el gregario de un renacido, Egan Bernal apareció en esa montaña. Sólido, domando el viento y agazapado en su bicicleta, la misma que, en esa noche oscura en el hospital, imaginaba que jamás volvería a montar.
Al mirar atrás, las palabras de Egan Bernal, después de conseguir su nuevo podio, pegan fuerte. “Tengo que confesar que, en cierto punto, pensé que iba a ser imposible estar de nuevo a este nivel”. Sin embargo, el zipaquireño confía en su promesa, la que parecía que iba a quedar incumplida, pero que él, con la conviccion de renacer entre imposibles, ha devuelto a la vida.
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